Crónica de viaje (I). Sao Paulo. Día 1.

Estuve meses programando este viaje, buscando información turística, estudiando mapas, haciendo reservas, comprando pasajes. Y armando listas para empacar todo lo necesario. Pasé por distintos estados de ánimo: imaginando los peores escenarios y pensando en llevar de todo, luego recordando que cargar una valija + una mochila pesada es muy cansador. Los últimos días hice listas con lo que necesitaba empacar y esta vez, sí, armé la valija con bastante antelación. Y fue cuando llegué a Sao Paulo y me pegué un baño y me dispuse a vestirme que me di cuenta que traje un montón de cosas, pero me olvidé de empacar calzconcillos. Medias, remeras, algún buzo, ojotas, bronceador, kindle, lapiceras, papel, curitas, talco, todo eso sí, pero calzoncillos no, eso me lo dejé allá. Porque como en el cuento La carta robada de Edgar Allan Poe, la mejor forma de esconder algo es exponerlo a simple vista, y se nos funde forma y fondo cuando algo lo vimos demasiadas veces y lo damos por descontado, sea eso el empapelado de la pared, la pareja con la que vivís, o los calzoncillos.

Leave a Reply