Después del brindis

Ayer, después del brindis, me fui a bolichear. Estaba bailando con intensidad, atravesado por la música, transpirando. Así quería empezar el año. Perdido entre las luces y el bombeo electrónico, vi que un tipo barbudo, en cueros, me sonrió, se abrió paso entre la gente, y me vino a saludar. Me dio un beso, me abrazó. Disculpame, pero no sé quién sos, le dije. Se rió, y ahí le reconocí la risa. Salí con él seis meses, hace unos años. Fuimos incluso de vacaciones juntos a Brasil. Ah, ¿qué hacés, todo bien?, reaccioné.

Me acordé de Keith Jarrett, el pianista de jazz, famoso por sus largas improvisaciones. Le preguntaron en 1992 sobre su famoso concierto en Colonia, de 1975, elogiándolo: es el disco de piano solista más vendido de la historia, y él acotó: “Tenemos que aprender a olvidar la música, sino nos volvemos adictos al pasado”.

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