Lancha

La media isla: un paseo en lancha por Ilha Grande.

Me relajo demasiado, en la isla, me cuesta arrancar a la mañana. Despertarme, salir de la cama, hacer el cafe da manha. Tengo varias opciones de paseos, con distintos precios, y decido empezar por el más típico, el de la media isla. O mejor dicho, no me quedan otras opciones porque ya se hicieron las 10:20, los demás paseos ya salieron, y si no me apuro pierdo este. Me asignan a André, un pibe flaquito, lindo, de ojos oscuros y tranquilos, moreno, y que camina ágilmente, con el culito parado en su bermuda de surfer. Enseguida me pregunta de dónde es, y dice ah, argenchina, como dicen muchos brasileños cuando les caemos simpáticos, a casi todos. Yo pregunto si hay muchos argentinos, en una de esas preguntas que ya tienen esperada respuesta: sí, hay muchos, pero él no lo dice irritado, soy yo. Llegamos a la agencia y la tarjeta de débito tarda en pasar, no hay señal, y hay que pararse en el medio de la calle. André habla bien castellano, pero tiene un acento raro, marcado. Es como un chico que tiene un disfrute táctil con el lenguaje, más que auditivo, pareciera, cuando habla español, que tiene un caramelo rico en la boca, me da ternura. (more…)

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En la playa (12): desde la poltrona

El departamento que alquilaron mis padres es muy chico, apenas un living comedor con un cuarto anexado, en un primer piso. Estamos medio apretados y tengo que compartir cuarto con mis padres (me despierto en medio de la noche, con mi madre parada frente a mi cama, asomada desde un más allá nebuloso, con los ojos sembrados de lagañas como estalactitas, diciéndome Christian, estás roncando demasiado fuerte). Y encima duermo en un sofá-cama carnívoro: si me apoyo en determinados lugares se cierra sobre sí mismo, comiéndome. (more…)

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En la playa (8): la sunga como equilibrio inestable

Tengo que caminar varios kilómetros pero lo logro: en esta playa no hay argentinos. Hay poca gente y son todos brasileros. Hay banderines rojos que indican que el lugar es peligroso, pero igual hay un grupo de adolescentes metidos en el agua, así que me meto. Las olas me empujan hacia el grupito de pibes, nos reúnen como una pandilla de sea-monkeys. Las olas son altas, enojadas, te cachetean, te revuelcan, tienen una fuerza que no anuncian. Me gusta escuchar los gritos de alegría, en portugués. Una hora después, cuando vuelvo, me tengo que tomar el colectivo sí o sí, porque no puedo caminar, porque esas olas me metieron arena entre las bolas, en el culo, y cuando camino me paspo y casi saco chispas. Pero ahora estoy ahí metido con estos pibes, un grupito de 8 que flotan conmigo. (more…)

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En la playa (7): perdido en la traducción

¿A quién se le ocurrió ponernos al lado un país en el que hablan parecido a nosotros? No les entiendo un pomo a los brazucas. Entiendo dos cosas y después vienen tres palabras que me tiran a la zanja porque son parecidas a alguna palabra nuestra pero significan algo distinto. Ficar. Pegar. Embora. No te entiendo. (more…)

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En la playa (6): el Mc Donald’s resbaladizo

Era tarde y todo estaba lleno así que opté por la seguridad del McDonald’s. El menú es el mismo pero hay sutiles y resbaladizas diferencias. Si pedís aderezos te dan ketchup y mostaza pero no mayonesa. Parece que mojar papafritas en mayonesas no se les ocurre. Y si pedís sal te dicen que ya tiene. Sí ya sé, digo, quiero más. Buscan y te dan unos sobrecitos microscópicos que contienen 8 granitos de cloruro de sodio. Y a veces ni tienen. ¿Serán los brazucas esmerados luchadores contra la aniquilación cardiovascular? Yo creo en cambio que comen desabrido y que no les importa. Cuando quieren disfrutar de la vida bailan lambada refregándose contra un cocotero, tocan el berimbau o tienen sexo. De tanto bailar y coger y a lo largo de miles de años el cableado del sistema nervioso fue modificándose y las terminaciones nerviosas que se les agregaron al culo para gobernar tanto bamboleo se restaron de las papilas gustativas. (more…)

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En la playa (5): los muertos vuelven

Caminar por la playa con Felipe, el chihuaha, se hace casi imposible. Todo el mundo le hace fiesta, se frena, lo acaricia, lo quiere agarrar. Qué lindo. Es adulto. Qué edad tiene. Cómo se llama. Más que caminata por la playa, es un tour promocional de Felipe. Y encima Felipe es simpático, social, relajado. Si le acercás la mano, te la chupa. Si se acerca un perro cinco veces más grande que él, en vez de asustarse, precavido, quiere jugar. (more…)

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En la playa (4): shock eléctrico

El sol nos aplasta, nos baila tap en la nuca, así que voy a comprar un suco de abacaxi (jugo de ananá) al puestito de la playa. Es una casilla de techo de lona, con una precaria, precarísima instalación eléctrica. Un cable retorcido que baja no sé de donde, mojado, entre las lonas, del que cuelga una enorme zapatilla y varios triples. De ahí a la heladera, y a las licuadoras. Atienden el puesto madre e hija, ambas brasileras. Me atiende la hija, que va hasta la heladera a buscar un sobrecito de pulpa congelada de abacaxi. Lo mete en el vaso de la licuadora, agrega azúcar, le digo que no, que no tanta, y licúa. Busca un vaso de plástico, y agarra el va–. Pega un respingo y luego se contorsiona apenas, en un gesto break-dance. Putea, supongo. La licuadora le da una patada. (more…)

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