Jejenes

Los que viven en Santa Fe te lo advierten, pero yo supuse que era una exageración. Traé repelente, ponete repelente, reponételo todo el tiempo, también tirate arriba de la ropa. No me sugirieron ninguna excursión imperdible, ningún museo fascinante, nigún restaurant riquísimo: solo insistieron con los mosquitos. Yo suelo ser naturalmente indemne, puedo atravesar una nube de mosquitos y apenas recibir un par de picotazos, así que me confié, y traje apenas un frasquito de Off, no sé por qué en versión Family, que debe datar del 2014.
Así que apenas llegué, y como tenía que hacer tiempo antes de la hora del check in en el hotel boutique, fui hasta el río. Me saqué una foto con el cartel que dice Santa Fe y volví, no porque me picaran los mosquitos, sino porque picaba el sol. Cuando en un kiosco paré para comprar una Coca la chica me señaló el brazo y me dijo sacate ese mosquito. En vez de sacarlo lo aplasté, y reventó, y tenía mucha sangre, me dejó lo que parecía una letra roja escrita en la piel, ahora sé que fue un signo diabólico.
Apenas hice el check in me zambullí en la cama, no hay nada más lindo que dormir en la cama limpia, amplia, sólida de un hotel. Y casi no salí de mi habitación, salvo para ir a comer tres empanadas, a tres cuadras. Me puse repelente del 2014, eso sí, antes de salir a comer. Y después quedé taradúpido otra vez, se ve que salir de Buenos Aires y alejarme del trabajo y del estrés me dejan así.
Al otro día, al despertar descubrí que estaba lleno de ronchas. En los brazos, en la panza, en la espalda, en los tobillos. No parecen ser de mosquitos, porque algunas tienen un puntito rojo de sangre coagulada en el medio. Saqué fotos y consultó a un amigo médico, a mi hermana, que es de esas a las que los mosquitos adoran como manjar, y saqué una primera conclusión: los mosquitos no fueron. ¿Por qué no? Porque las ronchas son distintas, porque anduve poco afuera, y porque me picaron en partes no expuestas del cuerpo (en la panza y la espalda, y no anduve en cueros).
Fui a hablar con el recepcionista del hotel, y dije que seguramene eran pulgas: mosquitos no son, tiene que haber sido el colchón. Me miraron raro. Pero en el hotel no permitimos mascotas, me dijo. Pero me picaron en racimos, dije (o sea, las picaduras parecen agrupadas en sectores, el primer sector, en el brazo derecho, fue de la pulga Juana, la espalda y panza la pulga Ester, el tobillo fue de Clotilde. No es un bicho que vuela, sino uno que camina (y que parece que no fue a parar al asador).
Me pidieron disculpas (ya eran varios, porque se había sumado otro empleado, y un mozo del restaurant vecino) y me dijeron que iban a cambiar las sábanas, tirar insecticida, y sacudir todo.
Un amigo de Paraná más tarde afirmó que son jejenes. Son chicos, no los ves, pican peor que los mosquitos, la roncha pica más. Ese “no los ves” me dio la idea de que pueden haber estado en mi habitación, y ahí si pueden haber picado en el cuerpo porque dormí en cueros. Una vez que pensé esto encontré un jején muerto al lado de la cama. Son chiquitos, muy chiquitos. Y buscando en internet me enteré de que a diferencia de los mosquitos no solo succionan, sino que muerden, y por eso pueden dejar ese puntito rojo en la roncha.
Cuando a la tarde salí a dar una vuelta, pasé por la recepción. Lloviznaba, y un empleado me ofreció un paraguas. Tanta solicitud me sugiere que quedé catalogado como el loco de las pulgas, y que ya todos me conocen y conocen los detalles de mi reclamo. Les dije que ahora había cambiado mi teoría, y que pensaba que eran jejenes. Ahí sí coincidieron. Están en todos lados, pican peor que los mosquitos, hay que usar repelente todo el tiempo, incluso si estás adentro.
No quise buscar el origen del nombre jején. Seguramente internet podría despejarje la duda, pero yo decidí que viene de jeje, que es un bichito que se ríe de vos mientras te muerde, sabiendo que te jode, jeje, y que la roncha pica mucho, y espero que no durante mucho tiempo.

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