Cáscara

{Texto que escribí para el libro que estoy por publicar.}

El filo del cuchillo que entra, secciona la cáscara, apenas, se detiene a milímetros de la superficie, la mano que se afirma para rotar la manzana, el filo que avanza en espiral, una sola tira continua que baja en el aire y se acomoda en el plato, dócil, recostada como una maja en un sofá. Mi mamá me extiende la manzana pelada desde el otro lado de la mesa. Yo la agarro, le clavo los dientes, desgarro, mastico, paladeo. La pulpa trae el olor de las manos de mi madre.

Esa fue mi primera obsesión: las cáscaras. No sólo la de las manzanas, sino también la corteza de los árboles, la cuerina del sofá cama, que lentamente raspaba con la uña, para que mi mamá no se diera cuenta, hasta que se hacía un agujero. Meter el dedo ahí, buscando la goma espuma.

La cáscara, el lugar que separa una cosa de la otra, el lugar en el que algo empieza a ser otra cosa. El lugar que define el contacto, pero también la barrera. Lamer ahí, punzar, raspar con la uña, entrar.

Y en el cuerpo, las lastimaduras y las cascaritas, la sangre que coagula, que se pone oscura y áspera, pero a la noche, cuando me baño, se ablanda, con la yema del dedo la muevo apenas de lugar y vuelve. Después, a los pocos días, cuando ya se está convirtiendo otra vez en mi piel, buscar la entrada con la uña, levantar y arrancar, arrancar con un chasquido como la fórmica naranja, despegada del borde de los cajones, tironear y quebrar, o las calcomanías del vidrio trasero del auto, agrietadas por el sol, con un chasquido y coquetear con la cicatriz, con lo definitivo.

Ahora me despierto en el medio de la noche y voy hacia la cocina, saco una manzana fría de la heladera, casi congelada, la meto bajo el agua, me la llevo a la boca. La muerdo con desesperación, la mordisqueo, y bajo la luz fluorescente del tubo la miro. En la pulpa hay marcas rojos, la sangre de mis encías, marcas, el comienzo de una escritura, de algo que todavía quiero decir.

This Post Has 10 Comments

  1. Noha Ybáñez

    Me gustaron las imágenes que presentas. La relación entre la manzana y la madre del personaje es muy irracional y al mismo tiempo muy cierto, bueno mira que lo he visto en varios casos de canibalismo en el Caribe pero en fin esa “Es otra Historia” te dejo un abrazo mi niño y cuidese mucho

  2. anitaX

    Casi que le pude sentir el gusto a la manzana…

  3. Las cáscaras de la manzana, de la cuerina del sofá, de las lastimaduras me resultaron mas que perceptibles, pero:… en la pulpa hay marcas rojas, la sangre de mis encías…realmente sentí que la estaba trozando con mis dientes.

  4. Fernando

    Muy buena la descripción, lo de la madre estuvo muy bueno, siempre la relación de los personajes con la familia, principalmente la madre, garpa bastante 😉
    Me ha pasado de morder una manzana y ver las manchas rojas de sangre en la misma a causa de la fuerza de la mandíbula, será que tengo que ir al dentista???

  5. lala

    mmmm… me parece que esas manchas son provocadas por la placa de las encías…

  6. José

    Hola Xtian:
    ¡Tanto tiempo!
    Me gustaron las imagenes, pero como decia el inolvidable Carlitos Bala ¿cuál es la aneda? Sin historia es muy poco lo que yo particularmente, puedo decirte.
    Saludos.
    José

  7. Xtian

    No hay anécodta. Es un texto sensorial y de ideas. Esto está metido en un libro que mezcla cosas más narrativas con cosas más como éstas.

  8. nicko

    urgente una visita al periodoncista!!!!!!

  9. guillermo

    Una hermosa forma de “ver” las imágenes por medio de la palabra, una narrativa, corta, precisa y elocuente…

    muy bueno

  10. Fernando Glionna

    Cualquiera (pero no yo) diría que hablás del Edipo (la pulpa del fruto prohibido que huele a madre).

    “Lamer ahí, punzar, raspar con la uña, entrar.” El sonido glorioso de esas palabras ilustran cabalmente la acción.

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