Tai chi

[Enero de 1999, Piscataway, New Jersey]

Casi siempre es una revistita de 10 o 12 páginas, en papel plastificado, anaranjada o celeste. Y siempre se amontonan en la tapa una banda de adolescentes sonrientes. Y si la foto viniera con sonido se escucharía el mar de fondo, los jirones de olas que se enredan en las pantorrillas de los púberes. Los tres muchachos están en cueros, las cuatro chicas en shorcito y musculosa. Dos rubias, dos morochas, tres muchachos lampiños y tetones, esculpidos todos en algún bronce gomoso. Está claro que hace calor, no hay una nube en el cielo, las palmeras no atajan el sol, pero nadie transpira, todos sonríen para la foto. Y se enciman, la consigna parece haber sido: “al menos un 60% de la superficie de piel desnuda de cada uno tiene que estar en contacto con la de sus compañeros”. Se enciman como los naipes de una mano de chinchón juvenil, atlética y jocosa.

Se trata del catálogo de clases de gimnasia de la universidad para este semestre. Pero hace frío y no hay palmeras sin viajar 5 horas en avión. Y nunca vi un ombligo lampiño ni un abdomen acanalado en las clases de CPP (cola, piernas, pancita) a las que asistí. Sigo, igual, sintiendo un pequeño arrebato de felicidad cada vez que veo asomar la revistita en mi casilla de correo, entre los infinitos catálogos de videos porno y música gospel. No puedo resistir la tentación: agarrar la birome, revisar la oferta de clases del semestre y dibujar circulitos en las que me interesan.

Empecemos. Sección acuática: las típicas clases de natación aburren, ya tengo un certificado de la Cruz Roja que dice que estoy en nivel intermedio-avanzado y no me interesa ser acuaman. ¿Aeróbicos en el agua? Leí que es una buena idea: no daña las articulaciones, pero una vez me anoté y resulté el único menor de 60 años. Pasé una hora chapoteando en la pileta de los chicos, el agua caliente y todo, parecía una escena de Cocoon. ¿Trampolín? Ni en pedo. ¿Hockey submarino? Tampoco. Los únicos deportes en los que no paso verguenza son el ajedrez y el tenis de mesa. El día que se decidan implementar la versión acuática, ahí estaré.

Siguiente sección: desarrollo personal. A la pipeta. Fotografía. Hm, quizás. Guitarra, no, ya es tarde: ya estoy viejo para el fogón y “En mi cuarto”. Crochet, no, ni loco. Diseño de velas. No, las velas están prohibidas en el alojamiento de la universidad. Arreglos florales. Muy puto. Arreglo de flores secas. No insistas, exceptuando la masturbación soy horrible para las manualidades.

Boxeo y kickboxing. Es verdad que Oscar de la Hoya me calienta, pero tampoco la pavada. Step. Tampoco: intenté una vez en San Francisco y duré cinco minutos. Llegué y había 15 gordas elongando. Pensé: pan comido. Llegó la profesora, toda muy pizpireta como corresponde. La música atronó y las gordas todas coordinadísimas y supersónicas: un, dos, tres, ¡vamos chicas! Yo trastabillando e intentando seguir el ritmo, los pasitos, mover los brazos. Menos mal que era para todos los niveles. Pilates. Es lo que hace Madonna y no sé si eso es bueno o malo. Ya no saben que inventar. Cardio kickboxing, salsa aerobics. Yo sugeriría cumbialates.

Baile. Hm, no, mejor no. El semestre pasado tuve una sobredosis: foxtrot, rumba, salsa, tango, vals, merengue, swing. Mejor me tomo vacaciones este semestre. Artes marciales: ni en pedo. Arco y flecha. No, no puedo disociar la arquería de este hecho traumático: a los 5 años con mi rulero le rompí un diente al vecino. Fue culpa de él, me quitó MI bici y se paseaba por la vereda riéndose y burlando. Yo cargué el globo con una bolillita de paraíso, apunté y pumba: no se rió por un rato. Yo tampoco me reí por un rato: mi viejo se encargó de eso.

Equitación. Otro trauma: Sierra de los padres, 15 años, alquiler de caballos, mi amigo Gabriel “vengo acá todos los veranos, los caballos son mansitos” y el mío que se larga campo traviesa entre los médanos como si yo fuera el llanero solitario.

Sección: “Al aire libre”. Kayak, tenis, golf. Ni hablar. Alpinismo. Tampoco.

Termino con el catálogo y nada. No puede ser, algo tengo que hacer. Okay, spinning, me anoto en dos clases: te transpirás todo, genial. Pero no alcanza, mente sana en cuerpo sana, así que necesito algo “mental”. Listo: Tai Chi. Pero no me animo a ir solo así que recluto a Martín (un amigo mío profesor) y a Z (una amiga de Martín, que está loca). Bárbaro.

Llegamos puntuales a la primera clase. La concurrencia: dos chicas regordetas, un pibe japonés, Martín, Z y yo. O sea: varones gays vs varones heteros: dos a uno. Al rato llega un tipo de unos 50 años, se saca el buzo y aparece una remera con un gran arco iris que dice “Provincetown”. Corrección: varones gays vs varones heteros: tres a uno.

A los 15 minutos aparece por fin la profesora: una viejita china que se mueve con horrible parsimonia. Nos sentamos en círculo y la viejita se larga con la sanata: meridianos de energía, rituales, danza, coordinación, ying y yang. El tai chi mejora la circulación, el humor, la piel, todo. Reparte unas carpetitas con fotocopias incomprensibles. Todos se aburren pero intentan disimular yendo y viniendo entre los papeles de la carpeta. Luego de un siglo (o 10 minutos) nos paramos y nos explica la primera secuencia de posiciones. De nuevo repite: es una danza, es ejercicio físico, es un arte marcial.

Se ve que a alguno se le escapa una mirada incrédula porque la viejita se dispone a demostrar que sí, el tai chi es también un arte marcial. Le indica al pibe japonés que se le ponga enfrente y la ataque. El japonés la mira desconcertado. Esta vieja me está jodiendo, debe pensar. Viniendo de una cultura que venera a los ancianos, la cabeza del japonés se resiste a la idea de mandar a la vieja al hospital. Al final se decide y con mucha suavidad agarra a la viejita del brazo. La vieja reacciona con lentitud y en cámara lenta, gira e intenta desestabilizar al japonés empujándolo. El japonés sigue plantado sólido en la colchoneta, como si nada. Al final reacciona, descubre que la vieja intenta derribarlo y con un movimiento exagerado y una maniobra Titanes en el Ring se tira al piso. Yo contengo la carcajada, pero las dos chicas regordetas no.
La viejita nos vuelve a reunir en círculos. Volvemos a hablar de la energía y los meridianos. Un centro fundamental de energía es el ano, dice la vieja. Yo salgo de mi sopor momentáneo. ¿Escuché bien? Sí, parece que sí, porque Z y Martín giran para mirarme, como diciendo: “Uf, ¿y ahora?”. Específicamente el centro de energía es el esfínter, explica ella. ¿Saben todos lo que es el esfínter?, pregunta. Yo supongo que saben, porque todos bajan la cabeza y abren las carpetitas, aunque estoy seguro que no hay ninguna fotocopia explicando que es el esfínter. Me tienta levantar la mano y pedir que explique.

Ahora vamos todos a sentarnos en posición relajada y a contraer el esfínter rítmicamente, propone. Yo me pregunto si esto será lo que hace Sting. Según parece el puede mantener una erección por 6 horas, a puro tantra. El que lo entrevistó no le preguntó para que quiere uno una erección durante 6 horas. Al final llegué a la conclusión que es otro de esos lujos que sólo se permiten las super estrellas: un jet privado, jacuzzi en todos los baños, casa en París, erección de 6 horas. El resto de la humanidad tiene demasiadas cosas que hacer y una erección de 6 horas es más un bug que un feature.

Que no se me malinterprete: seguro que hay ballenas que cogen 15 horas o tortugas prehistóricas que se masturban durante 120 años. Los humanos vivimos 80 años y por eso sostengo que un polvo no debería durar más que un CD.

Cuando vuelvo a tierra, el resto sigue con los ojos cerrados, guiñando el ojo del culo. Yo transmito en Morse desde mi culo un mensaje universal: P A Z, ahora sí me siento mejor.

La vieja interrumpe y se zambulle de nuevo en la charla energética. Ejercitar el esfínter rítmicamente no sólo mejora la circulación de energía vital sino que también regula nuestra líbido. Martín y Z me miran de nuevo, cómplices. Yo estoy a punto de guiñarles el ojo, pero me doy cuenta de que no es un buen momento. Por ejemplo, continúa la viejita, muchos de los hombres presentes salen a discotecas (asentimos todos) y alguna chica simpática quizás los invite una copa (asiente uno sólo) y de ahí las cosas se desencadenan… Una buena forma de resistir esa tentación – la viejita sonríe pícara – es hacer este ejercicio, coordinando la compresión rítmica con la respiración.
Se termina la clase. Todos saludan apresurados con reverencias orientales y salen eyectados a la calle. La clase será cancelada una semana después, por falta de concurrencia.

Pero todos sabemos que la vida es misteriosa y toda ostra esconde una perla. Y yo sigo encontrando formas de utilizar lo aprendido.

This Post Has 4 Comments

  1. ine

    ja ja ja ja….lloré de la risa mal…..muy fuerte….xtian…una vez más….te quiero…

  2. Yo

    jajajajaja ! Espectacular !

  3. R

    Mori de risa … fue un click y las vi.

    “las gordas todas coordinadísimas y supersónicas”

    Gracias.

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