Glosas sosas

[16 de Septiembre de 2003, Rutgers, Piscataway, NJ, perdiendo el tiempo]

Debería (ese enanito que te susurra) estar programando el personaje virtual que se niega a revolear los ojitos y la cabeza hacia un punto del espacio en forma coordinada. Y acá estoy, escuchando A-ha, Lifelines. O sea líneas de vida, que yo entiendo que significará arrugas. ¿Será la traducción arrugas? Ah, no… resulta que lifeline es una soga que le tirás a alguien que está a punto de caer, para que se sostenga, para que recupere el equilibrio. ¿En qué supermercado se vende eso? Déme dos.

Chang se baña. Escucho correr el agua de la ducha, antes fue la lluvia afuera.

Y este va a ser, sí, el texto menos inspirado jamás escrito.

Puedo escribir los versos más flácidos esta noche,
por ejemplo, Chang chapotea en la bañera
y tiritan a lo lejos las supernovas bobas.

Polaroids de mis días pasados, el recurso de la yuxtaposición berreta:

1. Vamos a comer a José Tejas con Robert y Roberto. Margaritas tamaño XXL, de frutilla. Toneladas de gentes. Cuál es el frenesí, conseguimos una mesa porque Robert fue manager años ha. La segunda margarita tiene demasiada sal y pido que me la cambien. Me la bajo con la pajita a velocidad supersónica. En vez de estar iupi yay yay estoy irritado. Un mozo amigo de Robert ronda nuestra mesa, se sienta, gesticula, se afana un palito de muzzarella, lo moja en el ketchup y se lo mete en la boca, como si fuera un cigarro. Estoy irritado y no ayuda que Robert (y Roberto) insisten en que estoy caliente. Caliente de calentura sexual. No lo estoy. Debería estar en pedo y cachondo, ya va la tercer margarita. Y la insistencia de Robert y Roberto solo potencia mi irritación. Y ahora vuelve el mozo secuestrador de palitos de muzzarella y pregunta dónde conocí a Robert y a Roberto. Y yo le respondo: “En un chatroom. 10 minutos de chateo, nos juntamos y tuvimos sexo los tres”. Robert pasa los siguientes diez minutos explicando que estoy borracho, que tomé tres margaritas y que no soy yo cuando me disgusto.

2. El viernes a la noche, los del 392 me avisan que va a haber una fiesta en su departamento. Menos de 15 personas, algo de alcohol, no mucho, tranquilo, se termina a la 1 AM. Cuando paso por delante de la ventana a las 11 PM me ciegan unos rayos lumínicos ondulantes y me aturden los grititos histéricos de las yeguarizas que saltan al ritmo del hip hop. Hay mucho más de 15 personas, hay alcohol, no hay tranquilidad sino saltitos y alariditos y lucecitas que parpadean. A la 1 AM me meto en la cama. Llueve y se escucha a los fiesteros abandonar la fiesta gritándose entre ellos. A las 2.30 AM, la alarma de incendios chilla en mi habitación y me despierta de mi sueño que involucra a Oscar de la Hoya, Brando en Un tranvía llamado Deseo y Nacho Vidal, todos en una orgía pansexual (pan con pan comida de zonzo). Me calzo unos joggings salgo. En el pasillo la alarma casi me voltea. Más de 5 segundos en ese pasillo y quedás con los tímpanos hechos puré. Salimos, todos los del edificio esperando bajo la lluvia, en pijama, o envueltos en toallones. A los 15 minutos llega la policía y desactiva las alarmas. Todos adentro de nuevo. Pregunto al cana que fue lo que pasó y me dicen que alguien accionó la alarma en la escalera. Me invade la furia. Voy a golpearle la puerta a los del 392. Me aseguran que la fiesta terminó hace rato, que está todo tranquilo, que blá y que blá. Son estudiantes de Business y se nota en el blá y el recontra blá. El problema es que son las 2.30 AM, que acabo de pasar 15 minutos bajo la lluvia y que laburé dos años de preceptor en una escuela de Castelar. Los tres hecho sumados me limaron los costados pajueranos. Mientras me descargo con un discurso feroz aparece una pandilla de muchachos cargando una momia inconciente. Cuando los futuros empresarios intentan masajearme el mal humor con prospectos laminados los corto en seco: “No trates de decirme que la fiesta se terminó y está todo bajo control. Hace menos de 5 minutos que estoy acá y ya vi a dos personas inconcientes. Si hay dos personas inconcientes, es fácil deducir que hay varios al borde de la inconciencia dando vueltas por el edificio y que pueden suponer que activar la alarma de incendios es una joda. Pero yo no tengo ganas de comedias trasnochadas: asegúrense de que todos sus amigos se hayan ido. Y recojan todas las botellas y basura que hay alrededor del edificio. No hay más fiestas en el 392”.

3. Mi amigo coreano no se rinde. Me ofreció sus fideos noche tras noche, hasta que acepté. Ahora le toca a Chad, mi otro compañero de departamento, californiano, jugador de baseball de renombre en las ligas juveniles y estudiante de Computer Engineering. Chad se sienta a la mesa y Chang y su amigo coreano se encargan de apilarle pequeñas compoteritas con arroz, fideos y demás delicias. Yo estoy mirando la tele con Chris, mi amigo, y cruzándonos miraditas, disfrutando la cara de terror que Chad reprime. Chad mastica. Chad se baja tres latitas de diet coke mientras traga lo que le dan (y le dan bastante). Al final, civilizado y macanudo afirma: “Esta es la segunda vez que como comida… de esa parte del mundo… muy rica, gracias”. Chris desde el sofá no se la deja pasar. “¿De qué parte del mundo? Taco Bell no cuenta, Taco Bell no es de esa parte del mundo”.

4. El pibe que hace el delivery de pizzas es turco y buen mozo, o mejor dicho buen delivery guy. Se llama Murat. Me comenta que labura haciendo deliveries para agregar unos pesos a su exiguo presupuesto de estudiante. Estudia computación y le interesa la computación gráfica. Qué coincidencia. Le doy mi email así nos pasamos links. Yo le paso los míos, el los suyos. Me pregunta luego qué pienso hacer en el futuro, quedarme en USA o volver a Argentina. Le respondo que no sé y de paso le comento que soy gay. Tarda una semana en contestar (yo ya había asumido chiripiorca seguida de desaparición). El mail dice: “Trato de entender pero no entiendo, porque no soy gay. Pero la amistad es la amistad”. Y luego me cuenta que se le rompió el auto y para no perder su empleo alquiló un auto por tres días (a 50 dólares el día) y aún así se peleó con su jefe y lo echaron. Mal fin de semana. Y no es el único.

1.08 AM. Quiero aprender el sutil arte de laburar horas sensatas y terminar a tiempo. Ilvem, ayúdame, te lo suplico.

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