Totalmente desnudo, parte 3

Damián tenía las uñas sucias de grasa y callos en las manos. Era mecánico, me contó. Trabajaba en el taller de mecánica diesel del padre desde chico, y ya tenía sus propios clientes. Me fascinaba escucharlo hablar, porque sonaba como si el fuera el dueño del taller y su padre su empleado. Además ya había cogido, ya sabía manejar y pronto se iba a comprar una moto cross. Salíamos de inglés y caminábamos por la avenida de Merlo y él hablaba y hablaba. Hacía chistes zarpados que yo no entendía del todo, fanfarroneaba, saludaba a conocidos que se cruzaba caminando o que le tocaban bocina desde los autos que pasaban. A veces tomábamos un helado en la Di Trevi, en la heladería de la cascada (en Merlo, la aparición de una heladería con cascada fue comparable a la construcción de la torre Eiffel en París).

Estoy haciendo un esfuerzo por recordar, por llenar los huecos, pero el hueco que me cuesta llenar es el de mi propia personalidad. ¿Quién era yo en ese momento? No me acuerdo de casi nada, salvo lo que algunos otros me contaron. No hay fotos, no escribí nada. Para recordar quién era tengo que pensar en las personas que me crucé, y por lo tanto, en los personajes en los que esas personas se convirtieron para mí.

¿Cómo me hice amigo de Damián? A mí también mi viejo me había tratado de pasar la antorcha de la profesión familiar. Me había llevado desde chico a trabajar con él y con el abuelo a la panadería. Empecé haciendo algo bien idiota: rayando pan. Separaba el pan podrido, ya verde, y metía el resto en una máquina, del que salía un río de arena. Después pasé a hacer los panes redondos. Mi viejo estiraba la masa sobre el tablón y yo recortaba círculos con un molde, igual que como se cortan galletitas. Después me puso frente a la máquina de hacer pan. El metía un bastón de masa por un lado, y del otro lado salían los miñoncitos ya hechos, en una cinta. Yo tenía que recibirlos, pegarlos por los bordes y revolearlos hacia un costado, para que el otro empleado los acomodara en la tabla. Pero los miñoncitos salían demasiado rápido, yo era demasiado torpe, y había que parar la máquina cada dos minutos. Mi viejo tardó en darse por vencido, y me siguió llevando a la panadería, pero cada vez me asignaba tareas más aburridas. Recuerdo que al final me ponía al costado de la máquina a mirar pasar los miñoncitos, y a separar alguno si se pegaba. Horas mirando pasar trencitos de masa y que ninguno se pegue.

Lo único que recuerdo vívidamente, por sobre el masacote de todas las demás horas aburridas, lo único que leva sobre esa masa, fue el día que me duché en la panadería. Había un empleado nuevo, alto, de pecho peludo y torneado. Hacía mucho calor en la cuadra, así que trabajaba en cueros. Esa tarde no hablamos, y creo que después no vino más, porque después de esa tarde nunca más lo volví a ver.

Al final del día todos se fueron a duchar, y yo también. No entiendo por qué esa tarde me duché en la panadería, cuando nunca antes y nunca después lo hice. Pero sí recuerdo que me desnudé, entré en la bañera, abrí la canilla y me quedé con la canilla en la mano y el chorro que no paraba de salir. Llamé a los gritos a mi viejo, pero no vino. Vino el tipo del pecho peludo, que se estaba afeitando, con espuma en la cara y una toalla atada a la cintura. Me corrí hacia atrás, el tipo se metió en la ducha, me pidió la canilla y empezó a forcejear para ponerla de nuevo. Recuerdo el olor a jabón del tipo, las axilas peludas abiertas mientras forcejeaba, los músculos de su espalda tensándose, la raya del culo, también peluda, y la firmeza de sus glúteos, el pelo bien oscuro, las manos. Retrocedí así, desnudo, hasta que sentí los azulejos fríos contra la espalda, desvié la mirada y me concentré en que no se me parara la pija. No se me paró, el terror es así de potente.

El tipo arregló la canilla, se paró. Le agradecí balbuceando. Y tengo la sensación de que el tipo se dio cuenta de todo, pero no sé si esa sensación no es también una distorsión del deseo mezclado con el terror de ser descubierto. Seguí duchándome, aturdido, y sintiendo como la carne del tipo se alejaba para siempre, se vestía. Lo último que escuché fue el sonido del aerosol de su desodorante, tres largos soplidos mecánicos, como puntos suspensivos: uno para cada axila y el último cruzándole el pecho.

This Post Has 12 Comments

  1. Cazadorcito

    “Lo último que escuché fue el sonido del aerosol de su desodorante, tres largos soplidos mecánicos, como puntos suspensivos: uno para cada axila y el último cruzándole el pecho.” Esa parte me encantó, tenes habilidad. Si escribis un libro yo te lo compro! 🙂

  2. Gebastian

    Jajaja. Muy erótica la imagen, che.

  3. Xtian

    Cazadorcito, en el momento de escribir no me di cuenta, pero me parece que los tres puntos suspensivos son muy parecidos a una parte de una puerta de Sabina (en el sentido de que un sonido se hace equivalente a un signo de puntuación. 19 días y 500 noches: “Dijo hola y adiós, y, el portazo, sonó como un signo de interrogación.” Je.

  4. jeremias

    Uh, me encantó la historia. Yo no podría controlar a mi pija, hace lo que se le canta. Jaja. La verdad siempre es un placer leerte, sos un maestro. Un beso

  5. Swampex

    Ah si, esa ultima oracion te quedo hermosa.
    Comparto la sensación de terror en una ducha compartida, tanto el gimnasio como en el club lo unico que me impedia ponerme duro era el terror de ponerme duro.

  6. Nicko

    brillante…

  7. javo

    buenisimo chris… hacia mucho q no te leia asi

  8. EdMcVain

    Muy bueno… hermosa la imagen del ocasional fontanero y rarísima la de tu rayando pan… Según la RAE, rayar es hacer rayas mientras que rallar es desmenuzar algo restregándolo con el rallador.

  9. Rosarioso

    No se me hubiera ocurrido que los tres puntos suspensivos tuvieran algo en común con el signo de interrogación de Sabina… la figura quedó mucho mejor en tu relato que en la canción de Sabina jeeee.

    Saludos

  10. manu

    que lindo, Chris! Cuantas imágenes y lugares por donde todos hemos pasado.Estoy retomando la lectura de tu blog y no para de disfrutar. Dale…tomá coraje y escribite un libro!
    El mejor año que empezó para vos.
    Manu.

  11. alejandro

    como hacés que me sienta “atravesado” por tus historias Xtian! Creo que lo que hace que sea muy potente tu escritura es la facilidad con la que uno puede encontrarse identificado. Qué situación más interesante!
    Ale

  12. maxigay

    En sintesis un boludo total…

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