Contrapié (primera parte)

[13 de agosto de 2005; Idas y vueltas por la noche de Buenos Aires.]

Dormí andá a saber por qué, 15 horas, y me desperté a las 11 de la noche, con hambre, con sed, con los ojos abiertos. Arranqué 4 hojas de la impresora y me las metí en el bolsillo y una birome azul y me fui a Babieca. Ahí estoy ahora escribiendo esto con la birome azul, porque necesito escribir, y quizás alcance con empujar la birome mientras me acercan los panes de pizza y el paté de atún y mientras espero la suprema Babieca que vendrá flotando en una mancha anaranjada que es una salsa que no sé qué es.

Babieca, sito en Santa Fé y Riobamba. Hay de casi todo como en botica en Babieca y como para muestra de lo que hay en la botica alcanza con 5 botones, acá están: 1. Una vez lo vi a Jacobo Winograd tomando una diet Sprite. Una chica de pelo mal teñido lo reconoció desde la vereda y entró a saludarlo.

2. Ahora mismo, en dirección nor-noroeste, tres mesas más allá hay un tipo que es igual al doctor Chapatín. Del otro lado de la mesa hay un pendejo de 20 años parecido a Clark Kent, los rasgos cuadrados, anteojos, y un piercing en el pezón izquierdo. No tengo visión de rayos X y no puedo ver a través de la chomba Polo que lleva, pero estoy seguro. No tengo el oído biónico pero estoy seguro que Clark Kent le pide a Chapatín que le compre un celular nuevo, que lo vio en Garbarino, que sale 1500, pero que lo necesita porque el que tiene ya está viejo y la batería hay que cargarla cada 3 horas.

3. Hay un matrimonio de viejos de unos 60 años que comen pan dulce, con las manos. El viejo separa las frutas abrillantadas y las pone al costado en su platito (¿cómo será dormir sobre un colchón de frutas abrillantadas?), la vieja separa las nueces y las pone al costado en su platito. Después de un rato se intercambian los platitos.

4.Enrique Pinti y Lino Patalano comen en otra mesa. El jefe de mozos viene a verificar que todo está bien y hace una pequeña reverencia.

5.Un poco más temprano quizás podrías haberte cruzado con Daniel Link, el profesor pop. Hubiera estado sentado en aquella mesa, subrayando su libro La ansiedad (novela trash) y marcando ideas-fuerza con un fibrón fluorescente y también pop.

Me quedó un botón fuera del costurero, que debería haber incluido porque es el más representativo, especialmente a medida que avanza la hora. Es el tipo que está sentado solo en una mesa, levemente distraído pero furiosamente atento, arrojando miradas como rayas láser, detectando estudiando seduciendo escondiendo buscando a algún otro que está o todavía no llegó. Puede ser un tipo o dos en la misma mesa, pero en este último caso no se hablan, ni se miran mucho, están los dos detectando estudiando etcétera buscando eso que está o no está. “De levante”, en fin. Babieca es una expo con stands, venga y llévese todo o nada. Y el que entra por la puerta provoca sobre sí mismo una lluvia de rayas láser. Y avanza la noche y se van multiplicando los gestos innecesarios, accesorios: los que se tapan la boca para reírse, los que se enderezan el cuello de la camisa, los que alinean los cubiertos al costado del plato.

Yo tengo que escribir sí o sí y quién te dice, capaz que en un gesto involuntario o en una mirada oblicua encuentro una historia o por lo menos un adjetivo. Y porque leí en uno de esos libros for dummies para escritores bloqueados que hay que vivir y salir, ir a buscar las historias que están ahí esperándote, joven argentino, leer los pentagramas de la vida crispados de fusas difusas y tocar la te la te la tecla del piano o del teclado de 101 teclas.

Y acá el descubrimiento, que me apresuro a bajar al papel, apartando la suprema Babieca hacia un costado y manchando de naranja el mantel con esa salsa misteriosa: se puede aprender mucho de una persona observando cómo manipula un sobrecito de azúcar. Está el que hace un corte paralelo a uno de sus bordes, un corte grande que permite el ingreso del azúcar en el café sin demoras (estos suelen volcar el contenido íntegro del sobre en la taza). Están los que hacen el cortecito minúsculo en diagonal y se entretienen con la lenta caída del azúcar, quizás dibujando letras sobre el pizarrón negro y circular del café caliente. Están los que estrujan el sobrecito vacío. Los que juntan los pedacitos y los ayudan a trepar al platito.

Mejor me voy a Contramano, sito en Rodriguez Peña entre Santa Fé y Marcelo Té. La 1 de la mañana. Mejor me voy a Contramano, porque no quiero ponerme a pensar qué quiere decir – qué quiere gritar – que haya dormido 15 horas del sábado, sin sueño. Y que quiere decir que me haya pasado 2 horas observando dedos y uñas y sobrecitos de azúcar.

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