Peores, mejores

Mal dormido, zombie, pavote de cuarentena, juro que no sé por qué quedaba un cachito de Listerine, y en vez de tirarlo lo puse en una tacita, tiré el frasco de plástico, y lo puse en la heladera. Miembros del jurado: de nuevo, no sé por qué hice nada de eso, no sé por qué hice eso en secuencia, el Listerine juega un papel accidental en mi vida. Me olvidé del Listerine, y siguió el destino de tantas cosas guardadas en tacitas en la heladera, van siendo empujados por huevos, cachos de queso, botellas de agua mineral llenas que les queda solo un poquito. Las cosas en la heladera van derivando glacialmente, deslizándose, empujándose, tectónicas. Hoy me desperté, me tosté un pan que saqué de la heladera, le puse un poquito de dulce de leche, lo hundí en un Toddy. Y todo tiene gusto a enjuague bucal. A remedio, químico, buche, eucalipto radioactivo, guácala. Estas son mis crónicas de cuarentena, y al que no le gusten, tengo otras peores, mejores.

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