Mi marciano favorito (segunda parte)

[18 de Marzo de 2005, Palermo, Buenos Aires, la segunda parte de la historia que comenzó acá]

Cuando salí de la escalera mecánica lo vi de espaldas, sentado en una mesa. Le dije hola y el no respondió nada, pero me dio un beso y sonrió. Tenía los dientes blanquísimos. Mientras caminábamos hacia el mostrador le pregunté en que había andado estos días. No me contestó. Supongo que el silencio significa “nada que valga la pena mencionar”.

Pedí un combo McNífica, el pidió unas papas fritas solas, sin ketchup, sin sal. Sin darme cuenta volví a preguntarle casi lo mismo.

– ¿Qué anduviste haciendo?
– En el laburo agarramos un armario con los compañeros y lo desarmamos. No lo podíamos volver a armar. Tironeamos un rato y de pronto salieron miles de cucarachas de adentro. Comí el combo a toda velocidad mientras le preguntaba: “¿tu familia?”, “¿mucho laburo?”, “¿cogiste con alguien?” Él parecía contestar otras preguntas, preguntas que yo no le había hecho: “hacía mucho calor en Tucumán”, “no me pagan más los viáticos”, “a veces”. Nos fuimos a mi casa. Cogimos rápido, aunque él insistía en hacerme acabar. Al final no acabé, él sí. Y me acariciaba. Es decir, me “acariciaba”: me pulsaba como si fuera un piano que se resiste a emitir sonido. Me apretaba, hacía doble clic en mi pecho pero no se abría ninguna ventana nueva. Se durmió 5 minutos, se despertó y me quería coger de nuevo. No quise. Apartó la sábana y se puso a hacer la postura de la vela y después la bicicleta.

– ¿Qué hacés? – le pregunté –. Me vas a romper el sommier…
– Es para que se me baje la pija – me contestó.

Se le bajó.

– Estoy muerto – me lamenté, para sugerirle que se vaya.
– Yo también…

Pero no se iba.

El tipo coge, me mira, me pulsa, no dice ni mú. Me llama, no contesto, me coge, no acabo, no tengo ganas de que me coja, tengo ganas de que me coja. Dice palabras como “dormidazo”, me habla de personas y lugares pero no encadena una cosa con la otra.

– Él ahora está en Yugoslavia. Un día hicimos el dormidazo.

Cuando sale ese cañoncito del horno yo estoy esperándolo con la manga llena de crema pastelera: “O sea que tu amigo, el soldado, se fue a Yugoslavia. Un día, hace bastante tiempo, se durmió y cuando se durmió le metiste la pija en el culo y él se hizo el dormido mientras te lo cogías.”

– Sí – completa él, como si fuera obvio.

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