Hablar con extraños

El vacío de noticias del verano y el morbo lo hicieron de nuevo. El crimen de los rugbiers nos inunda con docenas de artículos de opinión y análisis que no aportan mucho. Repiten lo que ya sabemos, o mejor dicho, cada uno lo suma como munición para pelear su propia batalla. La gente de izquierda dice que esos pibes matan porque son chetos, como el que tiró el chancho del helicóptero (como si la violencia no atravesara todas las clases), las feministas dicen que es el patriarcado (y tienen razón), pero escuché hasta gente preguntarse por qué esto no pasa en el fútbol, siempre es el rugby. ¿Me están jodiendo? Si te gusta el fútbol, vos dale nomás, pero venir a decir que en el fútbol no hay violencia, ni patotas, o que las patotas del fútbol son distintas, porque atacan de grupo contra grupo, no de grupo contra uno solo. Así de estúpida está la gente inteligente, últimamente.

Y ojo, todos esos análisis aportan puntas, claro. Es cierto que acá se mezcla el machismo y su pedagogía, un deporte y sus rituales de iniciación y validación, los privilegios de clase, etc. Está bueno señalarlo, denunciarlo, indignarse, pero pareciera que para muchos ahí termina el ciclo. Y la solución no es putear en facebook, que nos vayamos enterando todos los días de detalles cada vez más morbosos, que sigamos repitiendo son los chetos, son los machistas, son los violentos. Hay que hacer algo más, porque esto no alcanza.

Se acaba de publicar un libro de Malcom Gladwell en Estados Unidos que se llama “Hablar con extraños”. Gladwell dice que hermos perdido la capacidad de hablar con extraños. No es que es difícil, sino virtualmente imposible. Cuando dos extraños se cruzan (extraños en el sentido de tener miradas sobre el mundo distintas), se ignoran, o se bardean. Hay una serie de problemas que surgen en esa comunicación, chispazos, distorsiones, y lo que sigue es, con suerte, el desacuerdo cordial, en el mejor de los casos, y el estallido en el peor.

Cada vez veo más esto. Cada uno vive azarosamente en un círculo de personas que comparte una visión del mundo, y cada vez se encierra más ahí. No hay penetración, no hay irrigación de otra cosa que no refuerce eso. Si querés llamarle grieta, dale. Pero el problema es que NO HAY conversación. El feminismo tiene que llegar a los tipos que cometen femicidios, y no llega, llega como bardeo. Los gays tenemos que poder hablar con los machistas irredentos, pero no hay manera. Cada uno empertrechado en sus cúpulas de eco, indignado (justamente) por el estado de la cuestión, y cada vez más convencido de que la cosa cada vez está peor, y que no hay solución. Y convirtiendo la indignación en morbo. Pero las soluciones avanzan muy lentamente, y se parece más a confirmar entre nosotros, los zurdos, los feministas, los dialoguistas, charlando entre nosotros y puteando con el puño en alto.

Este es el sistema matriz y reproductor de violencia. El encierro en el díalogo, el leer solo para confirmar, el cortar la empatía y buscar energúmenos todos los días para dejar claro que vos sos éticamente superior. El facebook es pura señalización de virtud. Emitir señales al mundo diciendo que yo soy un gran tipo señalando al otro que es una bestia. Y la cultura del linchamiento y la cancelación. Si alguien dice algo machista, homofóbico, o cheto, en vez de usarlo para conversar, lo hacemos pelota, y que se le termine la carrera. Subimos todas las perillas a once, y decidimos que decir una burrada, aunque sea repugnante, es un juicio tajante de caracter y ese tipo hay que tirarlo a la basura.

Esto está empeorando cada vez más las cosas. Nos está encerrando cada vez más, cada uno en su grupito configurable de gente copada, y bardeando al grupito de al lado que es una caterva de imbéciles y turros. Y es pura exterioridad, cero introspección. Qué es lo que vos estás haciendo para contribuir al problema y cómo, realmente, podemos intentar solucionarlo. Porque ser progre no es solo subirte al pony para revolear el dedito de la indignación moral. Es laburar pragmáticamente para que cada vez haya menos crueldad. Y para eso hay que conversar con gente antipática. Si el diálogo no entra capilarmente en estos grupos, en estas personas, vamos avanzando muy lentamente. Y además, hay acción que se impone de prepo, y luego viene la reacción, y así no ganamos la batalla cultural que tenemos que ganar.

Esto es independiente de este caso en particular. Un pibe muere asesinado a piñas y patadas. Horrible. Una familia destrozada. Y varios pibes que terminarán en cana. Y el resto levantando el dedito y luego pasando al siguiente tema escabroso. Hasta la siguiente patota de borrachos, o machistas, o chetos, o rugbiers. Consumimos estas noticias como porno nihilista, y se nos quema la capacidad de pensar más allá de las argumentaciones raquíticas que cada vez nos encierran más en lo que ya sabíamos, en nuestras certezas inamovibles. Y el resto es un gran afuera. Tenemos que volver a hablar con extraños, o por lo menos intentarlo. Además de todo lo otro que hay que hacer, pero es una ilusión pensar que esto se va a terminar metiendo a todos en cana, fusilando, bardeando.

Por lo pronto, estaría bueno que cuando alguien dice una burrada, y con esa persona se puede más o menos charlar, charlemos, en vez de caerle encima a las patadas. Ya eso sería un avance. Creo.

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