Cuba libre, un viaje, 1

Los días previos a la salida

Acá estoy munido de mi munición: mi libretita con 40 páginas de notas, la música suave, la pantalla, el recuerdo todavía vivo (¿Qué gusto tiene el recuerdooo? Saladooo), la piel tostada Caribe, la ropa sucia apilada al costado, la arena todavía en los pliegues y las ganas nuevas de escribir.

Fue así: Ariel me llamó y me dijo: -Christian, ¿te acordás que me gané un viaje a Cuba el año pasado?

No, no me acordaba.

-Sí, boludo, si te conté. Fue en esa fiesta de agentes de viajes. Me gané un viaje a Cuba para mí y para un acompañante. Son 12 noches en hoteles 5 estrellas all-inclusive. 4 noches en Varadero, 6 en Cayo Coco y 2 en La Habana.

Seguramente me contó todo esto con lujo de detalles en su momento, pero yo no lo recordaba. Dije ajá y él siguió:

-Bueno, resulta que el viaje lo tengo que usar ahora porque se vence en junio. Le pregunté a mi hermana que está en España si quería venir pero no puede. Y las demás personas a las que les pregunté no se pueden tomar vacaciones ahora, en mayo. ¿A vos te interesa?

Dije que capaz que sí. Que el laburo estaba tranquilo y que le podía pedir a Sandra 3 semanas de vacaciones del taller.

-Me tenés que contestar mañana, porque ya hay que emitir el pasaje. Yo no pago nada, vos solo tenés que pagarte el aéreo y los traslados, porque la estadía y todo lo demás está pago.
-Esperá un segundo. ¿Qué significa all-inclusive exactamente?
-Que está todo pago, la comida, todas las actividades que tenés en los hoteles (deportes acuáticos, recreación, discoteca, etcétera), salvo las que requieran nafta, por ejemplo buceo, ahí pagás un plus. También podés tomar todo lo que quieras, siempre que no sean cosas importadas. Los hoteles son gigantes, lujosos y siempre hay cosas para hacer. Yo te diría que no te lo pierdas.

Ariel me conoce y sabe que no soy fanático de la playa. Nunca le encontré la gracia a calcinarse lentamente al sol, me pongo rojo, me ampollo, me pelo y vuelvo a quedar blanco. Pero cuando le dije a mi vieja que Ariel me había ofrecido viajar me dijo que estaba loco si no aceptaba. Sandra me dijo: “Llevate libros para leer y listo”. Viviana me dijo: “¿Yo este año me fui a Córdoba re gasolera y me llovió los 4 días y vos tenés la oportunidad de irte a Cuba dos semanas a hacer la gran vida pagando solo el pasaje y vas a decir que no?” Dije que sí: desde el 2004, cuando volví a Argentina desde Estados Unidos, mis vacaciones habían sido apenas unos días en Mar del Plata y un fin de semana largo en Córdoba. Además hacía rato que quería visitar Cuba. Arreglé con Sandra (mi jefa en el taller), le pedí permiso a Diego (mi jefe en Flaptor) y le dije a Ariel que quería quedarme algunos días más en La Habana, además de acompañarlo en el periplo playero. De 12 noches extendí mi visita a Cuba a 18 noches (6 noches adicionales en La Habana yo solo, él se volvía): quería ver cómo vivían los cubanos, hundir los dedos en la realidad y ver qué sacaba, qué podía escribir, en estos momentos de transición en la historia cubana.

Quedaban sólo un par de días para terminar los preparativos. Lo principal: comprar ropa. Vivo con poquísima ropa, que lavo varias veces a la semana. No me gusta comprar ropa, vivo con lo que me regalan para los cumpleaños y con lo que compro cuando no tengo más remedio. Cuando no tengo más remedio voy a una tienda, pido varios talles de la prenda para probarme hasta encontrar la que me queda cómoda y pregunto en qué colores viene. Después pido que me den esa prenda en todos los colores disponibles. La última vez que hice esto (fue en Legacy del Alto Palermo), la chica que me atendía me clavó los ojos, decidió que era chorro, que nadie en su sano juicio compraría la misma remera en 10 colores distintos, y se negó a aceptar mi tarjeta de débito haciéndose la que no andaba la máquina (al cliente anterior le había andado perfecto). Tuve que pagar en efectivo; cada billete fue mirado al trasluz con el celo de un joyero de Tiffany.

Como en la guía Lonely Planet pintaban un panorama desesperante (¡no hay lavaderos!, ¡no se consigue hilo dental!, ¡etc!) decidí comprar la ropa necesaria para no tener que lavar nada en todo el viaje. Fui a Once, me dijeron que ahí se compraban remeras lisas y que, como vendían al por mayor, nadie se iba a sorprender si compraba muchas remeras iguales.

Fui, caminé y encontré: 8 pesos la remera. El tacaño que llevo adentro tuvo un orgasmo de los de Sting en su etapa tántrica: me puedo comprar 20 remeras de estas con lo que sale una remera Lacosse, calculé. Pedí probarme una, dudaba entre el L y el XL. ¿Puedo pasar al probador? No hay probador, señor, esto es un negocio de venta al por mayor, pero sáquese la remera acá, no pasa nada. Me dio verguenza, estuve a punto de inventar una excusa e irme, pero tomé valor y me probé la remera rápido frente a la gente que pasaba caminando por Sarmiento. Compré 40, dos de cada color disponible, salvo el fucsia, que la china del negocio juzgó inapropiado para un hombre. Me ataron las remeras en un paquete pesadísimo que arrastré por Once como un Cristo purgando los pecados de todos los impíos que compran en liquidación. En otro negocio compré 20 calzoncillos y en otro 10 pares de medias. Los dos pomos de protector solar y de crema pos-solar (antialergénicos, para la cara y el cuerpo), salieron lo mismo que toda la ropa que compré. En la valija metí la ropa, los cosméticos, más de 20 libros (una exageración, pero era imposible decidir si Cuba me encontraría con ganas de Tolstoi, Graham Greene, Sergio Bizzio, Saer, Lezama Lima, etc), muchos jabones y muchas biromes Bic (Ricardo me había dicho que allá se desesperan por los jabones y las biromes). La secretaria de Ricardo, una cubana, me pidió a último momento que le llevara a su abuelo un medicamento que allá no se consigue. Estaba listo para viajar.

This Post Has 13 Comments

  1. Joseé

    Muy bueno. Yo tengo recuerdos de un viaje de seis días en los que llovió casi todo el tiempo. Los hoteles también tenían muchas estrellas, pero en el techo: había unos huecos bárbaros por los que caía el agua en cascadas. No sé si algo de eso habrá cambiado. Yo estuve en 1996 y no sé si volvería. Me llamaron la atención muchísimas cosas que me gustaría contrastar con tu visión de ahora.
    Tengo un post en borrador sobre ese viaje, porque hace poco leí que había internet en la isla y los datos que arrojaba el artículo eran inquietantes, así que me inspiré. No es lo mío, en realidad. Esto de andar inspirándose en realidades de otros países. Me resultó un texto, digamos, doloroso, así que lo guardé.
    En el contingente al que me sumé (congreso de derecho penal, cualquiera yo ahí) había varios argentinos piolas que se pasaron de rosca mientras duró el viaje. Recuerdo puntualmente a uno, que la reputeó a la mina que vendía ropa masculina formal en un local dentro del hotel, el hijo de puta pretendía que le hicieran descuento y a la mina no le daban las manos para explicarle que allá no se laburaba por comisión, que lo que faltara del precio lo tendría que poner ella.
    Espero más detalles así te sigo preguntando cosas, me gustaría saber si han cambiado mucho algunos detalles en diez años.

    Abrazo y qué bueno que hayas vuelto,

    José.

  2. Joseé

    Releí el comentario, ofrezco disculpas por el quilombo de frases que armé, tengo mucho sueño.

  3. Constanza

    Genial idea la de las remeras, calzones y demás deudos para no tener que lavar.

    En el 97 estuve 11 días en La Habana laburando SIN MI VALIJA. La aerolínea me la había traspapelado (nunca salió de su lugar de origen). Me tocó hacer shopping allá. Turismo aventura.

    Genial introducción. Espero ansiosamente los capítulos futuros.

  4. Magui

    Yo leo un blog de una cubana en Cuba. No está contenta. Se llama Generación Y. ¿Lo conocés?

  5. Marcelo

    Me hiciste reir con lo de la ropa porque yo soy igual en cuanto a que uso mi poca ropa hasta que pide ser cambiada ipso facto. No llego al extremo de comprar a repetición como vos, pero no hay nada máas cómodo que la ropa que ya tomo forma en tu cuerpo. Odio salir a comprar ropa nueva. Saludos.

  6. Rosarioso

    Muy buena introducción. Qué suerte lo del viaje, ojalá tuviera un par de amigos así de generosos jajaja.

    Saludos desde Rosario, cuna de la Bandera Argentina.

  7. Madmaxi

    Leo y releo tu blog siempre. Qué buena experiencia habrás vivido en uno de los países más controvertidos de Latinoamérica (sino del mundo). Viví en Once 4 años y creo haberte imaginado cargado con tus paquetes de ropa, muy visual me resultó todo. Estoy ávido de posteos. Que sigas bien!

  8. Tomás

    No hay cosa peor que comprar ropa y cargar nafta.
    A los interesados en leer a Cuba desde un cubano contemporáneo recomiendo “Trilogía de la Habana” de Pedro Juan Gutierrez http://www.pedrojuangutierrez.com/ bastante de moda por estos días. Saludos
    P.S. Yo sé que es anti-literario pero no seas canuto y pasá la dirección de las remeras tan baratas.

  9. Ale

    Ay dioses!!!!! La alegría que me da volver a leerte!!!!
    Es increíble, pero hacia días que nada me hacia reir tanto. Ya te lo dije otras veces, me encanta leerte, lo disfruto, me divierte mucho y lo haces maravillosamente.
    firme esperando el resto del viaje aqui me quedo.
    Feliz de volver a leerte.
    Un abrazo
    Ale

  10. Mirta

    Me entusiasmó desde el principio el relato de tu viaje a Cuba. Yo fui en enero del 94, en el peor momento de la crisis. No tuve la suerte de ir a hoteles 5 estrellas sino de 3 a lo sumo. Es una experiencia fuerte ir a Cuba. No es cualquier lugar. Espero seguir leyendo tus vivencias.

  11. pattyce

    Es deprimente saber que esperaba más leer tus post sobre el bien-merecido viaje a Cuba, a que Ariel llegara a la oficina.

    esperando tus vivencias.

  12. Mixha

    Comencé desde este post para leerme toda la historia, es muy entretenida tu forma de escribir. Y me jala a leer los otros post… voy leyendo y leyendo…

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