Figura y fondo (en Faulkner)

En las últimas semanas estuvo dando talleres virtuales, y mirando muchos vivos. Es una manera de entrar en la casa de otros, y de chusmear el fondo. Porque me pasa eso: en vez de mirar a la persona que me habla, la figura, me asomo al fondo. Se escucha un perro, un pibe entra y reclama la merienda, un marido pregunta a qué hora está la comida, atrás se ve apoyada un secador y un trapo. Antes le presentábamos al mundo una versión prolija y sanitizada, y el instagram era un pavoneo de nuestras aspiracionales vidas cool. Lo lindo que se nos ve de viaje, lo musculados que se nos ve en el gym. Ahora el paisaje de fondo son los platos sin lavar, y no se te ve tan Mister Músculo cuando levantás bidones o gomas de auto.

Hasta los vivos que hacen las “celebridades” tienen estas distracciones: correte que quiero ver qué es eso de allá atrás. Y más si solo asoma una mano, o una silueta borrosa se agacha y pasa. El caso más singular pasó en la casa de mis padres, que tienen un sistema de seguridad instalado en la casa, y cámaras. Mis padres están todo el día en casa, un poco aburridos de tanto Netflix, así que deben mirar mucho esas cámaras. Las que muestran la entrada, hacia la vereda, y especialmente la del jardín, y el quincho, y el patio. Ahí en el patio, a las 2 de la mañana, de pronto, se materializó un mancha de luz, un fantasma flúo, plateado. Aparece durante varios minutos, apenas pulsando, y al final se apagó, con una especie de click repentino. Pero antes, apenas un segundo, asomó un brazo diferenciado, saludó con una mano. Onda chaucito, nos vemos.

Hoy tuve varias charlas con la gente de Cablevisión. Los detesto minuciosamente, cada dos meses tengo que reclamar que me cobraron cosas que no consumí (pack de fútbol: llamé enardecido y dije no me gusta el fútbol, soy gay, siempre me mandaron al arco, ¿y ahora me metieron 3 packs de fútbol a $500 cada uno?). Apenas me baja el enojo con las tonadas caribeñas o cordobesas, pero hoy tuve que llamar 3 veces, y cada vez fueron, por reloj, entre 30 y 40 minutos. Parece que ahora laburan desde las casas, porque al tedio de los trámites se agrega ahora el reguetón que retumbaba en la casa de uno, el perro enloquecido en el de otro, la voz robótica cortada de mal skype o lo que sea en otro. Cuando les tiré un poco sutil “¿hay mucho ruido, no? No escucho bien”, del otro lado contestaron con un “Sí”, seco. Que significa y qué querés que haga si encima de este laburo tremendo tengo este perro loco / este hermano reguetonero / esta pc del 2008.

Nos bajaron de lo cool y aspiracional y nube de pedos del instagram y sus petulancias, al galpón de cachivaches que es nuestra vida real (y facebook), mucho ruido, pocas nubes, mundo fondo desordenado que se come nuestra figura cada vez más borrosa. Estamos perdiendo el contorno, nos volvemos porosos, esponjosos, una inminente disolución.

En ese pensaba también estos días, mientras leíamos Faulkner y lo charlábamos con los distintos grupos del taller de lectura. Mientras agonizo, se llama el libro, pero mejor pensarlo con sujeto: mientras el “yo” agoniza. El yo como centro controlador y ordenador de la realidad. Cuando eso agoniza, podríamos disolvernos. Darl, el pibito “colgado” de la novela, lo dice así, lo dice muchas veces, como puede, y puede mucho porque lo habla Faulkner.

“How do our lives ravel out into the no-wind, no-sound, the weary gestures wearily recapitulant: echoes of old compulsions with no-hand on no-strings: in sunset we fall into furious attitudes, dead gestures of dolls.”

“Cómo nuestras vidas se deshacen hacia el no viento, el no sonido, los cansados gestos cansinamente repetidos: ecos de viejas compulsiones sin manos ni ataduras: al atardecer recaemos en furiosas actitudes, muertos gestos de marionetas.”

Hay muchos párrafos dedicados a describir esa disolución del yo que agoniza. En ese párrafo parece feo, parece muerte. Pero en otros no. Hay otro párrafo donde Faulkner vuelve a usar incluso la misma frase verbal: ravel out.

“If you could just ravel out into time. That would be nice. It would be nice if you could just ravel out into time.”

Si pudieras deshacerte y volverte tiempo. Eso sería lindo. Sería lindo si simplemente pudieras deshacerte en el tiempo”.

Pero como es Faulkner, la filosofía no es solo ideas o palabras, sino que es física, material. El yo amenaza disolverse literalmente, y hay una familia que intenta cruzar un río desbordado, y ese meterse en el río es un enchastre. Cuando la familia intenta vadear el río con la carreta, lo describe así.

“Cloquea y murmura entre los radios de las ruedas y en los corvejones de las mulas, amarilla, preñada de restos flotantes y de espesas bolas de espuma sucia, como si estuviera sudando, como si sudara ese sudor que cubre la piel de un caballo exhausto.”

¿No es genial que el agua “cloquee” como una gallina, y luego murmure (hable), luego esté preñada (viva, hablando, pero además con otra vida adentro), y después sude, espuma, y ese final con un caballo sudando, para describir algo inorgánico como el agua? Faulkner es un animista, panteísta o un pagano, es inclusive para todes les reines de la naturaleze, el mineral, el vegetal, el animal, el humano. Su prosa los cruza y los vincula todo el tiempo, usa uno de ellos para describir los otros.

Un poco antes la familia se prepara para cruzar el río. Están con la carreta, y la carreta la tiran unas mulas. Sobre las mulas, Faulkner dice:

“También ellas respiran ahora con un sonido hondo y lastimero; miran hacia atrás, sólo una vez, y sus ojos nos recorren con una salvaje y triste y profunda y desesperada expresión en ellos, como si hubieran ya visto en las espesas aguas la forma del desastre que ellas no podían expresar y nosotros no alcanzábamos a ver.”

Las mulas como oráculo. Y que nos miran piadosamente. (Me acordé de los animales avanzando sobre las ciudades en estas semanas).

La forma del desastre que no alcanzamos a ver. El yo que agoniza, y con él las nociones de orden y control. Vadear como sea el río inflamado. Podríamos deshacernos en el tiempo. Y una frase de Darl, al final de un capítulo, Darl, que no puede dormir, que siempre está despierto mientras otros duermen, como muchos en estos momentos, desanclado, en duermevela:

“Cuántas veces he estado acostado bajo un techo extraño golpeado por la lluvia, pensando en el hogar.”

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