Nadie se muere en la víspera

[22 de Mayo de 2004, Times Square, New York City]

A Percy se le ocurrió que lo espere en la esquina de la 40 y la 8va avenida. “Así no me tengo que desviar demasiado, salgo del Lincoln Tunnel, caigo directo en esa esquina y de ahí para Queens”. Es viernes, son las 10 de la noche y nos espera una larga noche de pachanga y chongos en Atlantis, uno de los boliches gay latinos de Jackson Heights.

Es una de esas noches calurosas y húmedas de verano y ha llovido espasmódicamente durante toda la tarde; esos chaparrones que no se anuncian, que no te dan tiempo a buscar refugio bajo un toldo o un techito y que desaparecen a los 5 minutos.

Justo cuando llego a la intersección de la 40 y la 8va se larga uno de esos diluvios inauditos. Estoy frente a un Burger King, pero no quiero meterme en el local, por miedo a que Percy no me vea cuando pase con el auto. Me quedo así refugiado bajo el techito ínfimo que apenas me protege de la lluvia (no traje paragüas, se me están mojando los zapatos, Percy no contesta el celular – ¿estará ya metido en el Lincoln Tunnel?).

No puedo evitar tararear aquel hit de Pedro y Pablo, “Donde va la gente cuando llueve”, mientras observo los efectos del aguacero sobre la gente. Están los resignados, los que han aceptado el diluvio como mandato divino – o saben que alguien los espera en algún lado y no se pueden demorar, y tienen que caminar demasiadas cuadras y es imposible conseguir un taxi vacío –. Los resignados dejan que la lluvia los empape, sonríen felices y a veces levantan la cara hacia el cielo y abren la boca para que la lluvia les calme la sed, como si estuvieran metidos en un comercial de una gaseosa. Y están los que no se resignan, y diseñan estrategias para minimizar la cantidad de gotas que impactará en sus ropas. Tengo dos ejemplares de esta raza a mi lado, compartiendo el techito. “Esperá a que cambie el semáforo, cruzamos la calle, frenamos bajo el techito del kiosco de revistas unos veinte segundos y cuando cambia el otro semáforo corremos hasta el túnel de subte” – le dice la chica al novio. Me quedo esperando a que sincronicen sus relojes, pero no.

Están los resignados, están los estrategas y están los marineros cruzando la calle tranquilos y también resignados y está mi ojo biónico que achica distancias y amplía píxeles y descubre bajo la tela blanca del uniforme blanco empapado un pezón oscuro, erecto y aterido. Y está el travesti guarecido bajo el techito de la farmacia de enfrente, puteando y recomponiéndose el maquillaje con la ayuda de un espejito que saca de una carterita fucsia brillante.

– ¿Qué lluvia de mierda no? Ya se veía que iba a llover, esta época del año es así…

El reporte meteorológico es cortesía de un tipo de unos 30 años, vestido con un jogging verde raído y sucio. Hace días que no se afeita y la lluvia parece haber suministrado la primer ducha en varios meses.

– Sí, hay que esperar que pare nomás – respondo.
– ¿De dónde es ese acento? ¿De dónde sos?
– De Argentina.
– Que bien, yo soy mitad portoriqueño, mi mamá es de San Juan…
– Mirá que bueno, ¿y vos hablás español?
– Sí, por supuesto – contesta en inglés, y luego cambia a un castellano engolado para agregar “no tengo compromiso”.

Me quedo pensando que me habrá querido decir… y rápidamente traduzco al inglés para ver si encuentro el significado: “I don´t have any commitment”. What? Habrá querido decir “no tengo problema”. El tipo está decidido a continuar la charla, a pesar de que yo sigo desenredando su falta de compromiso.

– ¿Y dónde estás yendo? – pregunta.
– A un bar en Queens, me pasan a buscar unos amigos…
– ¿Sí? ¿Podría ir con unstedes, no? Es cierto que no estoy vestido muy bien, pero igual tengo sex appeal…

¿Eh? ¿Sex appeal? ¿Dijo eso o fue una ilusión auditiva, provocada por la interferencia de los bocinazos y el repiqueteo de la lluvia sobre el techito bajo el que puteo mentalmente, una vez más, a Percy? De pronto caigo en la cuenta de que estoy a dos cuadras de Times Square, zona de putas, homeless, travestis, dealers, dementes y turistas. Sobre la 8va avenida se apilan los sex shops, los videos 24hs y los peep shows pegajosos. Por ahora mi compañero de guarida califica como probable homeless y dealer, y la demencia no parece tan descabellada. Quizás no me convenga entonces explicarle a Mr. Sex Appeal que en el bar al que voy las únicas chicas son las que protagonizan el show de drag queens y se llaman Ricky o Wilfredo.

Se ve que el tipo interpreta mi silencio como una invitación al relato autobiográfico, porque continúa:

– Hace dos semanas que salí de la cárcel. Es la segunda vez… esta vez fueron 8 meses.

A mí me corre un sudor frío por la espalda y no es porque tengo los zapatos mojados. Miro incómodo alrededor mío y lo único que veo son transeúntes distraídos y apurados. Adentro del Burger King una parejita de adolescentes se abalanza sobre sus hamburguesas. Yo, del lado de afuera del vidrio, reacciono preguntando:

– Ah, que bien… (¿“Qué bien”?) ¿Y qué fue lo que hicis–, quiero decir, que fue lo que NO hiciste pero por lo que igual te metieron preso? – pregunto, salpicando la ocurrencia con una risita cómplice.

Apenas termino la pregunta me doy cuenta de que mi rutina de comediante me puede costar la vida. El tipo me clava los ojos, sacude la cabeza y se muerde el labio inferior:

– ¿Así que porque soy latino estás suponiendo que hice algo? ¿Te das cuenta lo que estás diciendo? ¿Te das cuenta de que estás insultando a tu cultura?

Mirá vos, pienso yo, uno labura, estudia, se porta bien y de pronto se cruza con un demente en un Burger King en New York y recibe una lección acerca de discriminación racial seguida de una balacera, todo por el mismo precio: flor de promo. Debería tener mis últimas palabras listas, en versión castellana e inglesa, pero no.

– Yo no hice nada. Se aprovecharon de mí, me tomaron por estúpido y nadie me toma por estúpido…

Entre asegurarle que no pienso que el sea estúpido y el silencio, elijo el silencio, sobre todo porque esa opción es la que mejor se compatibiliza con el nudo que tengo en la garganta.

El ojo biónico no me va a servir de mucho ahora, lo que necesito son los brazaletes de la Mujer Maravilla para parar los balazos que en cualquier momento me dispara el ex convicto.

Hundido en esa fantasía estoy, cuando escucho los dos bocinazos: es Percy, que me hace señas de que corra hacia el auto antes que cambie el semáforo.

“Buena suerte”, le digo al boricua, y corro hacia mi salvación, en cámara lenta.

This Post Has 7 Comments

  1. Fabrizio.

    Muy buen relato, estuve con los pelos de punta. Creo que una gran ciudad en cualquier parte del mundo estamos expuestos a cosas así, sobre todo los que no somos oriundos de grandes ciudades y tenemos el defecto de socializar y tratar de ser amables. Un citadino nato ni siquiera hubiera volteado a ver a quién le hablaba.

  2. Manuel

    Supongo que el hombre sabe de discriminación racial y es claro que en tu actitud algo ha reconocido de esto, independientemente de su condición mental.

    Si hubiera sabido que te preocupaba el hecho de mojarte los zapatos inmediatamente antes de preocuparte ser baleado por un ex convicto, seguro corroboraría su teoría, no crees?

    ¿Porqué no consideraste que quería ligarte?

    Aprovecho para felicitarte por tus post pasados, aunque este no me haya gustado. Sobre todo el de vidrios rotos, riccota y el del exilio.

    Saludos,
    Manuel

    Xtian: aunque no voy a afirmar que estoy exento de discriminar racialmente, no creo que este haya sido el caso. Mi pregunta no se disparó porque el tipo era portoriqueño, sino porque el tipo se descolgó con esta confesión insólita. Mi reacción “inconciente” fue: el tipo quiere sacar conversación sobre este tema (su prisión) y la pregunta más natural que surje cuando escuchás que alguien fue en cana es la causa por la que lo encarcelaron.

    Te puedo asegurar que si el tipo hubiera sido blanco mi respuesta y mi nerviosismo hubieran sido los mismos.

    ¿Por qué no evalué que el tipo me quería levantar? Porque después de años de ser gay confío bastante en mi gaydar, y este tipo no emitía ondas rosadas. Y porque nunca me pasó que alguien me quiera levantar con la línea “estuve en cana”.

  3. lucas

    En un momento pensé que te había matado y que ahora era él el que escribía este blog.

  4. Inés

    Buenísimo, como todos tus relatos!!! De afuera se ve divertido, pero sinceramente no me hubiese gustado estar en tus zapatos en ese momento!
    Salute.

  5. Seb

    Mi mejor amigo (A) se encuentra en la noche con una ex transa(B) y la ve con el pelo corto:
    A: ¿Te cortaste el pelo?
    B: No por que quise, es que tengo cáncer.
    A: ¿De qué?

    Tanto tu convicto como B, se estaban explicando. El te dijo que estaba desesperado por salir por que no la ponía hace mucho. Y de paso, te era sincero con algo que quizás te podía espantar.
    El problema estuvo en que quería hacer una declaración, no empezar un interrogatorio.
    ¿O tenes que pensar que cada vez que comentás tus preferencias sexuales estás incitando a que te preguntemos? Ah cierto, eso si es verdad…
    P.D.: Cada vez mejores historias, cada vez más lindo más lindo, cada vez es mejor es mejor.

  6. pattyce

    me imaginé tu relato en cualquier callecita de Baires.
    Cómo hubiese terminado en tal caso?

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