Ollas y sartenes

Me desperté inspirado, así que me dediqué a cocinar, así armo tápers y los guardo en el freezer. Me sentí von Karajan revoleando la batuta, y picando verdura, rehogando, y metiendo y sacando cosas del horno. Cociné pollo con papas y batatas, puré de papas, salsa crema de verdeo. Y después comí opíparamente, y guardé todo en coquetos recipientes de colores, y quedó todo acomodado, encastrado en el freezer, como un rasti de tápers.

Después giré y vi la pila de cacharros pegoteados de verduras, con aceite, la pileta desborada, sin lugar para lavar, esquivando cosas en el piso, corriendo otras para abrir los cajones. Ahí entendí eso de adoro cocinar pero odio lavar.

Bajé la cabeza y me puse a lavar, refregando, con la esponja, la esponjita, el detergente. Cuánto laburo. Menos laburo que cocinar, pero se siente bien distinto, pensé. Ah, claro, porque cuando terminás de cocinar todo ese laburo te lo comés. Ahí está la solución: deberían vender ollas, sartenes, tablas, que cuando terminás de lavarlas te las comés.

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