La charla de Kirchner y Krugman en New York

Me llegó el email ayer a la noche: Kirchner y Krugman en la New School University, gratis y sin necesidad de reservar asiento. Carlos y Valeria desistieron a último momento; (“va a diluviar” – se disculparon), pero Martín se prendió. Empezaba a las 6, pero a las 5 ya estábamos ahí; “asientos de acuerdo a disponibilidad”, anunciaba el website.

La primera sorpresa nos esperaba apenas cruzamos las puertas de vidrio del edificio: “sólo prensa o invitados especiales en la sala, los demás van en aquella sala”. Aquella sala era una saloncito con unas 40 sillas y una pantallita apenas adecuada para una presentación Powerpoint.

De a poco se fueron ocupando las sillas (Martín había preguntado: “¿Vamos a la primera fila, como buenos alumnos que somos?”, y así terminamos con la ñata contra el vidrio, o mejor dicho contra la pantallita). A las 5.40, la salita ya estaba de bote a bote. Con Martín evaluábamos hipótesis. ¿Transmitirán en circuito cerrado o serán tan truchos como para transmitir el webcast – el evento se transmitía en vivo por internet a través del sitio de la universidad – a lo bruto? ¿Google trepará a los 50.000 millones o se quedará en unos tímidos 30.000? ¿Ese que lee el New York Times en la segunda fila se come la masita de hojaldre o me parece a mí?

Tan arrebatados estábamos en nuestros debates que no notamos que la sala se había llenado completamente, no sólo se habían ocupado todas las sillas, sino que había mucha gente parada y hasta sentada en el piso. Pero no por mucho tiempo, ya que al ratito apareció un tipo grandote anunciando que: “Se tienen que ir todos los que están parados, soy el encargado de seguridad y esto viola las normas de precaución frente a incendios, se van todos los que están parados o sentados, salgan todos por la derecha”.

Ahora sí, librados de la gentuza, estábamos listos para disfrutar del show. Al costado nuestro había un par de pelilargos tratando de conectar una laptop a la internet y al proyector. Los parlantes chirriaron y se escuchó a todo volumen la musiquita diabólica con la que se abre windows. Se escucharon un par de risitas y varios cuchicheando (seguramente algo relacionado con lo improvisado del evento). A esa misma tónica se sumaba Martín: “Estoy seguro que si esto pasara en Buenos Aires con una sala llena de yanquis, se escucharía algún comentario acerca de lo tercermundista del evento”.

No sé si el comentario llegó a oídos de uno de los que batallaba con la laptop, pero igual aprovechó la oportunidad para pedir “disculpas, estamos solucionando problemas técnicos”.

Se ve que esa fue la gota que le rebalsó el vaso a uno de la última fila, que saltó como un resorte de la silla y se puso a gesticular a toda velocidad, increpando al del traje: “¿Pero alguien va a dar algún tipo de explicación coherente? Venimos a un evento, nos meten en esta sala, luego echan a los que están parados, ¡y ahora ni siquiera funciona el proyector y la computadora! ¿No se podía preparar el equipo una hora antes?”

El tipo estaba fuera de sí, y todos giraron para registrar la performance. Estábamos todos de acuerdo con su diatriba, pero la ira parecía desproporcionada. Yo me incliné sobre el hombro de Martín y murmuré: “¿Este es alemán o gay?” “Lo primero es seguro, lo segundo es aún materia de debate…” – respondió Martín.

Luego del exabrupto germano, todos volvemos a mirar la pantalla. El puntero del mouse se mueve taciturno y tembloroso de un lado a otro. Se abre el internet explorer y la pantalla se congela un segundo, mientras se carga la página de MSN. Martín lee los titulares, divertido: “La escalofriante confesión de Gwyneth Paltrow”, “Las diez peores ciudades para los fanáticos del atún”. Ahora aparece la página de la universidad (y se escucha un tibio aplauso en la sala) y de ahí a la página que lista las charlas. El puntero del mouse sigue a la deriva y la gente, ya podrida de tanta comedia de enredos se prende en la joda: “¡Para arriba, che!”, “¡A la derecha… ahí, dale hace clic ahí!”

“Al menos la gente tiene sentido del humor” – murmura uno de los de traje.

Por fin el mouse se cruza con el link del webcast y la pantalla se congela por un segundo. Se abre el real player y su bendita pantalla de configuración. La audiencia entera lee el mensajito en coro y al final se escuchan los gritos atolondrados de dos bandos contrarios: “¡Continuar! ¡Continuar!” y “¡Cancelar! ¡Cancelar!”.

Gana “Cancelar”. Ahora el real player nos ilusiona con su “Conectando…”. Pero es una falsa alarma: se abre una ventanita anunciando un error. La interpretación del error no es unánime. “La transmisión no debe haber empezado todavía” – sugieren unos. “Hay que configurar el real player para poder ver la transmisión” – retrucan otros. “¡Reinstalá Windows!” – contraatacan los más radicales. Y Martín, que había empezado aliado con los unos y demostrando simpatía por los otros, termina unido al bando radical con un “¡Decile no a Windows!” (¿y sí a Terrabusi?).

Alguien por allá atrás pregunta si la charla va a ser traducida en forma simultánea. Aparece una mujer con trajecito Chanel y explica: “Mr. Krugman will speak English, so if anyone needs translation to Spanish, please let me know and we will provide headphones”. Martín acota irónico: “Well, if the person can´t understand English, they certainly couldn´t understand what you just said”. La sala estalla en una carcajada atronadora. La chica Chanel repite su explicación en un castellano engolado y huye.

Ahora Martín sugiere que probemos algún video de los archivos para asegurarnos de que el real player funciona. (A esta altura está claro que si este Titanic se hunde, no va a ser por falta de colaboración de sus tripulantes.) La sala está de acuerdo, así que el de traje no tiene más remedio que proceder. El mouse vuelve a temblar, en busca del link que nos lleve a la pantalla de archivos. El que mueve el mouse tiene, aparte de evidentes problemas motrices, miopía o cataratas. Y por eso yo decido guiarlo con un: “Frío… frío, tibio, más tibio… no… frío… tibio, calentito… caliente, ¡muy caliente! ¡Hirviente! ¡Volcánico! ¡Krakatoa al este de Java!” Aparece la página de archivos, y la sala empieza a debatir qué material de archivo conviene mirar. Nos decidimos por “El fin de la cooperación: los costos económicos del unilateralismo americano” y las primeras imágenes del video son saludadas por una resignada algarabía.

El mouse vuelve a la pantalla inicial y, luego de refrescar la página (sugerencia de Martín y mía), hace clic sobre el link una vez más. “Cargando… 14%… 25%… 57%… 99%… 99%… 99%…” y la cara de Kirchner, por fin y de una vez por todas. La reacción de la sala se podría describir como “suspiro triunfal”. Pero se trata de otra falsa alarma. La señora que tenemos sentada al lado – muy porteña ella -, se preocupa: “¿Esto no lo está viendo la gente de afuera, no? ¿Solamente nosotros vemos esta desprolijidad, no?” Su pregunta queda flotando en el aire, porque ni Martín ni yo tenemos el coraje de decirle que sí, que el resto del mundo mira.

Vuelvo la vista a la pantalla: la imagen de Kirchner aparece en bloques tartamudos, sonámbulos. Y de golpe aparece el sonido, minutos después de la imagen, como el trueno que sigue al relámpago.

Y lo que se escucha primero es por supuesto un trueno y después un parloteo enloquecido, unas ardillitas pasadas de anfetas. Y así pasan dos minutos, tres, cuatro, mientras todos esperamos que se desenrede la madeja cacofónica de una vez, ahora que Kirchner se mueve y parpadea a velocidad terráquea en la pantalla.

A los cinco minutos nos miramos con Martín y nos levantamos para irnos: hasta acá llegamos. El resto de los concurrentes nos imita.

A nuestras espaldas y mientras cruzamos la puerta, se escuchan los gorgorismos incomprensibles de Kirchner.

Y en ese momento, bien fuerte y para que escuchen todos, comento: “Che, ésta también era en arameo”.

This Post Has 5 Comments

  1. JEL

    A lo mejor el presi estaba hablando en idioma antártico, andá a saber… como para que lo entiendan los pingüinos… =P

  2. hernan

    Qué bueno es saber estas cosas. No sé por qué, pero me quedo más tranquilo, más sereno, sabiendo que ahí también (en esos claustros, en ese país, en esa vida) las tecnologías son idénticas que en Almagro, un día que quise ver un partido de ajedrez entre un ruso y un argentino que estaban en la sala de al lado. Pero, independientemente de los problemas de realplayer y mi alivio choubinista… Xtian, ¿quién ganó, Kirchner o el otro?

    Xtian: fue tablas por repetición de movidas.

  3. Federico

    Por un lado soy tan ¿superficial? que no puedo evitar pensar en la escena donde uds comentan sobre el alemán con problemas de retención de ira.
    Por otro, ya que el resto de la gente se les había unido, bien podían intentar conseguir algún privilegio (la presión de masas, como hacen los piqueteros).

  4. Bocio

    ¿Todos esos gritos los pegaban en castellano? Excelente el relato, lo rozaste a Kennedy Toole. Saludos…

    Xtian: no, los gritos eran en inglés… ¿Kennedy Toole? Te agradezco la exageración.

  5. Marinita

    Hey Xstian, no me canso de leer tus posts. Excelentes; no he leído nada tan entretenido y bien redactado que no haya estado entre dos tapas duras.
    Congratulations, y nos estamos viendo por acá…
    mi llegada será tu perdición (o al menos la de tu paciencia) =)
    Marinita.

Leave a Reply