Crave

{Abril de 2011, New York.}

1.

El jueves es la noche con código estricto de vestimenta en el Crave, el bar leather, así que doy vueltas y no me decido hasta las 10 de la noche. Se va todo a la mierda, estoy de turista, voy. Salgo a la calle a buscar algún lugar donde comprar algo de cuero. Un solo lugar abierto, el Hurts So Good. Adentro un indio, con acento fuerte, me saluda, parece aburrido, con ganas de cerrar e irse a casa. Me pruebo un chaleco de cuero, me queda demasiado abierto, chico. El indio dice que me queda bárbaro. ¿Suspensores de cuero? Demasiado apretado, me hace chico el bulto y la panza grande. ¿Short de cuero? No me entra, aunque el talle es large. Me pruebo un short de látex y sí. Me hace culo redondo y viene con un bulto medio pre-armado, mentiroso. Compro. Muñequera de cuero, fácil. Brazalete de cuero haciendo juego, fácil. No quiero estar con el torso desnudo, así que me pruebo una musculosa. El indio dice que es elastizada. Cuando me la pongo en el probador, casi me asfixio y, apurado por sacármela, escucho un crujido y la rompo. Me hago el tarado y la vuelvo a dejar en la percha. Al final encuentro una remera ajustada que dice “HARD” (dura). Infantil, obvio, pero me parece mejor subir la apuesta y tener que empardar con la actitud.

2.

Llego al bar y busco un lugar dónde cambiarme, para dejar la mochila en el guardarropas. No quiero ir al baño y maniobrar entre la gente que mea o los inodoros sucios. Voy al costado de la barra de abajo, donde no hay nadie. Hay un pibe sentado. Le pregunto: ¿está bien si me cambio acá? Por mí no hay problema, dice. Tiene una remera negra que dice “Boy”. Pero si me quedo en bolas no me echan, ¿no? No te preocupes, esto es el Crave.

Me saco el pantalón y el calzoncillo, me pongo el short de látex y las botas, hincho el pecho, tiro los hombros para atrás. Entrego la mochila. El pibe del guardarropas es medio oso, musculoso, lindo pero con cara de orto. ¿De dónde sos?, pregunta. De Argentina, digo. Yo también, dice él. A lo largo de la noche bajo para charlar con él y al otro día nos juntamos para almorzar.

3.

El segundo piso está lleno de gente, la mayoría sin remera, pelando músculos y actitud. Hay un sector con una mesa de pool, donde están los baños y donde está más oscuro. A un costado, en un rincón, la gente se amontona para tocarse, chuparse la pija o coger, hasta que aparece los de seguridad con linternas (me hace acordar al principio de E.T.) y dispersan a los degenerados.

Voy hasta la barra y le pido una Bud Light a un barman con pinta de cavernícola. Es alto, lampiño (está en cueros) y los pantalones le cuelgan, sin cinturón. No tiene ropa interior y se le ve la raya del culo. Es rubio o pelirrojo (está oscuro) y tiene la barba muy tupida y ojos celestes grandes. Me sonríe. Me gusta tu remera, dice, señalando el “HARD”. Me gusta esto, le digo señalándole el mismo lugar en el centro del pecho de él. Me alejo con la cerveza en la mano y me paro cerca de la escalera. Al rato pasa por al lado mío. Sonríe, le acaricio la panza al pasar. Me llamo Shared, dice. Yo Christian. Vuelve a la barra. Shared. Nombre interesante, pienso. Significa “compartir”. 4 horas después, mientras comemos un sandwich en un diner, Shared saca una tarjeta del Eagle y atrás me escribe su número de celular. Arriba escribe su nombre y ahí me di cuenta que su nombre tiene una ortografía distinta a la que imaginé: Jared.

4.

Me meto en el rincón oscuro. Un tipo mulato, de buen lomo, me mira en la oscuridad. Tiene un tipo colgado de cada tetilla, mordiéndolo o lamiéndolo. Me agarra del cuello, me acerca y me empieza a besar, clavándome la lengua. Meto la mano entre los dos tipos y los aparto apenas hacia los costados. Me acuclillo y veo que tiene la pija afuera, al palo, con un anillo de metal en la base. Me agarro el bulto a través del látex y enseguida me pongo al palo. Él trata de meter la mano hacia atrás pero hay demasiada gente y el brazo no le llega. Aparta a los dos tipos, abriéndose paso y me acerca con firmeza. Me agacho y me meto su pija en la boca. No quiero arrodillarme, así que se la chupo unos segundos y vuelvo a besarlo. Me clava la lengua peor, caliente con su propio gusto a pija en mi boca. Beautiful man, me dice al oído, impostando un poco la voz. Los otros dos, ignorados, giran para chupar otras pijas.

Hay demasiada gente. El mulato maniobra, me hace lugar y me pone delante de él, me besa el cuello desde atrás. Antes de que pueda reaccionar, escucho el velcro de mis shorts que se abre, el cierre que se abre también y siento el tirón que me baja los shorts hasta los tobillos. Amaga a acomodarme, bruscamente, para cogerme. Me enderezo firme, le pongo la mano en la base del vientre para indicarle que no. Siento venir la leche así que giro para no ensuciar a nadie. Acabo. El mulato ve que estoy acabando y me abraza desde atrás y me susurra al oído: Estoy acá contigo, baby. No te preocupes. Con los shorts en los tobillos, escapando apurado como un pingüino en un incendio, me alejo.

5.

Voy al baño a limpiarme y a mear. Al costado, arrodillado, hay un tipo con un vaso de plástico en la mano. Cuando empiezo a mear apoya el vaso en el piso y lo acerca hasta mi chorro de pis. Cuando termino de mear, agarra el vaso, hace el gesto de brindar y se lo toma. Media hora después, mientras charlo con Marcio, el argentino del guardarropas, veo como los de seguridad lo sacan del bar, borracho de meo.

6.

En la barra del segundo piso pido mi segunda Bud Light. Cuando Jared se inclina para dármela, y aunque está a un metro de distancia, y aunque el bar también huele, aspiro el olor acre de sus axilas. Olés fuerte, le digo. Lo sé, dice, me duché antes de venir a trabajar, pero hay mucho trabajo hoy. No te disculpes, le digo, me gusta. Me hace un gesto de que vayamos al final de la barra. Levanta el brazo y le huelo la axila. Uf, olés muy fuerte. ¿Qué onda? No tengo idea, dice, pero esto es el Crave, dice. Sos muy lindo, agrega. Vos también. Me da un piquito. Le meto la lengua. Nos besamos profundo. ¿Los barmans tienen permitido besar a los clientes durante el horario de trabajo?, pregunto. Esto es el Crave, dice. El mulato al que le chupé la pija viene a pedir una cerveza y nos mira al barman y a mí, abrazados. Me dice otra vez “Beautiful man” con acento fuerte. ¿De dónde sos? Le pregunto: New York, miente, con acento fuerte.

Bajo a preguntarle al argentino del guardarropas de dónde es el mulato. Le describo al tipo y me dice: es brasileño, viene siempre. Me imaginé, digo.

7.

A la cuarta Bud Light y luego de varios besos de lengua y de acariciarnos las manos a través de la barra, le digo a Jared al oído: soy un chico malo. Te besé a vos, pero antes le chupé la pija al brasileño este. Se ríe. Lo conozco, viene siempre, es amistoso, dice. Me invita un shot. ¿Vas a tomar conmigo? Le digo que sí. Cuando saca una botella rara, el de seguridad que está ahí al costado dice: Oh no, tené cuidado con eso. El trago tiene gusto fuerte, pero, según Jared, te da un pedo interesante, canábico. Es cierto, y pega enseguida. Le pregunto a Jared si quiere que lo espere y vayamos a comer una porción de pizza. Me encantaría, dice. Saca un cepillo de forma ovalada del bosillo del jean, uno de esos que usan las nenas de pelo largo. Lo usa para peinarse la barba, lentamente. Lo guarda.

El bar cierra y todos ordenan y cuentan la plata de las propinas, mientras bromean entre ellos. Jared vuelve a preparar shots mortíferos para todos. Con el segundo estoy flotando feliz. Tu castigo, dice, mirándome a los ojos. Por chuparle la pija a cualquiera y venir a besarme a mí, sin avisarme. Me lo merezco, digo. Sos adorable, dice.

8.

Salimos a la calle y llueve. Jared es alto y me pone la mano en el hombro y caminamos. Su ropa es gruesa, áspera. Me encanta la lluvia, dice, es mi forma favorita de precipitación. Pienso qué otras formas hay. Pocas: nieve. ¿Es el rocío una precipitación? Le digo que tomemos un taxi. Mejor paralo vos, porque a mí me ignoran, le digo. Tenés que hacerlo con determinación, dice, así. Se baja del cordón, levanta la mano bien rígida. Pliega dos dedos y estiar los otros, como si fuera un revólver. Un taxi que venía del otro lado de la calle cruza varios carriles y frena en la esquina. Guau, digo.

Cuando llegamos al diner, no me deja pagar el taxi. Insisto, insiste. Paga él. Gracias, digo. Pido algo liviano, un wrap de pollo césar, él pide un sandwich de pastrami con fritas. Es mi fiambre favorito, dice. Cuando se lo traen lo huelo: olor fuerte, pimentado, ahumado. Me estiro para olerle la axila. Eso lo explica, digo.

Me cuenta que está en pareja hace dos años, con un tipo de 50 años. ¿Cuántos tenés vos?, pregunto. 32, dice, ¿y vos? 40 digo. ¿Te gustan los tipo más grandes, tipo daddies?, le pregunto. Sí, dice. ¿Yo te parezco daddy?, le pregunto. Se ríe, no contesta.

Comemos en silencio, mirándonos a los ojos y sonriendo, borrachos. Cuando terminamos insiste en pagar la cena. No, basta, digo. Hice mucha plata en propinas y vos estás de vacaciones, dice. Y además estás borracho. Un poco, digo. Ahora te voy a comprar unos Advils y te voy a llamar un taxi, dice. Se me escapa un puchero. Sonríe y me acaricia la mano. Me doy cuenta que sos un muy buen tipo, dice. Desde que llegué muchos tipos quisieron coger conmigo, digo, pero ninguno, hasta ahora, me cuidó.

9.

Al día siguiente voy un rato al Screw, pero me aburro. Una de las múltiples veces que voy al baño, un pelado se para al lado mío y saca una pija gigante, muerta. Lo miro, pero él está mirando al tipo que mea del otro lado. Me tomo un taxi y me voy al Crave, esta vez vestido con jeans y remera. Saludo a Jared y le prometo que me voy a portar bien, que hoy no le chupo la pija a nadie. A mí no me molesta, dice. Pero estoy cansado de tanto sexo descartable, digo.

Aparece el brasilero y me dice: Beautiful man. Le digo: Ustedes, brasileros, puro blablá. Me gustás, dice, quiero hacer algo con vos a solas. Me imagino, le digo. ¿Cuántos te la chuparon hoy? No llevo la cuenta, dice. Te voy a decir una cosa, le digo. Sos lindo tipo y me calentás, pero eso de bajarme los shorts a la fuerza y pretender cogerme sin forro no da. Lo siento, dice, no sabía. Soy negativo y quiero seguir siéndolo. Yo también, dice él. Me imagino, digo. Acá tengo un preservativo, dice, sacando un forro del bolsillo del jean. ¿Cuántos te cogiste hoy?, pregunto, clavándole la mirada. Uno, dice. ¿Estuvo bueno? Contame que me calienta. Uno solo, era asiático y… demasiado grande. Hace el gesto de círculo ancho. Demasiado dilatado, digo. Sí, dice. Capaz que porque tu pija es demasiado fina, digo. Se ríe. Me gustas, dice, sos un tipo hermoso y vos estás en control. Conmigo, vos estás en control, subraya. Okay, quiero tener sexo con vos y con el barman, desafío. Guau, sí, me encantaría, dice. Yo con dos pasivos, me encantaría.

10.

Esa noche volvemos a ir al diner con Jared. Tampoco me deja pagar el taxi, ni la cena. Los dos pedimos sánguches de pastrami esta vez. ¿Puedo sentarme al lado tuyo?, pregunta. Claro, digo. Se recuesta en mi hombro y es demasiado alto y estamos incómodos porque el asiento es corto. I wanna cuddle with you, dice. O sea: Quiero que nos hagamos mimos. I am a major cuddler, agrega. O sea: Soy un campeón mimador. Pero yo no tengo lugar y vos tampoco, digo. Sí, ya sé, dice.

Le cuento lo que dijo el brasilero, eso de que los dos somos pasivos. Tiene razón, dice, y se ríe, pero soy un campeón mimador, insiste. Saca el cepillo ovalado del jean y se peina la barba.

11.

Al día siguiente llueve todo el día, así que me quedo haciendo fiaca en la cama, tapado, con los ojos cerrados, tratando de no pensar. Salgo de la cama a las diez de la noche y voy, casi automáticamente al Crave. Saludo a Marcio en el guardarropas y también a Jared. Estoy muy cansado, dice. ¿Querés que vayamos a comer algo cuando salís?, le pregunto. No puedo, baby, dice, me espera la cena en casa. Okay, digo. Pero nos podemos ver para almorzar en la semana, dice.

Doy unas vueltas y veo al pijón que vi el día anterior en Screw. Doy vueltas de un lado y del otro del baño para ver lo que hace. Se para en el mingitorio y deja que le miren la pija, pero no que lo toquen. Cuando sale del baño, finalmente, media hora después, lo sigo y le digo al oído: quiero chuparte la pija. Este no es un buen lugar para chupar pija, dice. Pero yo soy bueno, digo. Saca la pija, se la chupo. Unos minutos después, acabo. Él no. No me vas a dejar así, dice. Lo abrazo. ¿Cuál es tu nombre? Christian, digo, ¿y vos? Michael. No entiendo el intercambio de nombres en un bar en el que todo se olvida a los pocos minutos, una muesca en un tronco o tirar una botella al mar. Acompañame, dice, y me agarra de la mano. Vamos al baño y dice: mirame mientras me pajeo. Okay, digo. Apoyo mi mentón en su hombro y miro. Se acumula gente. Me mira a los ojos, de costado. Sonrío. Se pajea un rato largo, pero no puede acabar. Okay, me voy a casa a cogerme a mi novio, dice. Bien dicho, digo.

12.

Esa noche, cuando vuelvo a casa busco en google “cuddle new york” y encuentro una fiesta de cuddling para osos y cachorros. Me sumo a la página en facebook. En las fotos se ve una casa decorada con colores vivos, chillones, sofás y colchonetas tiradas en el piso y osos y cachorros en shorts y musculosas, tirados en el piso, de a dos o tres, haciendo cucharita, abrazados, sonriendo. Mando un mensaje y pregunto cuándo es la próxima fiesta. Responden enseguida. En mayo. Vuelvo a mandar un mensaje: estoy de visita de Argentina y me voy la semana que viene, ¿no hay una fiesta antes? Je. Es una emergencia. Je. Pongo muchos jes. Me quedo esperando, pero nadie responde.

13.

La noche anterior, con Jared, después de comer sendos sánguches de pastrami, nos abrigamos para salir del diner e irnos cada uno a su casa. Él, con su novio, yo, solo. Fui al baño a mear, él fue a la caja a pagar. En el baño recibo un mensaje de texto. Es Jared. I wanna cuddle with you. I know, me too, respondo. Salimos a la calle y llueve. Lo abrazo y retrocedemos trastabillando, hasta que se apoya contra la pared. Nos besamos. Le agarro la capucha de la campera y le cubro la cabeza. Él hace lo mismo. Big boy, digo. Tiene la barba suave, los pelos se le meten en la boca. Me abraza fuerte. Apoyo mi cabeza en su hombro. La tela es áspera, escucho su respiración en el oído. Okay, vamos, digo. Cuando amaga a pararme un taxi le digo: No, esperá, ya aprendí. Bajo a la calle, y con firmeza levanto la mano, estiro dos dedos y el resto los pliego, como en un revólver. Un taxi cruza un par de carriles y frena contra el cordón de la vereda. Jared baja a la calle y me abre la puerta.

This Post Has 5 Comments

  1. faragall

    Almas Vacías y Culos vacíos

  2. santiago

    de vez en cuando, suelo darme una vuelta por el blog. Ya me parecen algo reiterativos los relatos. a diferencia de otros post, no coincido en que hay profundidad desde lo banal. casi siempre personajes vacios deaumbulan en espacios comunes: el banio tetera, el boliche, el rincon a oscuras, etc Por ejemplo, este relato podria haber sucedido en el Crave de NY, en Kadu o el cine porno de flores.

    estaria bueno q a un relato sobre una pija en forma de gancho le siga otra cosa, no la chupada de verga a un brasilero.

    escribis corto, fluido y atractivo, cosas que me gustan, pero parece que fuera de lo unico que sabes hablar. Y estoy seguro de que no es asi.

    abrazo grande

    S

  3. Andrea

    A mi me parece que la literatura no está para ser juzgada. Escribí sobre lo que se te cante, si es tu forma de vida y lo que te interesa contar, hacelo. No sé si se puede escribir acerca de cualquier cosa. Lo dudo. Uno escribe sobre lo que a uno le interesa, lo que le fluye desde las entrañas a los dedos.
    También estás hablando del amor, al no hablar de él. Estás hablando de su ausencia.

  4. andres

    no tenes algun cuento de minas? pero no tortas, minas posta digo…

  5. Nilo

    Entretenida hisoria !!!!!!

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