En la playa (7): perdido en la traducción

¿A quién se le ocurrió ponernos al lado un país en el que hablan parecido a nosotros? No les entiendo un pomo a los brazucas. Entiendo dos cosas y después vienen tres palabras que me tiran a la zanja porque son parecidas a alguna palabra nuestra pero significan algo distinto. Ficar. Pegar. Embora. No te entiendo.

A veces me hago pasar por yanqui y les hablo en inglés pero pocos hablan bien inglés. Como en Baires, muchos piensan que hablan pero no hablan nada. Lo que me queda es probar otras estrategias. Primero opté por tratar con mujeres. Suelen ser más verbales, más explicativas. Pero eso es en sí un problema. Si no les entendés se largan con xplicaciones larguísimas y entiendo todavía menos.

Los hombres funcionan mejor. Pocas palabras, poco ruido. El problema es que si no entendés el tipo vuelve a repetir lo mismo. Le cambia el tonito. Nada más. Lo ideal sería probar con algo cortito y directo, quizás tarzanesco y si no funca, que yo le pregunte por una palabra que no entiendo y el ayude con sinónimos o gestos. Pero no. Olvidate. Insisten con la misma palabra quince veces, como si los sorprendiera comprobar que el castellano y el brazuca son distintos idiomas.
Opté entonces por ir a una panadería de largas vitrinas llenas de sánguches y cosas así. Ahí senalo con el dedo y leo en voz alta el cartel. Funcionó. Hasta hoy, que señalé un postrecito de maracuyá. La mujer me dijo una oración larga y no me dio el postre. Volví a insistir. Misma respuesta incomprensible. Me estaría explicando qué tendría adentro. Ni idea. Después de probar varias veces señalé el postre, hice mímica de comerlo y pregunté si sí o si no. No, dijo. Okay, puse carita triste. Otra empleada que nos miraba vino, sacó el postrecito de la heladera y señaló algo en la etiqueta. Estaba vencido.

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