La vacuna que no festejó nadie

Cuando llegó el corona muchos dijeron que era apenas una gripecita. De eso pasaron al pánico, a paranoiquear con el desabastecimiento y, sobre todo, la muerte inminente. En esa época, no hace tanto en tiempo normal, salíamos a aplaudir todas las noches al personal de salud. Tratamos de mantenernos conectados virtualmente, y de ir procesando cuarentena, siguiendo la curva de contagios, y entrando en modo pausa, o ahorro de energía. Muchos la pasaron, y la siguen pasando horrible. Sin laburo, hacinados, asustados, sin poder dormir, angustiados por el encierro, la soledad, la distancia de los seres queridos, la falta de abrazos o de sexo. El horizonte era incierto, y esto podría haber durado indefinidamente.

Pero ahora la cosa cambió. Los ensayos muestran que las vacunas están funcionando bastante bien, y ahora tenemos un horizonte de vacuna, no abstracto, sino real. Obvio que con cautela, porque tenemos que llegar al año que viene, y porque todavía faltan las pruebas concluyentes, y masivas. Pero resulta un disparate, un reverendo disparate, que no haya habido algún festejo. Un nacional suspiro de alivio. Un aplauso a las 9 de la noche. O mejor dicho: no me importa tanto la demostración externa, sino lo insólito de la respuesta a esta buena noticia.

Argentinada, o naturaleza humana: estamos sesgados hacia lo negativo, y como argentos nos empoderamos desde la queja. Somos chinchudos, y punto. Y no tiene que ver con la grieta, porque los pachorra zombies son todos. La pandemia les sacó la capacidad de festejar algo festejable. Y si esto no es festejable, entonces muy pocas cosas lo son. Que millones hayan salido a festejar la pelotudez biónica de ganar un mundial, frente al silencio taciturno de ayer, o de hace unas semanas, llama la atención.

Exagero, solo para empujar una argumentación. Entiendo todo, eh. Que todavía faltan meses. Que hay que ser cauteloso. Que va a ser arduo hacer funcar una cadena de producción para generar esas millones de dosis. Pero esto cambia las cosas, y de manera radical. Porque además la vacuna va a tener precio razonable, podría haber costado 50 mil dólares la dosis y que se la den solo los millonarios.

Tenemos una circuitería rara. Perder 20 pesos y ganar 20 pesos no nos afecta igual: tenemos un sesgo fuerte hacia lo negativo. Nos pesa mucho, mucho más la tragedia que la comedia. Crisipo de Solos, que vivió 300 antes de Cristo, lo sabía. Y por eso recomendaba hacer ejercicios de visualización negativa. Imaginar, visualizar de manera específica y nítida todo lo que podría salir mal. Incluyendo la muerte de tus famliares, y tu propia muerte. Paren justo antes de morbo, pero sirve. Sino todos tendemos a dar por descontado lo que tenemos, y nos desmoronamos cuando dejamos de tenerlo, sin agradecerlo nunca.

La proliferación de la queja y el pesimismo tiene algo pavote también. No es nada heroico quejarse y avisar que todo es una porquería y cada vez será peor. Es una ley física: se llama entropía. Todo, pero todo lo que está, va camino a su aniquilación. El universo también está tuneado hacia el enchastre y la descomposición, incluso lo más excelso y bello va a ser un vómito negro y frío orbitando alrededor de nada. El universo, toda la historia, todos nuestros sueños y desvelos es, a cierta escala, un pedo en un canasto. Entonces no te hagas el canchero avisando lo que ya todos sabemos. Lo sos groso sabelo es intentar algo yendo a contramano de esa ley que se nos impone a todos. Si sos quejoso, sos un vago, y sos un torre y una obviedad. Te escucho, te pongo la oreja, pero hacela cortita, porque el universo ronronea ese mismo villancico, y el tiempo se acaba.

Ahora hay horizonte de vacuna, y no se escuchó ni una pandereta. Incluso en el facebook rankea más el llanto fingido de Brandoni que eso. Tenemos la circuitería armada para sobrevivir en la sabana africana comido por leones y asesinados por el hambre. Donde todo lo que puede salir mal, sale mal muy seguido, y entonces rajamos y nos enojados y entristecemos por las dudas. Pero estaría bueno bajar una actualización del software y ser menos pelotudo y zombie, y reconocer y aceptar que a veces las cosas salen bien, y agradecer, y avanzar hacia un horizonte menos horrible del que imaginamos hace unas semanas o unos meses. Aunque eso significa salir del lugar cómodo de la queja y el bajón.

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