El club de sexo

[San Francisco, Mayo de 2002]

“Estoy yéndome”. Eso pienso mientras camino hacia el club de sexo. Yéndome de San Francisco, de los 7 lugares donde viví, de los pocos amigos que hice, del sexo incoloro, indoloro e insípido, de la ilusión de conseguir un trabajo, un novio o una vida, y de la desilusión de no haberlos encontrado. De todo eso estoy yéndome.

Me siento borracho. Irse provoca eso, un pedo biónico y trascendental, una sensación de ingravidez que te saca de la órbita y te empuja hacia otros agujeros negros. El agujero negro al que me dirijo ahora se llama “The power Exchange” (“Intercambio de poder”). Es un club de sexo “temático” de 4 pisos, dos para gente gay y dos para gente heterosexual o travestis. El “tema” es los juegos de dominación / sumisión y el bondage: “proveemos un espacio para la exploración lúdica y consensuada de tus fantasías SM más íntimas”.

Desde afuera, el lugar parece un gigantesco depósito. Entro y me topo con una rubia sentada detrás de un escritorio. Me da la bienvenida y me entrega un papel para que lea. “Lee todo con cuidado y firmá abajo”. El papel dice que me comprometo a no tomar drogas ni alcohol dentro del recinto, que se trata de una fiesta privada, que no está permitido sacar fotos ni grabar y que está terminantemente prohibido tener sexo sin preservativos (“el local cuenta con monitores que verificarán la utilización de preservativos durante el acto sexual”, más tarde los veré recorrer los pasillos oscuros con sus linternitas).

– Tenés dos opciones para ingresar – me explica la rubia -. Si querés quedarte con la ropa puesta, tenés que pagar 50 dólares de entrada. Si te sacás la ropa y te ponés una toalla que proveemos nosotros, sólo pagás 20 dólares.

En circunstancias comunes pagaría los 50 dólares para preservar mi ropa y mi dignidad, pero estas no son circunstancias comunes: estoy yéndome de San Francisco para siempre y tengo morfina en la sangre, así que elijo la toalla.

Lo de la morfina no fue culpa mía. Hace una semana me internaron de emergencia por algo que parecía peritonitis. Resultó ser un extraño problema intestinal, que sólo se da en bebés recién nacidos o en personas de más de 60 años. Después de un largo día de exámenes infructuosos se decidió que al día siguiente me operarían para practicar una colostomía. La noche previa a la operación me dejaron solo, con un pulsador que me inyectaba morfina directamente en las venas. No pude dormir y me pasé la noche apretando el pulsador, intentando encender una luz que se volvía cada vez más negra. A las 9 de la mañana, milagrosamente, el dolor desapareció, pero la morfina sigue en mi sangre una semana después. Me late en las sienes y dibuja contornos negros en casi todo lo que veo, como si alguien remarcara los bordes de las cosas con un fibrón azabache.

La chica me entrega el ticket y me señala donde queda el guardarropas.

– Sacate todo menos las zapatillas y las medias – me indica un tipo barbudo, mientras me entrega un número -. Mete todo acá, en esta canasta y ponete ésto.

Lo que me alcanza es una tela aterciopelada anaranjada, con motivos de leopardo, del tamaño de un repasador grande.

– ¿No tenés algo más grande? – le pregunto, poniéndome colorado.
– No, eso es la más grande que tengo.

Me saco la ropa, se la entrego y me ato el repasador a duras penas en la cintura. Me enfrento a una disyuntiva difícil de resolver: tengo que elegir entre que se me vean las bolas o el culo, y termino eligiendo esto último.

Me pongo a explorar el lugar: primero hay una salita con un televisor y un sillón.y después una sala más grande que parece un bar, excepto por el detalle de un pequeño escenario con un caño y una tarima. En el escenario hay un tipo de unos 50 años, vestido con un horrible slip lycra celeste, enfrascadísimo en un strip tease patético. Nadie le presta atención. Hay una parejita dándose besitos en un rincón, dos chicas jugando al pool y tres chicos metiendo monedas y eligiendo canciones en una fonola.

Cruzo la sala y bajo la escalera. Abajo hay otro enorme salón, organizado como si fuera una exposición: mucho espacio para caminar y un puñado de “stands”. Hay un stand con motivo egipcio: una enorme cama tallada como un sarcófago, rodeada de esfinges y momias. El siguiente es una imitación del laboratorio de Frankestein: una mesa de operaciones de cuerina negra, un tablero lleno de perillas y mangueritas, tubos de ensayo llenos de líquidos coloridos en ebullición. Nadie usa las instalaciones, parece. Se ve a muchos hombres asomarse a los stands con fastidio, como para verificar por centésima vez que están vacíos. De vez en cuando pasa alguna parejita: la chica adheridísima a su novio, como si fueran siameses.

Más allá se escuchan gemidos y jadeos: “¡ay, sí, ay sí, seguí así!”, y “¡toda! ¡Dámela toda!”. La que recita semejantes odas es una tetona rubia. Está metida en un stand “medieval” y colgada de una especie de hamaca de cuero que cuelga del techo y que la mantiene suspendida sobre la cama. El encargado del bombeo es un tipo de bigotitos que me hace acordar a Pancho Ibañez. La verdad es que eligieron una posición muy incómoda. Ella pide más, él le da, y el resultado es que la cama se mueve, la hamaca se sacude, las tetas de ellas ondulan de acá para allá y el resultado es muy poco coreográfico. Alrededor de la cama hay una cadena que separa a los espectadores de Ibáñez y señora. Los espectadores son varios tipos que miran y se tocan la pija por encima del pantalón. Un par de intrépidos ya la sacaron y se pajean como corresponde. Se nota que la chica está por terminar, porque los grititos alcanzan su paroxismo. Saco la pija y me pajeo, mirando de reojo a un tipo con pinta de árabe que se pajea a mi derecha. Se da cuenta que lo miro, pero no le importa. Lamentablemente nuestra paja en estéreo dura poco, porque la rubia acaba estruendosamente, todos meten violín en bolsa y se alejan como si nada hubiera pasado. Me da lástima por Ibáñez y la tetona que merecen algo mejor que la indiferencia del público. Aplaudo, y grito “¡Bravo!”. Me mira y se ríe, y me tira un besito. “¿Te gustó mi amor?” Se dio cuenta que soy gay.

Sigo caminando. Más allá de los stands empieza un largo pasillo que simula una cárcel, hay varias celdas con camillas, esposas y parafernalia bondage. De nuevo, nadie coge, todos caminan apresurados de aquí para allá, parece una Terminal de ómnibus a la hora en la que salen todos los micros.

Al final del pasillo hay un cuartito iluminado con luces rojas. Contra un costado veo a una mujer arrodillada chupándole la pija a un pibe de unos 23 años. Hay otros 6 que esperan su turno en fila, mientras se pajean. No tengo ganas de esperar, y no encuentro donde sacar número para después volver, así que decido volver al salón de pool. Ahí me doy cuenta de dos cosas: 1. los hombres presentes (y que constituyen un 70% del público), son heterosexuales, y muchos están acompañados de sus novias (un 20%, el otro 10% lo aportan los travestis) y 2. soy el único vestido con el taparrabo de leopardo.

– Disculpame, ¿este es el sector gay? – le pregunto al tipo del guardarropas.

Al tipo le divierte mi ocurrencia.

– No, para el sector gay tenés que volver a la entrada y cruzar las cortinas anaranjadas a tu derecha.

Cruzo las cortinas, subo dos pisos y entro en otro gigantesco salón. Hay mucho menos luz que en los demás sectores. La vista se me acomoda después de un rato y distingo bastante bien. Camino a través de un laberinto negro, con paredes de madera. El laberinto está lleno de gente, y son todos hombres. Ahora sí estoy, sin dudas, en el sector gay. En los recovecos se distiguen siluetas pero yo no me freno. El laberinto desemboca en un ring de boxeo, casi de tamaño real, pero vacío. A la derecha hay un laberinto distinto: es más chiquito y está elevado, hay que subir una escalerita para recorrerlo. Las paredes del laberinto tienen agujeros a la altura de la pelvis de los que caminan, para que puedan meter la pija por ellos y que alguien del otro lado de la pared se las chupe. Los que chupan están sentados en banquetas altas de madera: algunos esperan mascando chicles, otros están en plena faena; todas las banquetas están ocupadas.

Busco un lugar que esté más o menos iluminado, me apoyo contra una pared y me quedo mirando pasar a la gente. Me pregunto de nuevo, ¿soy el único vestido con el taparrabos? ¿Soy el único tacaño del lugar? Entiendo que a los chicos heterosexuales les de vergüenza andar con los huevos colgando delante de sus novias, pero se supone que los gays somos degenerados, promiscuos y exhibicionistas.

Hay un pibito chino de unos 25 años que ya pasó dos veces y me mira. Le sonrío. Me sonríe. Se acerca.

– ¿Así que estás curioso? – me pregunta, con una sonrisa pícara.
– ¿Curioso de qué?
– Bueno… está claro que venís del sector heterosexual…
– ¿Y por qué está tan claro?
– Porque en el sector heterosexual sale más barato si te ponés eso que te pusiste vos – me señala el repasador anaranjado -, pero acá en el sector gay la entrada sale 15 dólares y no te exigen ponerte eso, así que todos se quedan con la ropa puesta.

Menos mal que está oscuro, porque siento el calor subirme a la cara y la vergüenza que me tiñe la cara de bermellón.

– Mirá, yo no sabía que era así. Entre por una puerta, pagué 20 dólares y ahora soy George de la Selva.

El chino se ríe a carcajadas. Uno de los pibes de las banquetas se saca lo que tiene en la boca y nos mira odioso, supongo que pidiendo silencio absoluto. El chino intenta sofocar la risa y se mete en el laberinto.

Ahora me doy cuenta de que hay otros que me miran. Tengo 3 para elegir. Me acerco al que tengo más cerca. Le acaricio el pecho y me sonríe. Hace un gesto de “seguime” con la cabeza, y empieza a alejarse hacia el laberinto. Lo freno, tengo ganas de quedarme acá, donde la oscuridad no es tan cerrada. Para hacerle saber que no voy a ningún lado le señalo, con la cabeza, la lucecita que tenemos encima. Se encoge de hombros y me sonríe, así que asumo que le parece bien. Lo arrastro unos centímetros hacia un costado, hasta que apoya su espalda en la pared. Le empiezo a besar el cuello. El baja a mi pecho, me besa los pezones y los muerde suavemente. Me manosea la pija y yo hago lo mismo: la tiene a medio parar. Miro a mi alrededor y hay 5 tipos mirándonos, casi encima nuestro. Los siento respirar. Me agacho y me meto la verga del tipo en la boca. Se la chupo durante menos de un minuto: los 5 o 6 tipos que nos rodean están demasiado encima y no quiero que me acerquen otra pija. Me vuelvo a erguir y miro al tipo a los ojos.

– ¿Cómo te llamás? – le pregunto.
– Matt.

Noto la incomodidad que genera este súbito cambio de tempo, se supone que acá no se habla y menos para decir “Hola, ¿como te llamás?”

– Yo me llamo Christian.
– Christian, te devolvería la chupada de pija… pero mejor no.

Inclina la cabeza hacia la luz y se señala la boca. Tiene aparatos.

– No te hagas problema – lo tranquilizo -. Mejor busquemos alguien que nos chupe la pija a los dos.
– Okay, elegí vos uno que te guste.

Entre la muchedumbre que se acumula distingo al chinito que me preguntó si estaba curioso. Me abro paso entre la gente, lo agarro del hombro y lo pongo entre el tipo de los aparatos y yo. Le beso el cuello. El chinito da un respingo y se va. Ya tengo 5 manos encima, tocándome el culo y la pija y apretándome los pezones. Rastrear el cuerpo que pertenece a cada mano implica recorrer el camino desde el antebrazo hasta el cuello del que toca. No tengo ganas. Elijo al azar a uno del grupo, lo pongo en mi lugar, agarro una mano del tipo de los aparatos y la apoyo en su ingle (que se traduce a: “yo te declaro heredero del manoseo del que estoy siendo objeto”) y me alejo de la hidra que sacude sus cabezas y sus tentáculos.

En el camino hacia la escalera, me cruzo con el chinito.

– ¿Que te pasó que saliste corriendo? ¿Tan feo soy?
– No, vos me gustás… pero me dieron ganas de ir al baño.

Lo abrazo. El me abraza más fuerte. Me aparto, le guiño un ojo y me alejo. Bajo la escalera y me doy cuenta que me había salteado un piso. Este nivel está decorado como si fuera un inmenso campamento en la selva. Hay palmeras y arbustos de plástico, una cascada falsa y una serie de carpitas desparramadas acá y allá. Casi no hay gente dando vueltas.

Camino entre la espesura de utilería. Hay un pibe sentado en un tronco con la cabeza apoyada en las manos, que mira andá a saber qué en la lejanía. Yo sigo caminando, vuelvo a la cascada, compro una coca cola y me la tomo. Tengo frío, se me pone la piel de gallina. Vuelvo a recorrer el mismo sendero entre la espesura. Esta vez me quedo quieto en un rincón, apoyado contra una pared. Aparece el chico que estaba sentado en el tronco. Me mira, me sonríe, se hace el tonto, vuelve a mirar. Viene hasta mí y me toma de la mano. Me da un escalofrío: es la primera vez en la noche que alguien me toca la mano. Me agarra fuerte y me indica, con la cabeza, que lo siga. Caminamos más allá de las palmeras de cartón, las cascadas de celofán y las rocas de papel maché, hasta divisar, en el horizonte, las estrellas adhesivas fluorescentes.

This Post Has 35 Comments

  1. Antonio

    El remate del relato es genial.

  2. karlos

    Oye que buena historia y el final esta buenisimo 😉

  3. gitargirl

    Hello Xtian:

    quizas este post esta dirctamente relacionado con el “deadly reality show” que monto el Vaticano para entristecernos este weekend.

    yo me quedo mil veces con tus aventuras en el “sexy club” de San Francisco que con los textos morbosos y lacrimogenos que hoy abundan en los medios (alternativos y oficales).

    de todos modos (y esto quizas es off topic), considero que las opiniones que expusiste de la columna de comentarios de hoy del blog de mariano (uberbin.net), merecen un post “politico” en Puto y Aparte (esto es solo una sugerencia de una polemica lectora comprometida con la lucha por los derechos humanos).

    saludos!

  4. tin

    Compañero, mi hipótesis es que tus textos tiene tanto efecto porque relatas (con lujo narrativo) detalles que personas desconocedoras de esos mundos ni siquiera imaginamos. Festejo tu literatura.

    Martin

  5. La Romu

    Pero ¿Te hicieste ver con un médico esa cosa que te salió allá?
    ¡Cuidate!

    Un beso grande.

  6. Negra Murguera

    Llevo 5 minutos con la ventana abierta, pensando qué comment dejarte, que no suene lamentablemente chupamedias, pero no se me ocurre nada. No puedo pretender hacer un comentario que esté a tu nivel, asi que suelto lo que salga:

    TU BLOG ME PARECE ALUCINANTE!

    Y ni me interesa descubrir si lo que escribis es realidad o ficción, porque es tan genial que lo hayas vivido, como que te lo estes inventando.

  7. qwerty

    Enganchando blogs caí acá. De repente me acordé de una noche en que caí a un lugar donde tocaba una banda que se llamaba Los Cosméticos (1981?) y charlé un rato con Federico Moura. Buen tipo. El ambiente era bien marica….
    Los gays me hacen gracia porque hacen de su gusto sexual una definición total. Como hacen los católicos también con su religión. Lo que me gustaría saber es que pasaría si alguien hace una muestra de arte anti-gay. Seguramente lo mismo que pasa cuando se hace una muestra de arte anti-católico. que se yo….en fin…no sé que hago aquí. bueno, saludos. chau.

  8. Manuel

    Eso me suena a la Disneylnda del Amor. No cabe duda que todos los club de sexo son iguales, sólo cambia la escenografía.
    Me gustó mucho este relato, describes muy bien esos espacios creados a partir de una idea de las fantasías humanas globalizadas… cero tino, pero divertidos en su ridiculez.

  9. Cobayo

    Y sin embargo, la soledad no era de plástico.

  10. PinyPon_Psicodelic@

    …me encanto!!!
    ademas… sin ofensas personales… KIEROOO!!!
    donde dijiste que queda???
    =P

    buenisimo… podriamos poner uno de esos en palermo, seguro que seria un exito!!!

    Besotes!
    (K)

  11. Adriana

    Como me he reido con eso de tu taparrabos tarzanesco.

  12. miguel

    Memorias!

    La imagen no seria mas correcta si la pintaras.

    Gracias por la sonrisa…

    Tengo mucho de no ir a S.F.

  13. Nick

    La ignorancia y generalizacion grosera del comentario de ‘qwerty’ hacen que me saque la bronca abusando de este espacio. Me pregunto a que se refiere cuando habla de ‘los gays’. Con la misma familiaridad y desden que cuando uno se queja de los vecinos insoportables del sexto piso que ponen la musica al mango. Aparecen Florencia de la V y un par de esparpajos en la tele y de repente todos saben quienes y como somos. Yo soy gay, argentino, emigrante, economista (una profesion muy heterosessual) y muchas cosas mas que me definen. No soy apologetico, nunca estuve en un club de sexo pero me parece genial que existan, total cada uno es libre de elegir entrar o no. Y algun dia ire a uno, porque la verdad me da curiosidad. Ah, y cuando tengo una buena experiencia sexual, me encanta relatarsela a mis amigos (y alguno que otro desconocido). Con lujo de detalles.
    Mas curiosidad aun me provoca saber en que se basaria una muestra de arte anti-gay. La tirania de tanto peluquero marica? La opresion generada por nuestros comentarios mordaces e ironicos? Federico Klem?
    Xtian, genial como siempre.
    Nick (tu Salieri-wanna-be. Perdon por la falta de acentos)

  14. Alex

    Xian, me reía solo mientras leía tu gráfico relato del sitio y tus aventuras. Lo de la confusión de lugares y precios estuvo imperdible. Será que somos más baratos? En fin, me hiciste recordar a uno de esos sitio que fui en un viaje a Novo Hamburgo, Brasil. Este tenía 4 pisos y era exclusivamente gay. 4 salas de minicine porno, los boxers con camillas para sexo, los famosos laberintos a oscuras, sauna, piletas climatizadas, barras, mini restaurantes, 2 discos. Un lujo. Entré un martes a la mañana y salí un jueves al mediodía. No cerraba salvo los viernes. Fue una experiencia inolvidable. Sexo? creo que solo un par de veces.

  15. dolores

    Tanto tiempo me gusto el relato, le dejo un besote grandote.
    En cada lugar donde vivi, el sexo es igual pero los codigos distintos

  16. qwerty

    Veo que Nick se enojó…y bueno…tal vez eso sea lo que pasa……ya entendí…alguno se enojaría…bueno, bueno…calmáos. No me enviéis a la hoguera. que paranoico, viejo. que se yo…con razón los gays (algunos..jeje) se rapan la nuca y estudian Económicas. No offence. chau

  17. Manuel

    La descripción de los ambientes tematizados tipo pabellones de Epcot Center o Disney World llama la atención hacia una forma de entretenimiento “safe” que sustituye la prehistoria de los encuentros Gay en los baños públicos de las ciudades. Las luces de neón y las linternas de los empleados que verifican el uso del preservativo le dan un toquecillo hospitalario al relato que pone a pensar hasta al más puritano sobre hasta dónde hemos llegado con la fobia a la enfermedad. Definitivamente, es mucho más fácil establecer controles policiacos en las fronteras de la comunidad que fomentar prácticas sexuales que enfaticen no en la penetración sino en la democratización de todos los poros epidérmicos. Excelente relato. Un abrazo desde Puerto Rico, donde acaban de arrestar a 18 hombres en el baño público de un Sears, ello a pesar de que hay un sauna privado al servicio de las locas nuestras, con laberinto y todo disponible.

  18. josue

    Genial!!!

    Realidad o mentira. Que importa lo importante es imaginar. Felicidades.

  19. calidos

    la verdad,,, no me gusto……… como vas a hacer estas cosas???? hombre grande y amarrete… jejejejeje como me hubiese gustado verte la cara,
    me gusto mucho y me diverti imaginandote.
    petacularrr..!!!!!!

  20. rodolfo

    qué notable! mirarse a los ojos es señal de stop y caminar hacia las estrellas (siempre seran de utilería) es lo más emocionante del relato segun muchos (yo incluído)

  21. sergio

    hola felicitaciones por el relato me hizo mucha gracia imaginarte en esa situacion llegue a este blogg buscando clubes de sexo en buenos aires algo asi como al que fuiste vos por ahora lo que mas se acerca son los boliches swingers y tambien dicen que america yo no fui no lo conozco pero igual busco info de algun club de sexo en buenos aires si conocen alguno pasenme la data plaese

  22. Ana

    Qué buen final: la mano, el paraíso de plástico… Enhorabuena.

  23. Juan

    Ah, Frisco!

    qué hermosa ciudad! Allí me enamoré ( creo) por primera vez. Fue donde conocí a mi primer novio y como se suponía que es una ciudad gay , jamás me cuidé de demostrale mi amor en público, hasta que en un bus una señora nos tuvo que parar porque aquello ya era casi sexo explícito.

    Nunca estuve en un lugar como el que describes, pero sí en otras ciudades, especialmente Hamburgo y Berlín….

    Es todo un tema, pero que uno la pasa bien, la pasa bien….

  24. Mark

    Esto me trajo mucha nostalgia!! En el 2005 yo tambien vivia en San Francisco. Escuche hablar de “Power Exchange” muchas veces y era uno de los lugares a donde queria ir si o si antes de volverme a Buenos Aires, pero soy cagon y al final no fui. Leyendo este relato es como si hubiera ido 🙂 GRACIAS!

  25. Osvaldo

    muy bueno!!!!!!!!!!!!!

  26. lucio

    mmmmmmmmmm como me gustaria hacerlo al sexo

  27. vikinga

    No puedo creer lo que es tu relato, me encantó, me divirtió y me entretuvo -y eso mi amigo, es justamente por lo que todos matan, por entretener o ser entretenidos con algo consistente, descriptivo, rico y que te transporte a la situación. Yo también festejo tus dotes literarias, y por favor contame los detalles de vos y el chico!!!
    Me encantó el blog.

  28. Cordobesa

    Yo lo que no entiendo es que si estabas en bolas con un taparrabos nomas, ¿de dónde sacaste la plata para comprarte una Coca? jaja

  29. Xtian

    Es una buena pregunta, Cordobesa. Te cuento: en ese tipo de lugares, siempre te dan un numerito asignado, y cada vez que hacés algún gasto durante tu estadía en ese lugar, te anotan lo que gastaste en una lista de tu número. Antes de irte tenés que pagar todo lo que consumiste. Así solucionan el tema de no tener que cargar guita o billetera cuando estás en bolas…

  30. Diego

    jejjeje Xtian muy bueno tu relato lo único q te agachaste muy rapido hombreeee!

  31. sofi

    por dios, es excelente. ojala pudiera hacer eso ajaj

  32. Saúl Castel

    Hola Christian:
    Ahora entiendo porqué este relato está en el Top 5, está buenísimo, dejas mucho a la imaginación y eso siempre enciende. ¡Felicidades!

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