La entrevista

[Abril de 2003, Piscataway , New Jersey]

Es un papel celeste, con letras grandes:

¿Querés desarrollar tus capacidades de liderazgo?
¿Te sentís capacitado para contribuir al bienestar de la comunidad de estudiantes de doctorado?
¿Querés interactuar con estudiantes como vos, de todos los países del mundo?
¿Te gusta organizar actividades de recreación grupales?

Si contestaste sí a todo lo anterior, seguí leyendo, que hay más:

¿Sabías que trabajando sólo 10 horas semanales podés ahorrarte el dinero del alquiler de tu alojamiento? ¿Y además recibír un salario adicional mensual de 120 dólares? ¿Y qué, aunque te parezca increíble, también tenés el privilegio de elegir a tus compañeros de vivienda?

Sí, parece increíble, pero es verdad: la Oficina de Alojamiento y Recreación de la Universidad seleccionará tres nuevos encargados de edificio para el semestre de primavera. ¡Es tu oportunidad! ¡Envianos tu currículum ya!

La oferta parece caída del cielo, no porque me interese el liderazgo, la organización de eventos, ni la fraternidad internacional, sino porque necesito los casi 600 dólares que me ahorraría todos los meses. La posibilidad de elegir a mis compañeros de vivienda es un plus para nada despreciable: hace 4 años que convivo con indios, chinos, checoslovacos, turcos y portorriqueños con distintos niveles de destreza e interés por la higiene hogareña y el aseo personal. Siento que llegó el momento de exiliarme a una comarca inmaculada, lejos del sarro indeleble de la pileta de la cocina, del cachetazo fétido del olor a pis del baño y de las cajas de pizza vacías apiladas en la puerta de entrada.
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Mi marciano favorito (primera parte)

[Palermo, Buenos Aires, Febrero – Marzo de 2005]

Lo primero que me llamó la atención de Andrés fue su pelo negrísimo.

– ¿Hace mucho que esperás? – le pregunté, para romper el hielo.
– No.

Dijo nada más que “No” y se quedó mirándome. Ahí que fue noté el pelo negrísimo. O quizás no fuera tan negro, pero le nacía demasiado abajo en la frente y eso le daba a la mirada un aire franco y ausente a la vez.
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Inflación

[Buenos Aires, 11 de enero de 2005, 2.30pm]

– A Bulnes y Güemes, por favor.

De los 5 taxis que tomamos en las últimas 4 horas, este este el primero que tiene aire acondicionado. También parece ser el primero cuyo conductor no parece desesperado por charlar. Y por eso me dedico a conversar en inglés con Martín y Andrés, que están sentados en el asiento trasero.
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El infierno sin aire acondicionado

[Buenos Aires, 11 de enero de 2005, 1pm, los taxistas de Buenos Aires tienen ese no se qué]

Update 14-01-2005: Nueva versión, que corrige algunas inexactitudes señaladas por uno de los protagonistas de la historia, Martín.

Mis amigos neoyorkinos, Martín y Andrés, llegaron el lunes a Buenos Aires. Se quedan sólo un par de días, los necesarios para terminar algunos trámites. Tenían pensado terminar todo el lunes y por eso arreglamos para que pase a buscarlos por el hotel el martes. Pero no llegaron a terminar todo y por eso, cuando llego, me piden que los acompañe a la AFIP. Se disculpan interminablemente y me prometen que en una hora vamos a estar almorzando y caminando por Palermo, a salvo de la opresión kafkiana de la burocracia local.

Salimos del hotel y nos metemos en un taxi, yo en el asiento de adelante, ellos atrás.

– A Cabildo y Céspedes – le indico al taxista.
– Listo – pone en marcha el reloj – ¿qué calor, no?
– Ayer fue un infierno de trámites – señala Martín, que parece necesitar compartir sus combates con la burocracia argentina con todo el mundo -, hoy a la mañana fue otro infierno y ahora seguimos con más papeles infernales…
– Yo igual soy ateo – interrumpe el taxista.
– Yo también soy ateo – se defiende Martín – . El infierno no existe en el más allá , el infierno es la DGI.
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Confesiones

[18 de diciembre de 2004, Buenos Aires, Argentina]

A veces hay que internarse en el bosque misterioso de la vida con la intrepidez de Hansel y de Gretel, dejar caer migas de pan por el camino y confiar en que los pájaros se las coman y así perderse en la oscuridad de los cuentos de los hermanos Grimm. Y encontrar en esa oscuridad una casa hecha de dulces donde vive una vieja malvada y cocinarla al horno, con papas. O quizás esquivar la casa de dulces y descubrir algún nuevo sendero que nos lleva andá a saber dónde, con la esperanza de perderse y de encontrarse.

No se me ocurre mejor metáfora que la del niño perdido en un bosque oscuro y confiando en las migas de pan como único instrumento de navegación para explicar algo que me pasó hace unos diez días. Leí una carta de lectores de La Nación que me irritó, y, como el email del remitente aparecía publicado, decidí contestarla. A la hora recibí contestación y ya no hubo forma de parar: los emails se sucedieron veloces, llenos de acusaciones, confesiones, argumentos y aspavientos. Y ya metido en el calor de la pulseada descubrí que mi interlocutor era el subsecretario de la Conferencia Episcopal Argentina y el secretario de la Asociación Cristo Sacerdote, el grupo que inició acciones legales contra León Ferrari para levantar la muestra (y lo logró, al menos temporalmente).

Pero ya hacía rato que los pájaros se habían comido las migas de pan arrojadas en el camino y no había más remedio que seguir hacia adelante y a oscuras, y terminar andá a saber dónde.

A continuación presento la carta publicada en La Nación seguida de los emails que nos enviamos de ida y vuelta con Eduardo Pérez dal Lago, en orden cronológico. El texto de los emails aparece tal cual fue escrito, sólo se han hecho pequeñas correcciones para mejorar la legibilidad de lo dicho (eliminando errores ortográficos y gramaticales y aclarando apenas algunos puntos difusos). Eduardo me autorizó a publicar lo que aparece a continuación, a través del siguiente texto:

“No me parece mal que los publiques. Siento un poco de confusión, porque la naturaleza de las cosas privadas no es igual que la de las públicas. Cuando uno escribe algo para que lo lea uno o para que lo lean todos toma recaudos diferentes, pero no me parece mal. No hay nada que sea confidencial.

Por otra parte me da un poco de envidia, porque creo que tu debate era más inteligente que el mío. Aunque yo tengo la razón, claro.”

Clarísimo.
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Caridad

[20 de Octubre de 2004, Buenos Aires]

– Llego tarde a ver la Traviatta, che – se impacienta Tiago en el teléfono. Metéte en mi correo y fijate si hay algo urgente, si alguno pregunta por mis servicios mandá el parrafito en el que explico todo.
– Sí, jefe. Si llama la señora, ¿qué le digo?
– Que el señor se fue a ver una ópera con un gato, y que me tenga preparada la comida en cuánto llegue, sino la casco.
– Sí, jefe.
– Basta de decirme “jefe”, putazo. La fantasía de la secretaria en minifalda no te queda bien.
– Que el correo te lo revise tu abuela, entonces.
– Sé buenito. Me tengo que ir que me están esperando, después hablamos.
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La otra endogamia (2)

Una regla útil: no escribir si no sabés que querés decir. Violé esa regla en el artículo “La otra endogamia”, que publiqué días atrás. En realidad sólo escribí una frase al final de una cita de Norman Mailer, y con eso alcanzó y sobró para que no se entendiera nada de nada.

Confieso que en ese momento pensé que sí sabía lo que quería decir. Ahora me doy cuenta que no; que más que una idea, lo que me perseguía era un malestar, una picazón. Trataré de explicar de qué hablo.
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El llamado de la selva

[10 de Octubre de 2004, Buenos Aires. Este texto fue escrito originalmente en inglés; lo que sigue es una traducción al castellano.]

Años de traducir canciones de The Smiths, seis años viviendo en USA y por fin puedo sacarle jugo a mi inglés como corresponde.

Voz en mi celular: Mi nombre es James. Vi una página en la internet que me interesó… le mandé email a Tiago y él me dijo que te llamara porque él no habla inglés.
Yo: Bien, él está conmigo acá, le puedo traducir cualquier pregunta que tengas para él.
James: Bueno, somos dos, yo y mi amigo Rob.Nos vamos a quedar en el hotel Hilton en Buenos Aires, el servicio sería por una hora… ¿cuál es la tarifa?
Yo (después de consultar a Tiago): Son 100 dólares.
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