Otra cosa, mariposa

Otra cosa llamativa del corona: la inexistente o pavotísima respuesta de los “intelectuales” frente a la pandemia. Todo lo que hacen es reflotar lo mismo que dijeron siempre, pero suena todo apolillado. Los zurdos, que es el fin del capitalismo, los ecologistas, que la Tierra nos habla, los progres, que se viene el neofacismo. Todos chocolate por la noticia. Mucho hippie con OSDE recitando los mismos villancicos de noviembre 2019. Y mucho neurótico empoderado, por derecha salen a cacerolear, por izquierda, esperan que Larreta se mande otro moco así se les activa la circulación y expectoran sus cartas abiertas. Todos enamorados de su enojo pre-corona. Pensamiento vetusto, fiaca, rezongón, atado con alambre. Y encima amish, porque muchos son anti-ciencia, y anti-tecnología, y solo se sienten cómodos revoleando opiniones, apenas sobrevolando el nivel de chusmerío. Así que si los dejás te salen con algún delirio conspiranoico como si fuera el acabóse del empezóse del terminóse.

La creatividad, la vitalidad, el pliegue, está en los memes, en el humor. Gente rota, por ejemplo, la capilla Sixtina de este corona. No solo porque está excelentemente producido, sino porque hasta las respuestas “rotas” de la gente son más locas, más coloridas, más asumidas de lo que está pasando. Ahí está el seguimiento en perpetuo presente de lo que nos pasa. Y porque tiene un efecto muy especial: me río de lo loco de la respuesta, de lo exagerado, de lo torpe, y luego los entiendo, empatizo, me dan ternura, y me doy cuenta de que expresaron algo que yo también siento, y lo hicieron con mejores trazos, más definitivos.

Ayer vi una charla de una hora entre María Gainza y Mariana Enriquez, dos escritoras excelentes, que publicaron en los últimos años obras maestras. Sin embargo ninguna de las dos tenía mucho para decir (interesante) sobre la pandemia. Sí, hicieron un punteo interesante sobre la literatura del encierro, la enfermedad, la paranoia, la soledad. Pero cuando hablaron sobre cómo ellas la viven, sonó chato e irrelevante. Puntos para las dos, que reconocieron eso mismo, incluso Mariana Enriquez dijo que le pedían opinión sobre el tema y que sentía que los escritores sirven para hablar después de que la cosa (pandemia) pasa, que no tiene mucho para decir, y que seguramente tiene hasta ciertas fallas de caracter para ahondar en esto.

Lo vi a Grabois quejarse de que el gobierno hace peronismo de Recoleta. Y ayer Gainza y Enriquez hablaban de cuarentena burguesa, que no va mucho más allá del recorrido del 152. A lo sumo Villa Crespo. Pero no solo tiene que ver con eso, sino que frente a la muerte, muchos responden con parálisis, pastillas, tinto, yoga, y la palabra (neurótica) deja de ser comunicativa o exploración interna. Y hay también mucha fiaca intelectual, mucho sedentarismo de opinión. El problema no es que estamos encerrados (físicamente) ahora, sino que desde hace bastante estamos mentalmente encerrados, en nuestra comodidad, en nuestros hábitos, en nuestras opiniones, en nuestras afinidades. Y nuestro empoderamiento ciudadano es el del reclamo, la demanda, el ladrido. La ilusión del control, su simulacro: sentir que porque nos enojamos, porque puteamos a este o aquel imbécil, nos afirmamos, nos potenciamos. Somos esencialmente reactivos: y esto que pasa pide que hagamos nuevo, y hagamos distinto, porque por primera vez quizás en nuestras vidas esto es algo nuevo y distinto.

También ocurre una extraña inversión. Nos damos cuenta ahora de que vivíamos una vida lujosa, malcriada. Salíamos, nos abrazábamos, comíamos en restaurants, íbamos al cine o al museo, viajábamos. Y los opinionadores laburaban de quejarse de todo lo que no teníamos y nos faltaba. Ahora vivimos esta nueva realidad achicadísima, y no tenemos tantas ganas de seguir escuchando a los quejosos, y encima fiacas, con las mismas quejas de siempre. Ya los datos duros de la realidad cumplen con darte ese cachetazo mala onda. Además los pesimistas crónicos la tienen fácil, vivimos en un universo entrópico, entonces siempre las cosas van a terminar mal. Eventualmente todos nos morimos y nos comen los gusanos, qué vivo. La cuestión es qué pasa en el medio, camino a eso. No tengo ganas de que me cuenten, justo ahora, que todo se va a ir al carajo, cuando ya se fue al carajo. Los negros con el cajón al hombro también lo saben (en una versión se les cae, y rueda el muerto), y siguen bailando, haciendo el pasito.

(Yo también me atajo: no sé bien qué escribí, pero ya desde hace semanas vengo escribiendo cosas que reescribo varias veces, y luego no publico, y me las envío a mi propio email para leer como diario con delay, dentro de meses o años, y tampoco sirve).

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