Revolviendo estrellas con un cucharón

Estuve revisando la traducción de Mientra agonizo, de William Faulkner, que gentilmente me pasó que hizo Jesús Zulaika. Jesús usa términos más españoles, que suenan raros al oído argentino, así que decidí retocarla. Una de esas palabras es cazo. El cazo es un elemento de cocina, o de granja, y estuve investigando qué es, y cómo traducirlo al castellano argentino. Tarro, pensé, no, jarro, no, cacerola, no, cacharro, tampoco. Al final, buscando en la web, encontré fotos, y decidí traducirlo como cucharón, porque tiene un único mango largo, no dos asas (como las cacerolas), ni un asa (como un jarro).

Darl, un joven granjero pobre, piensa en el agua, y habla de su sabor. De cómo sabe cuando está en un balde de cedro. Dice esto:

“Un día, de chico, aprendí que el agua sabe mucho mejor cuando ha estado un buen rato en un balde de cedro. Fresca pero no helada, con un ligero regusto parecido a ese olor del cálido viento de julio entre los cedros. Tiene que haber estado como mínimo seis horas, y beberse de una calabaza. El agua nunca debe beberse de un recipiente de metal.”

Recién me acabo de dar cuenta ahora, al leer esto. Darl es un sommelier de agua, y se adelantó a tantas tendencias palemeras. Habla incluso con el vocabulario de las etiquetas de vino “regusto”, “cálido viento de julio”, y señala cómo debe almacenarse, cuántas horas, y qué tipo de vaso usar. El párrafo sigue, y aparece el cazo.

“Y por la noche sabe aún mejor. En aquel tiempo solía echarme muchas veces en el camastro del zaguán, a la espera de que todos se durmieran, y entonces me levantaba y volvía a buscar el balde. Normalmente estaba oscuro, muy oscuro; la quieta superficie del agua era un agujero redondo en la nada, y antes de hacerla volver a la vida al agitarla con el cazo quizá veía una estrella o dos en el cubo, e incluso en el mismo cazo cuando me inclinaba sobre él para beber. Luego crecí, me hice más mayor.”

La escena es bella. Un chico, de noche, tiene sed, se inclina sobre un balde de cedro lleno de agua, un manjar para entendidos. Y ahí ve un agujero negro, y ve reflejada en el agua negra el cielo estrellado. Toma el cucharón, y con ese cucharón revuelve el agua, y la hace volver a la vida. Es una especie de mago, pero con cucharón en vez de varita mágica, y hace que el agua vuelva a la vida, pero también hace que las estrellas vuelvan a la vida.

Agua que es cedro, que es nada, que es negra, que es cielo, que es estrellas girando. Faulkner es de la estirpe de heráclito. Nada en Faulkner es estacionario, todo se mueve, todo muta, todo se transforma. Pero no termina ahí. Cuando fui al texto en inglés encontré que la oración dice esto:

“It would be black, the shelf black, the still surface of the water a round orifice in nothingness, where before I stirred it awake with the dipper I could see maybe a star or two in the bucket, and maybe in the dipper a star or two before I drank.”

La palabra cazo, o cucharón, en inglés es dipper. Y en inglés hay dos constelaciones que son dippers, big dipper y small dipper. O sea, hay una constelación Cucharón grande y otra Cucharón chico. Solo que en el hemisferio sur no les decimos cucharones, les decimos osas. Son la Osa mayor y la Osa menor.

Fíjense entonces que Darl toma un cucharón para revolver agua, revuelve estrellas, y esas estrellas que están en el cielo también son un cucharón. ¿No es elegante y bello? En inglés es todavía mejor, porque la palabra dipper aparece dos veces. La primera dice “las volví a la vida con un cucharón” (ahí todavía las estrellas y el corazón son dos entidades separadas) pero unas palabras después, en la misma oración, las estrellas y el cucharón ya se fundieron, porque dice “podía ver en el cucharón una estrella o dos”, o sea, las estrellas ya entraron al cucharón.

O la otra manera de leerlo es espejada. Quizás nuestros antepasados, que vieron cucharones en el cielo, pensaron que un dios usa esos cucharones para revolver el agua del cielo (efectivamente, las estrellas giran en el firmamento). O lo que está diciendo Faulkner es que este granjero pobre es también un dios en potencia, o efectivamente un dios, capaz de dar vida a estrellas en un balde o en el cielo. O quizás es Faulkner (o Darl) el que descubre (y revela, a través de lenguaje, lenguaje mágico) que hasta el gesto más elemental de tomar agua de un balde es trascendental, galáctico, divino.

Hoy casi no se lee a Faulkner. Y es una lástima. (Igualmente la conexión entre las estrellas del balde y las constelaciones es intraducible sin una nota al pie de página.)

Se llenaron los dos turnos del taller de lectura de Mientras agonizo que estoy dando, pero voy a abrir un nuevo horario los jueves de 19 a 21 horas, a partir del jueves que viene. Serán 3 encuentros. Cualquier cosa me mandan privado.

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