Sarcófagos

[11 de Enero de 2004, Piscataway, NJ; y un email enviado a otro blogger tratando de explicar(me) el mambo Rambo de ciertos cibernautas]

La gente es loca. Suena a cliché, sí, pero es así. Lo peor es que la mayoría de la locura de la gente es tan cualungue que no merece exploración. Otras siones son más apropiadas: contemplación, compasión, ignoración. Mi exploración se termina demasiado pronto, antes era más “humanista” y suponía que era pedadógico tratar de entender las vueltas de la gente. Era más joven y más ingenuo y pensaba que toda tarea ardua construía carácter (es todo muy bíblico, viste, expulsión de ese Disneylandia que era el Edén y sudarás el sudor de tu frente y amasarás el pan con tus manos callosas). Hasta que un día me crucé con la frasecita de Oscar Salvaje que dice que la laboriosidad es la madre de todas las calamidades y confirmé esa certeza meses después cuando la Tía Ernestina le regaló a mi mamá una cama paraguaya hecha con hilo sisal. No hay tarea más enorme que la investigación de la estupidez humana y la espeleología no es para mí.

Tu website está muy bien hecho y es muy popular. Leer todos esos comments es una tarea épica, casi hípica, hipnótica, casi hepática. Yo tengo 50 visitas “únicas” diarias y estoy seguro de que 40 son de maricones que caen por la cantidad de veces que digo “pija parada” y “Antonio Banderas” en los posts. Entiendo que para alguna gente que se tome esto en serio, tener 10 visitas diarias es intolerable. Frente al esmirriado éxito cibernético, los bloggers reaccionan de distintas maneras. Algunos hacen algo saludable: seguir escribiendo para 10 o para 3 o para los náufragos que despiertan en la playa del blog recóndito abrazados a algún tronco que flota en el mar Google.

Otros hacen lo recomendable: dejar de escribir (al fin y al cabo escribir no es entretenido, no es placentero, no es fácil). Y a algunos otros les salta la térmica y se convierten en comentaristas seriales, descuartizadores de bloggers, internautas zombies. Corre Lola corre, que no te agarre la gente, no vaya a ser que te suceda lo que ya te sucedió.

Perdón, soné a Facundo Cabral biónico.

Visité el website que me indicaste. Me dio tristeza. No es que sea un chico rico con tristeza, pero igual me dio tristeza, una tristeza de clase media trabajadora quizás, pero tristeza al fin. Todo está tan pegado con alambre, todo suena tan sajón. Creéme, es uno de mis terrores íntimos y por eso tengo el radar vigila: terror de que mi gramática se vuelva sajona. Primeros síntomas: las preposiciones me patinan mal. Y no es disculpa que la red sea una gran Babel. Está todo tan pero tan mal escrito. Y lo peor es que la red es verborrágica. Verborragia de gorgorismos, concierto polifónico de flatos, epopeyas eructadas. Es una convención de gorilas rascándose la panza, sacándose los piojos de la cabeza entre ellos y pajeándose, sobre todo pajéandose.

Perdón, soné a Sigourney Weaver rodeada de sus gorilas en la niebla onanista.

¿Qué era lo que quería decir? Todo lo de arriba es lo que dije, pero no lo que quería decir. Ah, sí: hacé lo que se te canta el hoyo, como decís vos. Ladran Sancho, yo soy lo que soy, toco mi propio timbal, al pasar por un cuartel se enamoró de un coronel, guachito toritó.
Cerremos (¿por reparaciones?) con un detalle autobiográfico, démosle a esta acuarela chillona un poco de color local. Antes la advertencia: lo que sigue puede herir la sensibilidad del lector (la sensibilidad no es lo que en general se hiere, sino la capacidad del espectador de completar la digestión del super pancho que se comió antes de entrar a la sala).

A los 13 años felé (con acento en la e) a otro impúber del barrio. Conviene aclarar que el verbo es excesivo. La acción felatoria exije la presencia de una pija, y lo que yo felé fue la sospecha de una pija, el lugar incierto (estaba oscuro, hacía frío) donde podría haber habido un pene pero donde apenas hubo un apéndice marchito de 5 centímetros, un apéndice marchito que simbolizaba un falo por negación, sin representarlo. Juramos (yo y el portador del apéndice calibre 9 milímeros) que ese ritual íntimo (estaba oscuro, hacía frío) era nuestro y del tapial contra el que nos apoyamos y de nadie más. El secreto nos acompañaría hasta la tumba.

Al día siguiente cuando fui a la esquina a juntarme con los pibes del barrio, mi saludo fue respondido con silencio. Me paré enfrente de cada uno de mis amigos de la infancia y dije “Hola” (otro acto de laboriosidad inútil) preo nadie me devolvió el saludo. Bobo de mí: el secreto si me acompañó a la tumba, sólo que la tumba se abrió ahí ese día, en esa esquina y los pibes del barrio fueron el cortejo fúnebre. Entré así a la adolescencia por la puerta grande, la del sarcófago.
Qué exagerado. Andá a saber que hago sacando todos estos trapitos al sol. Sueno al filatelista obseso que se empeña en mostrar su estampillita rara cada vez que lo vas a visitar. Pero quizás convenga que complete la imagen con el soundtrack: desde ese día y durante toda mi adolescencia, mi paso por la esquina fue saludado por un coro de ángeles entonando el villancico: “¡Puto, culo roto, comilón, marica!” (aún acompañado de mi mamá – que por esos tiempos le pasaba Blem al vidrio de la mesita del comedor bajo el que dormía mi foto hawaiana). Alguna que otra vez me cagaron a piedrazos. Ventanusca magicusca dibujasca, qué talibanes me resultaron los chicos, señor Pato Carret.

Y acá, luego del lacrimógeno clímax, viene el fundido a negro. 10 segundos para que la gente reflexione. Sólo 10 segundos, no hace falta reflexionar más. La reflexión es sencilla, alcanza un sintético: “¡Qué injusticia!” y una leve sacudida de cabeza.

Y el epílogo, en letras amarillas contra el fondo negro: “Hoy Xtian escribe blogs…”. Funde a negro. “Y sigue tan puto como siempre” en letras rosas.

The end. Créditos, en letras verdecitas.

Sí, es verdad, acá estoy, vivito y blogueando. Y aca estoy, igual de maricón que a los 13.

Aca vendría el análisis, la síntensis o la conclusión, pero son las 3.13 am y es hora de cortar. Te queda de tarea para el hogar.
Nos vemos por ahí, che. Que tus industrias sigan bien y dale pa’ lante con tu revolución reproductiva.

Xtian

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