En la playa (6): el Mc Donald’s resbaladizo

Era tarde y todo estaba lleno así que opté por la seguridad del McDonald’s. El menú es el mismo pero hay sutiles y resbaladizas diferencias. Si pedís aderezos te dan ketchup y mostaza pero no mayonesa. Parece que mojar papafritas en mayonesas no se les ocurre. Y si pedís sal te dicen que ya tiene. Sí ya sé, digo, quiero más. Buscan y te dan unos sobrecitos microscópicos que contienen 8 granitos de cloruro de sodio. Y a veces ni tienen. ¿Serán los brazucas esmerados luchadores contra la aniquilación cardiovascular? Yo creo en cambio que comen desabrido y que no les importa. Cuando quieren disfrutar de la vida bailan lambada refregándose contra un cocotero, tocan el berimbau o tienen sexo. De tanto bailar y coger y a lo largo de miles de años el cableado del sistema nervioso fue modificándose y las terminaciones nerviosas que se les agregaron al culo para gobernar tanto bamboleo se restaron de las papilas gustativas. (more…)

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En la playa (5): los muertos vuelven

Caminar por la playa con Felipe, el chihuaha, se hace casi imposible. Todo el mundo le hace fiesta, se frena, lo acaricia, lo quiere agarrar. Qué lindo. Es adulto. Qué edad tiene. Cómo se llama. Más que caminata por la playa, es un tour promocional de Felipe. Y encima Felipe es simpático, social, relajado. Si le acercás la mano, te la chupa. Si se acerca un perro cinco veces más grande que él, en vez de asustarse, precavido, quiere jugar. (more…)

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En la playa (4): shock eléctrico

El sol nos aplasta, nos baila tap en la nuca, así que voy a comprar un suco de abacaxi (jugo de ananá) al puestito de la playa. Es una casilla de techo de lona, con una precaria, precarísima instalación eléctrica. Un cable retorcido que baja no sé de donde, mojado, entre las lonas, del que cuelga una enorme zapatilla y varios triples. De ahí a la heladera, y a las licuadoras. Atienden el puesto madre e hija, ambas brasileras. Me atiende la hija, que va hasta la heladera a buscar un sobrecito de pulpa congelada de abacaxi. Lo mete en el vaso de la licuadora, agrega azúcar, le digo que no, que no tanta, y licúa. Busca un vaso de plástico, y agarra el va–. Pega un respingo y luego se contorsiona apenas, en un gesto break-dance. Putea, supongo. La licuadora le da una patada. (more…)

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En la playa (2): cuestión de tamaño

Estoy sentado en la playa y son las tres de la mañana. Los barquitos flotan en el mar oscuro, hay una especie de niebla oscura, y como siempre, pasan ráfagas sucesivas de olor a porro, a pis y a sal. Porro, pis, sal, porro, pis, sal. Estamos sentados en resposeras, somos tres, un argentino que dice que “para simplificar, digamos que me llamo Germán” y que “para simplificar, digamos que vivo en el culo del mundo” (es tucumano, pero no de San Miguel de Tucumán). Y un brasilerito, flaco, simpático, que dice todo bom cada vez que no entiende, o sea, todo el tiempo. Hay un balde con seis cervezas, que invitó el tucumano. Mis viejos son dos borrachos. Yo ya no tendría que estar acá, explica. Estuve una semana con una pareja amiga, los llevé de vuelta a Tucumán y cuando llegué mis viejos me dijeron “vamos” y los traje acá, manejando, casi sin dormir, ellos vinieron tomando todo el camino, y ahora llegaron y se fueron a dormir. Pero pagan todo ellos. Son borrachos, pero me pagan. (more…)

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En la playa (1): toda la onda

Voy al barcito a media cuadra de la playa a comer algo. El cartel anuncia “morfi y chupi” y las “mejores milanesas de Brasil”. Lo atiende un marimonio uruguayo, ella, de unos 50 y pico, siempre en bikini, una onda Patti Smith, él me dice “flaco”, y tiene un aire a Calabró. Los dos parecen ex hippies, y venden tartas caseras, altas, con mucha sal, ricas. Se escucha por los parlantes música rockera, pero siempre en versión reggae. Por ejemplo, Patti Smith, reggae. El lugar está empapelado con selfies de clientes comiendo sánguches enormes, y felices, sorprendidos, interpelados, como si estuvieran frente a una pija inesperadamente gigante. (more…)

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Asesinando un celular

Si estás seguro de que no lo querés más, reventalo, me dijeron. Se referían mi celular, que nunca funcionó bien, que ya llevé dos veces al servicio técnico, y que hace unos días ni siquiera enciende. El seguro te cubre el 50% de uno nuevo por robo o por destrucción total, así que esto nos empuja a una encrucijada moral de proporciones bíblicas. ¿Qué pecado es preferible, mentir que te lo robaron o romperlo intencionalmente? ¿En las tablas de la ley celular, cuál aparece mejor rankeado, el “No matarás” – tu teléfono móvil – o el “No incurrirás en falso testimonio”? (more…)

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