Erick, con K

[16 de Noviembre de 2002, Cafe 52, New Jersey]

A continuación una serie de viñetas que tienen a mi vecino de arriba como protagonista.

– Un mes atrás

Cuando vuelvo de la peluquería encuentro un cartel pegado en mi puerta. “Esperame a las 18.30, voy contigo a ver Nueve Reinas. Erick”.

Media hora después, mientras me afeito frente al espejo, lo veo asomarse por la puerta a mis espaldas.

¡Feliz cumpleaños, papá! – grita y me abraza – ¡Guau, hombre, vaya corte de pelo! ¡Te queda muy bien, con ese look tan Backstreet boy! ¡Estás que ardes pues!

Me apoya un dedo en el pecho y suelta un “¡Pssst!”, lo retira enseguida y se lo sopla, como si hubiera tocado un objeto incandescente.

– Una hora después

Chris también viene a ver Nueve Reinas. Llega apurado, deja su mochila en mi habitación y corre al baño. A los 15 minutos vuelve con una sonrisa pícara en los labios. Cierra la puerta sigilosamente y me comenta, murmurando: “Había un potrillo en el baño afeitándose.” Con el gesto semisenusoidal que muchos reservan para las tetas de Pamela Anderson me describe los pectorales del equino.

Erick.

YO: Es Erick, el portoriqueño del que te hablé. Viene a ver la película con nosotros.
CHRIS: No, no es él. Le pregunté si conocía a Christian, el chico que estudia computación y que vive abajo, y me dijo que no.

Salimos de mi departamento, el boom-boom-chi-boom-boom aturde desde el piso de arriba. Me asomo al hueco de la escalera y grito: “Papi, ¡vamos de una vez que se hace tarde! ¡Terminá de una vez con las cremitas!”

Se escucha la risa sonora de Erick y luego sus pasos apresurados en la escalera. Ve a Chris, lo reconoce y se golpea la frente, levemente avergonzado.

ERICK: ¡Ah, pues eres tú el amigo de Christian! Discúlpame… ¿cuál era tu nombre?
CHRIS: Chris.
ERICK: Yo soy E-
CHRIS (interrumpiéndolo): Erick. Nunca me olvido del nombre de un hombre tan atractivo con el pecho afeitado.

– Tres horas después

Salimos del cine y caminamos rumbo a Nuebies, donde nos espera la banda de argentinos para cenar.

YO: ¿Por qué no trajiste a alguno de tus compañeros del departamento de Inglés a ver la película? Necesito conseguir novio urgente, así que tenés que conseguirme un muchacho bonito, culto, que me recite Auden…
ERICK: Pues sí hombre… ¡en mi departamento si no son gays son suavecitos como yo!

– Al día siguiente

Chris en el teléfono. Se lo escucha excitado como si le acabaran de anunciar un aumento de sueldo.

CHRIS: El otro día cuando fui al baño en tu casa… pero que tonto, como no me dí cuenta en ese momento… yo meé y me fui a secar las manos pero al pasar frente a la otra casilla vi por la ranura de la puerta que había alguien inclinado, no sentado en el inodoro, sino como inclinado…
YO: Ajah, no entiendo nada… ¿me llamaste para esto? ¿para relatarme como un desconocido se limpiaba el culo después de cagar?
CHRIS: No, la imagen me dio vueltas en la cabeza todo el día. No se estaba limpiando el culo, se estaba afeitando la ingle. Erick se estaba afeitando el…
YO: ¿Me podés explicar como llegaste a esta sentencia inapelable y tan esclarecedora con sólo mirar a través de la bendita ranura durante una décima de segundo?
CHRIS: Te digo que se estaba afeitando. Es gay. ¿Me podés explicar por qué alguien se afeitaría ahí abajo antes de salir al cine?
YO: A ver, dejame pensar… ¡ya sé! ¡Porque tiene planeado que dos maricones le chupen la pija intermitentemente mientras mira la película!

– Dos días después

Golpean la puerta del departamento. Es Erick con un cartón de leche en la mano. Viene a pedirme dos “guineos”. Cinco minutos más tarde estoy en la cocina con Erick, charlando mientras prepara el licuado con mis dos bananas.

ERICK: ¿Y cómo va tu vida con el chinito compañero de departamento, pues?
YO: Excelente, nunca hablamos.
ERICK: Ojo con el chinito que es tímido, no me lo perviertas. ¿A tí te gustan los chinitos?
YO: No, probé un par de veces, algunos son atractivos visualmente, pero no tengo química sexual con ellos, quelevasaser.
ERICK: Oh, pues yo te entiendo. Yo sólo le dí un beso a una china en el secundario y never again.

Sonrío apenas, malévolo, tapándome la boca. El lo nota, no entiende nada. Su gesto es tan cómico que no puedo evitar que mi risa desbarranque cada vez más, aún cuando intento sofocarla. Terminamos los dos a las carcajadas, aunque Erick sin entender a qué viene tanto jolgorio.

ERICK: Pues, ¿qué es lo que te pasa?
YO: Vos sabés qué es lo que los gays dicen respecto a los muchachos heteros que salen con chicas asiáticas, ¿no?
ERICK: No, pero casi me lo imagino ya.
YO: Que son gays reprimidos�
ERICK: ¡Ave María! ¡Pues yo sólo le dí un picotón!

De nuevo las carcajadas y Erick empieza a dar saltitos, como si estuviera a punto de hacerse pis encima. Sus ojotas azules hacen chic-chac al golpear la cerámica , sus joggings flamean levemente con cada brinco.

ERICK (poniéndose serio): Todos somos gays y heteros a la vez… y es que muy pocos están claramente de un lado o del otro en un cien por cien. ¿Me entiendes?

El argumento es viejísimo, lo enunció Kinsey en los 50s y lo escuché millones de veces, pero igual pongo cara de novedad y de no entender, quiero que Erick se explaye un poco más.

ERICK: Mira, es como si a la noche te cortan la luz y tu enciendes la linterna. La luz es clara, potente. Ahora, si tu tomas esa misma linterna y la enciendes bajo los rayos del sol del mediodía…
YO: No entendí un carajo la metáfora, pero bueh…
ERICK: Si, creo que te lo podría explicar mejor en inglés, ¿pero tu más o menos me entiendes no?
YO: No… Quiero decir sí, por supuesto.

– Al día siguiente

A las 11 de la noche, con la vejiga que revienta de Diet Sprite subo al baño, meo, sacudida y lavatorio.

Sobre el estante, frente al espejo, observo una parafernalia de frasquitos, aerosoles, cepillitos, esponjas y pomos. Erick aparece en el espejo, acaba de salir de la ducha. Mientras me seco las manos con una toalla de papel bajo ampulosamente la cabeza y hago un paneo lento recorriendo el desparramo de cosméticos. Toso afectadamente y me alejo hacia la puerta.

Escucho el grito de Erick a mis espaldas: “¡Pues tú sí que eres implacable, papá!”

– Tres días después

Otra vez me afeito frente al espejo. Erick sube y baja las escaleras varias veces, está lavando ropa en el subsuelo. Cada vez que pasa entra un segundo y charlamos de bueyes perdidos: el gimnasio, las clases, el clima, sus lecturas, la música ultra chilled que me prestó para que escuche.

Después lo oigo subir y bajar un par de veces más pero ahora sus pasos no se detienen en mi puerta. Justo cuando me distraigo lo veo de nuevo a través del espejo, asomado a la puerta. “Papá, ¿vos te bañaste esta semana?” – pregunta.

Es viernes. Yo giro la cabeza con la cara llena de espuma y lo miro en silencio. ¿A qué vendrá la pregunta?

Sigo en silencio, el comienza a retroceder hacia la puerta, sale, baja las escaleras. Escucho sus carcajadas en el subsuelo.

– Al día siguiente

“Ahora voy para allá, guardame un lugar” – me dice Erick. Me lo acabo de cruzar cuando voy rumbo a Café 52.

Aparece a los diez minutos vestido con unos joggings, alpargatas, sus anteojos de marco negro y una campera inflable. Le señalo la silla enfrente de mi mesa pero duda un segundo.

ERICK: ¿No te molesta si te pido un gran favor?
YO: No, ¿qué pasa?
ERICK: ¿Me dejás sentarme de ese lado?
YO: No hay problema, pero con dos condiciones. Uno, tenés una excelente razón para pedirme el favor. Dos, me la contás.
ERICK: Okay.

Cambiamos lugares.

ERICK: Bueno, ahí voy: ¿ves esto? – se señala el cuero cabelludo, justo detrás de la oreja. Tiene un circulito casi invisible donde le falta el pelo. – Lo tengo de nacimiento. Me lo pinto todas las mañanas, pero hoy salí apurado de casa. Si me siento del lado del pasillo, siento que todos me miran y eso me pone muy nervioso.

– Media hora después

La que viene a traerme el café descafeinado que pedí es una compañera de mi clase de salsa.

YO: Guau, ¡no sabía que trabajabas acá!
DONNA: ¿Sí, no me viste nunca? Bueno, como tuve exámenes hacía como una semana que no venía…

Donna es muy simpática, hablamos muy poco pero desde el primer día hubo una corriente de complicidad afable. Cruzamos miraditas y sonrisas cada vez que al húngaro que enseña le agarra uno de esos mini-ataques inexplicables porque alguno de los asiáticos se enredó con algún paso. El último sábado evitamos mirarnos la cara durante toda la clase para no tentarnos: a los cinco minutos de empezada la clase descubrimos un chupón circular en el cuello del húngaro y otra mancha violeta gemela en el cuello de una de las concurrentes.

Le presento a Erick, se saludan.

ERICK: No te ofendas, pero el otro día no pude evitar escuchar una conversación tuya con otra chica… ¿asi que bajaste 30 kilos? No me puedo imaginar como serías con 30 kilos más.

Donna tiene esa energía avasallante que convierte transmuta torpeza en sensualidad. Sus camisas, aún en invierno, apenas le cubren el ombligo y usa los jeans de tiro más bajo que los de Madonna en el video de American Pie. Donna no solo perdió 30 kilos en 4 meses, sino que terminó en la pole position de la moda teenager. Las tetas le quedaron redondas, eso sí. Salgo del sopor momentáneo y vuelvo a la conversación.

… y yo me resistía, pero el dueño del café insistió que tenía que probar todas las tortas que se venden acá, que sino no sé si vendo una de Ricotta o una de chocolate blanco – dice Donna, con el tono con el que las víctimas presenciales describen un asesinato. – Yo nunca desde que empecé la dieta había comido alimentos calóricos después de las 6 de la tarde… y ese día me tuve que tragar las tortas una tras otra a la una de la mañana.
ERICK: Sí, entiendo totalmente lo que decís. Yo también bajé 25 kilos en tres meses y haciendo prácticamente lo mismo: mucho gimnasio, mucha pechuga de pollo, pocos lácteos y nunca comer hidratos pesados luego de las 6 de la tarde…

Lo que sigue es la charla chispeante de dos gordos anónimos que se reconocen y juguetean felices en su arenero fat free, emancipados para siempre de la tiranía del dollar menu de Mc Donalds, los chocolates Hershey y el Chubby Hubby de Ben & Jerry´s.

Donna se aleja finalmente, a pesar de que Erick sigue estirando la conversación obesa a niveles ridículos.

ERICK: ¿Qué linda es esta chica, no? Me encantan los rasgos italianos que tiene…

“Sí, es bárbara”, digo yo, mientras saco del bolsillo de la mochilla dos brownies que compré a la tarde, con la oferta 2 x 1 de Au bon Pain. Le convido uno a Erick. Son la 1.30 de la mañana.

– Anteayer

ERICK: Sí, es verdad, en el caso de los hombres, el sexo es una mímica frente a un espejo. Ufff, estuve leyendo mucho Lacan para uno de mis cursos este semestre… Lo que quiero decir es que más que la satisfacción de la mujer, el hombre busca una constatación de su propia masculinidad. Un certificado de calidad de su hombría.
YO: O sea, se pajea acompañado.
ERICK: Claro, sí.

Hace rato que ambos suspendimos nuestras lecturas escolares y nos enfrascamos en una conversación zigzagueante. Café 52, Donna no está, pero hay otra aún mas bonita, aunque carente de simpatía.

ERICK: Esa chica me encanta… Donna es muy linda pero ésta pasó al primer lugar.
YO: ¿Y en qué lugar esta la lesbiana con la que hablabas cuando llegué?
ERICK: Uf, no… estaba lleno el lugar y le pregunté si me podía sentar con ella. Yo me puse a leer pero ella se largó a contarme que es stripper y que tiene como 8 novios a la vez y me empezó a contar historias…
YO: ¿Historias? ¿De lesbianas? Si esa mujer no era lesbiana yo soy la rana René…
ERICK: ¿Te parece? Lo cierto es que empezó con sus historias y yo acá leyendo Shakespeare y ahora me da vueltas la cabeza y veo a Lady Macbeth sacándose la ropa mientras se refriega contra un tubo cromado… mi cabeza es como un carrousel con el catálogo completo de Victoria´s Secret.
YO: Ya se te vá a pasar…

Me pide que le cuente un poco de mi vida social y sexual. Le cuento brevemente: Jason, Jhonatan, Pluto. Tres tristes tigres comen trigo en un plato de enredos sexuales. Le pregunto como está su vida sexual.

ERICK: Yo ahora decidí ser célibe. No tengo nada contra tu visión de las cosas, no trato de imponer lo mío. Yo ya tuve mi temporada descontrolada y ahora quiero estar así como estoy (antes de que venga la stripper a sentárseme enfrente). Quiero que cuando vuelva a tener sexo con una mujer tenga un sentido más completo. ¿Me entendés?

Lo miro con cara de “No”.

ERICK: Sí, es como cuando vas a comer carne. Yo quiero que la próxima vez que coma carne sea con salsa, que esté bien marinada, con una guarnición… ¿me entendés?
YO: Pero si la carne es muy buena, a veces la mejor manera de comerla es sola, bien caliente y hasta obviar el cuchillo y el tenedor… comerla a los mordiscones…

La charla se vuelve espesa y confesional, luego cristalina y burbujeante. En tono confesional le explico a Erick que mi periplo ha sido accidentado, pero sensato: “A los 15 años intenté con resultados patéticos ser heterosexual, a los 25 años fui puto hasta la médula y las mujeres me daban asquito sexual, a los 32 años si se plantea un trío con una mujer y un hombre, lo negocio, siempre y cuando tenga el tipo funcione como backup”.

No me gusta el tono de mi afirmación, parezco un dealer a punto de transar droga. Yo quiero mi pedazo por qué no me lo dan. Erick me da su pedazo, cumple con su parte de la transacción, me entrega su confesión.

“Sí, yo tengo muchos amigos gays. Voy a bailar a boliches gays porque los DJs siempre son mejores que en los lugares straights y la música muy superior. El jefe de mi trabajo anterior era gay. Muchos de ellos han insistido en que parezco gay y seguramente lo soy, solo que no me doy cuenta”.
YO: Que injustos que son…
ERICK: Lo cierto es que yo ya hice mi exploración. Una vez fui a “La escuelita” en New York…
YO: ¿O sea que para ver si eras gay o no fuiste a La Escuelita? Yo sería heterosexual si hubiera ido a decidir la cuestión a semejante antro…
ERICK: Pues, mira. Yo fui allí con amigos y de pronto, estaba bailando y aparece este hombre gigantote de músculos, portoriqueño, un dios caído a la tierra. De a poco se me fue acercando en la pista de baile y todos los que estaban ahí se le querían tirar encima. Terminamos dándonos besos en la pista…
YO: ¿Besos de lengua? ¿Slurp, slurp?
ERICK: Sí, de esos. Pues estuvimos 5 minutos dándonos besos en la pista. Yo me fui a mi casa y pasé cinco días meditando el asunto.
YO: ¿Cuántos minutos fueron de besos de lengua en la pista?
ERICK: Cinco. Y cinco días meditando, hasta que al final me dije “Erick: si necesitas meditarlo tanto y ni siquiera estás seguro de si te gustó o no, entonces debes ser heterosexual”.
YO: Si puedo acotar algo… la primera vez que besé a un hombre tampoco me gustó. Como todo, besar requiere práctica. Nadie lo hace bien la primera vez… y cómo cualquier arte, es 10% de talento y 90% de transpiración… o mejor dicho, salivación.
ERICK: Puede ser. Una parte de mí por supuesto que disfrutó del momento… pero en comparación las mujeres me gustan más y no tengo la necesidad de recorrer todas las avenidas.
YO: ¿Me repetís de nuevo cuántos minutos de besos de lengua fueron?

– Hace unas horas

Chris en teléfono: “¿Te dije o no te dije que se estaba afeitando el pitulín? ¿Me dás la razón ahora? Yo te dije que era gay.”

YO: No es gay, es célibe.
CHRIS: Ay, no seas ingenuo… o te gusta el bicho o no te gusta el bicho, de que celibato me hablás.
YO: Yo no veo tan imposible estar en una pista de baile, aturdido por las luces y que se me acerque una mujer linda y terminar a los besos, en joda.
CHRIS: ¿Durante cinco minutos a los lenguetazos? Te dije ya lo que ví por la ranura y vos la seguís con el celibato y la inmaculada concepción…
YO: Dale crédito al pibe… ¿no puede ser que sea evolucionado, que sea levemente bisexual y que le gusten sobre todo las mujeres? Si fuera gay perseguido, ¿para qué me va a contar los chupones con el dios caribeño al ritmo del cha cha chá?
CHRIS: Cortinas de humo. El jurado se ha pronunciado: depilación con premeditación y alevosía. Veredicto: homosexual.
YO: He dicho.

– Ahora mismo

La voz aterciopelada de Morrissey:

“Abandoné el sur,
me mudé al norte,
me siento confundido,
maté un caballo
y no puedo cambiar lo que siento…

Pero al fin y al cabo,
¿Es realmente tan extraño?
¿Es realmente tan pero TAN extraño?
Yo digo NO, vos decís SÍ
(pero cambiarás de opinión)”

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