Atrás

Atrás está todo eso. La llamada entra a las 8 de la mañana, vos borracho, aturdido, aterido, escuchás y pedís que te repitan, porque no puede ser, no es posible. Un zumbido y una explosión, en tu cabeza: murió tu mejor amigo y el resto chorrea y se cae. Todo en un spin, el tambor de un lavarropas, no, tampoco es eso, sin poder fijar o callar, todo gira como en una máquina tragaperras, pasan escenas como figuritas dibujadas pero no frenan, no se termina de alinear nada. Llamás vos, a tientas, lo primero que reconocés entre los contactos del celular, porque querés sacarte de encima todo eso que te ahoga, que te aprieta como un pulóver de esos de la primaria, que te acogotan y te raspa, que te va a matar, así que ayudame a tirar, agarrá la manga y tirá, aunque me duela.

Son días antes que algo frene, algo se alinee. Nunca quisiste pastillas pero ahora pedís Alplax para poder dormir, porque sino el día es un alud, el barro te empuja para abajo y te arrastra. Y la media pastilla que te tomás te da un respiro, aunque sentís al despertar que seguiste empujando, durmiendo, contra algo correoso, algo fibroso, un frío lleno de músculo que hace palanca, trámites. Salís a la calle a caminar, para respirar. Caminás kilómetros, la ciudad como alfombra desenrrollada, voladora, pero a vuelo rasante. Elegís las calles laterales, te frenás a mirar las frutas en la verdulería, toda esa pulpa empaquetada y brillosa, los soretes de los perros en las plazas, toda esa mierda que te reclama.

Por Boedo, a las tres de la tarde, vas cruzándote de vereda buscando el sol y después la sombra, y ambas te dan escozor. Entrás colado a un Garbarino, querés ver eso, la gente comprando una Moulinex o un ventilador de pie, morboseando con el plan de 6 cuotas o de 12. Eso ya es un futuro, esa mujer se ve parada frente a la mesada, rallando zanahorias con la Moulinex, dentro de 6 meses, la primera sacudida cuando el cilindro naranja alcanza la cuchilla y después empuja, la impunidad del verdugo. O se ve transpirada, esperando que el ventilador de pie la barra en su bocanada, una vez que complete su ida y vuelta de radar. En el futuro está, para esa mujer, toda esa electricidad.

Cuando la ciudad muestra sus huecos, raleada, girás y volvés, atontado. Le mandás un mensaje de texto al profesor de geografía y pedís ir. Dice que sí, que pases, que dale, vení. Le contás cortito, conciso, para que no pinche. Pedís acostarte en la cama, pedís permiso. Dice que sí. Se acuesta al lado tuyo y los dos miran el techo. Las ventanas están cerradas, todo está cerrado, revuelto, las sábanas, el estómago. Girás para abrazarlo y él gira en paralelo y se acomoda. Te tragás todo, te atragantás, pero frenás antes de llorar. Metés la mano por abajo de la remera para tocar la carne, algo que no sea tu carne, que se sienta distinto. Después giran los dos media vuelta, como ventiladores de pie, y él te toca la panza a vos. Esto era lo que necesitaba, decís. Cerrás los ojos y te quedás callado. Después te levantás y vas al baño y te quedás un rato ahí, sentado en el inodoro, primero, y después mirándote al espejo, tratando de volverte transparente, de poder ver algo más allá. Pasa un rato largo, supongo. Salís y vas a la cocina y abrís la heladera. Volvés con una compotera con gelatina de naranja. Él está sentado en el sillón, vos te recostás y apoyás la cabeza en su regazo, le das la compotera y él te mete las cucharadas de gelatina en la boca. Qué rico esto, decís. Sonríe, una sonrisa que vos mirás desde abajo, como una cornisa. Prueba una cucharada. Es gelatina de naranja, dice. La gelatina que viaja a tu boca es una versión de la luz, luz detenida, poliédrica, la tragás y te hace un espacio adentro, te abre, hace palanca.

Se te cayó la guardia y ahora te entran por todos lados, de pronto estás indefenso, abandonado. Entra una canción del random en el teléfono, tres golpes de batería a destiempo, como si golpearan una puerta, apareciera un ojo en la mirilla y dieran una contraseña mafiosa. Y el verso lo recibís como un misil teledirigido, inesperado, “el mundo es grande (y está despierto) / me quedo despierto hasta tarde (para escuchar tu voz) / esta luz está acá (para darte calor) / esta canción está acá (para darte fuerza)”, mientras vas camino al boliche, porque te recomiendan que sigas con tu vida normal. Nadie te pregunta qué te pasa, pero te ven raro y vienen, no saben por qué. Tu mirada no busca nada específico, sino que tantea tentacular, mide el espacio, para devolverle al cuerpo su contorno. Entra el chico cordobés (entrar es el único verbo que describe lo que pasa durante esos días, las cosas no pasan, sino que entran). Te pide perdón por todo lo que pasó. Te cuenta todo lo que le pasó en estos últimos meses, desde la última vez que se vieron. Es mucho. Habla, dice, mucho, pero siente que sus palabras se refractan en vos, que entran y salen, que no dejan marca, sedimento. Se frena y pregunta qué te pasa. Nada, decís. Abrazás. Él está sentado en la banqueta y vos te metés entre sus piernas y lo abrazás. Atrás de él está el espejo oscuro y te ves ahí. A vos te pasa algo, dice él. Eso levanta las lágrimas desde el estómago a los ojos y las suelta como papel picado, livianas, calientes. No quiero estar más solo, decís. Un momento antes de decirlo lo pensás como mentira estratégica, como cortina de humo, pero cuando lo estás diciendo lo sentís como una verdad repentina, desplegándose. Inventás alguna excusa y te vas. Caminás unas cuadras, el cielo se está revolviendo, celeste, sucio, como el agua de un lavarropas. Subís el volumen de la música y corrés, borracho, saltando los charcos de los porteros y los pilones de diarios de los diarieros.

Los días siguientes aprendés a correr. Renovás la membresía en el gimnasio por seis meses, te sumás a la fe de la mujer de Garbarino. Corrés en la cinta, te gusta que la máquina te diga cuántas calorías quemaste. Te gusta la palabra quemar, burn, en el tablero electrónico. Agarrás la barra para que te diga las pulsaciones. Corrés por los bosques, de noche. Caminás, también, más rápido. Te vas cuando no querés estar. Tratás de explicarle a los demás qué te pasa, pero no podés. Soy distinto, ahora, decís. Si decís más que eso te salen frases como galletitas de agua, para entretener la boca.

Pasa un mes y por fin un día escuchás los mensajes acumulados en el constestador y leés los emails. Llamás y pedís disculpas, decís que no pudiste llamar antes, que no te lo bancabas, que necesitaste este mes. Que ahora si podés ir, si hace falta. Te dicen que no hace falta.

Esa noche llamás al cordobés y lo invitás a dormir. Me gustó cuando lloraste el otro día, dice, acurrucado, mientras lo abrazás desde atrás. El aire frío del ventilador te pega en la espalda y lo sentís a él, tibio, envuelto contra el pecho. Te imaginás el cuerpo como un mapa con distintas zonas de temperatura, cruzado por líneas isotermas. Yo te quiero mucho, Christian, dice el cordobés. Te estoy escuchando, decís. Gira para mirarte pero la luz está apagada y no ves sus ojos, sino su aliento en la cara. El otro día estaba borracho y no escuché lo que me contaste, decís, pero ahora sí te estoy escuchando.

This Post Has 20 Comments

  1. Pavote

    Me sentí identificado. Siempre tuve problemas para resolver los duelos, seguir con mi vida cuando el paso de otros por la propia es indeleble…

  2. Martín

    Andá ver Extremely Loud and Incredibly Close y verás como se resuelve un duelo, saludos

  3. Lucky Luciano

    La vida es mucho mas simple q esto q escribiste y/o sentiste. No te aconsejo un analista porque te volverias mas loco pero con la edad q tenes creo q tendrias q elaborar un duelo de forma mucho mas simplista.
    La vida es simple, por qué complejizarla…?

    1. Xtian

      Vos sí que tenés experiencia de vida: para vos elaborar un duelo es hacer pochoclo en el microondas. Yo sí te doy un consejo: no pierdas tiempo leyendo este blog, andá a leer el twitter de José Narodsky.

  4. Dr.Dean

    Acabo de llegar a tu blog y leí esta entrada para empezar. La verdad que muy interesante, me gusta mucho como escribís. A pesar que todavía no me tocó pasar por un duelo que realmente me toque muy de cerca supongo que debe ser muy dificil… Bueno tu blog es extensísimo asiq tengo mucho para leer.
    Saludos!

  5. Cain

    Excelente Xtian. Uno de las entradas mejor escritas y con intenso sentimiento. Muy bien 10. Sigue asi.

  6. Peter

    Hola:

    Estaba bien hasta el último párrafo.

    Si bien te excedes en algunas metáforas empalagosas, no te sale del todo mal.

    Pero claro, tu afan de singularidad es penoso y lo arruina todo.

    ¿Siempre tenés que ser el centro del universo?

    ¿No podés crear un personaje verosímil?

  7. Rodrigo

    Para los que critican si no les gusta pueden hacer una crítica más constructiva que “no pierdas tiempo leyendo esto”, de última si no te gusta no entrás más. Un blog es personal y uno escribe para uno no para que le guste al resto, pelotudos.

  8. maruja

    genial Chris, me gustó mucho. Justo eso que les molesta a algunos, las metáforas ¿empalagosas? para mí es lo más jugoso de tu escritura. Es un texto muy vital a pesar del contenido. Besos

  9. John

    Me emocionaste, abrazo Xtian.

  10. NOBODY

    Sos un gran escritor!! Siempre lográs emocionarme. Voy a seguir siento tu fan número uno, aunque para vos yo sólo sea … lo primero que reconocés entre los contactos del celular!!!!!!!!!!! (MALO.. Sniff sniff)

  11. mirta

    Me gusto mucho lo que escribiste. Pero igual te recomendaria humildemente que fueras a ver un terapeuta bueno ante las grandes pérdidas. besos

  12. Lucas

    Hermoso, y lleno de las figuras retóricas que tanto me gusta cómo construís 🙂 Por algo tu blog es el más visitado desde el mío!

  13. Eli

    Lo leí ayer, me dejó pensando en varias cosas.

    Primero, en las buenas almas que te mandan al psicólogo. No voy a negar que muchas veces funciona, pero otras el dolor es como un virus, no hay con que matarlo, sólo atenuamos los síntomas.

    De eso salté a la resilencia, a como creemos que tenemos control, apretar esta tecla, tomar este remedio, un camino, una salida y un día te llaman a las 8 (o a las 3, en mi caso) de la mañana y todo te deja de importar, incluso te olvidás de como era tu vida antes.

    Después me fui a esa sensación de “no puedo pensar en otra cosa”, a ese lavarropas como tan bien lo describís.

    Gracias y que te mejores.

  14. Adriana

    Porqué todo el mundo cree que hay que terminar los duelos rápido y preferiblemente asistidos profesionalmente por un psicólogo?
    Cada uno es como es, y vive los duelos a su tiempo y forma.
    Creo que mientras se puedan vivir y salir no importa si te lleva mucho o poco tiempo, si te los masticás solo llorando en tu casa o salís a reventarte todas las noches con quien sea.
    Peor es hacer como que no existe la situacion dolorosa y que tarde o temprano te queme la cabeza eso que te quedó sin digerir.
    Igual me parece que lo importante de este blog es disfrutar de lo escrito (y muy bien) por Xtian y no dar consejos existenciales.

  15. Ricardo

    No recuerdo que hayas escrito algo así antes. Bien ahí. El resto en privado.

  16. Cain

    Christian: Hoy releí el post. Y me di cuenta que el comentario que escribí fué totalmente desubicado. Me siento avergonzado. Lo escribí en el polo “up” de mis múltiples estados y no fué un comentario muy feliz el que hice. Al re leer el post me dije: Tal vez no sea todo ficción. Y terminé de convencerme cuando cai en la cuenta de que no podrías haber descripto tan perfectamente lo que se siente ante una pérdida. Solo quería decirte eso. Además, que yo recuerde, es la primera vez que escribís en tercera persona. Una buena manera de despegar de uno mismo.
    Es asi, de esa manera que se viven y sienten las pérdidas. Tu post es perfecto (con el plus de un hermoso final). Un abrazo querido amigo. Te quiero y admiro un montón.

  17. Ma. Laura

    Lindo, intenso. Me gusta mucho. Esta frase me encantó: Pasa un rato largo, supongo. Saliste y entraste de nuevo en el cuento, testigo y personaje omnipresente. Muy bueno.

  18. Ricardo

    “Bien ahí” ¿habré querido decir que estuvo bien que apretaras el acelerador y escribieras “así”? Tampoco me acuerdo que te escribí en privado. Pero hoy lo releo o lo leo por primera vez. Yo no entiendo mucho como se hace para escribir, yo leo como veo una película y me dejo llevar por lo que me cuentan. Y vos sí que sabes contarnos. Que bueno que no te hayas quedado atrapado en el dolor y que toda la mierda se convierta en la esperanza de descubrir algo esencial acerca de la vida, de vos, de todos (como dice esa cita acá abajo). Te admiro por eso, te quiero por muchas otras.

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