Apocalipsis

Me tranquiliza que las cosas insistan en pudrirse. De verdad, me gusta revisar la heladera y encontrar frutillas con la barba crecida de musgo, queso pategrás entretejido con crochet verde, lechuga cada vez más negra, ariñonada. Y me irrita que el pan, los fideos y sobre todo las galletitas coqueteen con la eternidad. Más allá de las sospechas que debería generarnos que los gorgojos y las bacterias tengan todos esos manjares a mano y se nieguen a probarlos con un educado “no, gracias, paso”, me niego a aceptar que cuando el mundo se termine sobrevivan solamente Cher, un par de cucarachas y un paquete de Cerealitas.

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