El destino como placebo

Botones placebo. ¿Es cierto que los botones de “cerrar puerta” de los ascensores no funcionan, y que en muchos casos ni siquiera están conectados? O sea, están ahí para que la persona que los aprieta sienta que tiene el control (sobre las puertas), pero estas se cierran automáticamente, de acuerdo a algoritmos y temporizadores internos.

Parece bastante sensato que los ascensores funcionen de acuerdo a sus propios algoritmos, que busquen maximizar la eficiencia en el servicio de un gran número de personas y no el capricho histérico de una sola.

También dicen que los botones peatonales (esos que supuestamente apretamos para que cambie el semáforo a rojo y poder cruzar) son botones placebo (también llamados botones idiotas). Y también los controles de temperatura de los aire acondicionados. Apretá tranquilo, usá el botón como instrumento de percusión, bailate un malambo arriba, es el uso catártico del botón, pero no el uso funcional.

¿Qué otros botones placebos hay? ¿En qué otras situaciones pensamos que tenemos el control, que podemos apretar un botón para ejercer ese control, y resulta que no, que ese botón ya no funciona? ¿Cuántas veces cortamos una relación pensando que la decisión la tomamos nosotros y en realidad hace rato que nos dieron el raje? ¿Cuántos botones de la botonera de la vida están conectados y cumplen una función y cuántos están ahí para darnos una ficticia sensación de control sobre nuestro destino?

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