Perder el juicio

[15 de Noviembre de 2000, San Francisco, California]

Me sacaron dos muelas en 7 días. La de juicio de arriba, la de juicio de abajo, hay una vieja pelando ajo. Creo que la de abajo fue la que se rebeló y se inflamó inicialmente y la de arriba martilla que te martilla ayudó en el proceso; al final hubo que extirpar las dos. Les cuento en detalle el primer extirpe.

Antes del desgüase me peleé durante dos días con las empleadas eficientísimas de Assist Card que no podían encontrar un dentista un sábado en San Francisco. Estuvieron 7 horas buscándolo sin resultados. Yo estaba dispuesto a hacerme atender ese mismo día, sin tener que aguantarme el aguijón punzante que me taladraba la vida hasta el lunes. Con la guía telefónica encontré un dentista en 7 minutos. Me enojé, pedí hablar con el encargado, les pedí el nombre, el teléfono, la contraseña y al final aflojaron: conseguí todo lo que quise: ir al dentista el sábado a la tarde, elegir el dentista yo, y que pagara Assist Card.
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Roperos y cajoneras

[24 de Octubre de 2000, San Francisco, California]

– El bocón ataca de nuevo

Llego a casa cargado de bolsas del supermercado, Darren da vueltas y más vueltas, se nota que intenta calcular el tiempo que tardaré en acomodar mis provisiones en las alacenas y la heladera. Sale y entra de su habitación varias veces, agarra un libro de los estantes, a los cinco minutos vuelve con el libro. lo vuelve a poner en su lugar y acomoda los cds sin prestar demasiada atención. Está claro que está impaciente, que quiere iniciar una conversación; se tira en el sofá y prende la tele con aire despreocupado. Termino de ordenar las cosas amago a meterme en mi cuarto pero Darren apaga la tele inmediatamente, pone música (George Michael, Listen without Prejudice) e inicia una conversación.
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Strippers y faraones

[21 de Octubre de 2002, 5pm, Rutgers, New Jersey]

Rutgers tiene 5 campuses desparramados en forma caótica, conectados por un servicio gratuito de autobuses. Cada campus agrupa especialidades, aunque el campus central – College Avenue – es el más diversificado: agrupa las materias comunes y los edificios administrativos, junto con la mayoría del alojamiento que provee la universidad. College Avenue se encuentra situado en el downtown de New Brunswick, a tres cuadras de la estación que en 50 minutos te lleva a Manhattan. También es el campus con mayor densidad de cafés, bares, comercios, librerías. Hmmm, no, la realidad es aún mas brutal: en los demás campuses solo hay un Student Center con 3 o 4 lugares para comer (Wendy’s, comida china, pizza, sandwichs) y una especie de mercadito de ramos generales. Si te agarró hambre y son las 11 de la noche, perdiste. En resumen la vida es limitadísima si no tenés auto.
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Pastillitas punch

[16 de Octubre de 2000, San Francisco, California. Escrito a los pocos días de mudarme a mi primer habitación alquilada en San Francisco]

No tengo tiempo de poner las cosas en secuencia ni de hilvanar los hechos… asi que ahi van, retazos (al por mayor) de mi vida de los últimos días.

1. Mi habitación

Un colchón inflable a medio inflar, medio recostado contra la pared. En el piso cubitos de telgopor (peanuts” en inglés) de los que se usan en las cajas de mudanza para amortiguar los golpes. Un buzo negro colgado de un gancho en la pared. Un frasco de champú, mi discman, el cargador del celular sobre el escritorio. Una tijera, una tarjeta telefónica usada, destornilladores, tornillos, cotonetes, una valija abierta, mi billetera, cables, cables, cables. Así esta mi habitacion hoy. Me pase el día prometiéndome ordenarla. No lo hice. La habitación es chica (pero el corazón es grande). Una ventana pequeña rectangular da a un pulmón de aire mínimo, por el que no entra aire, pero si los alaridos de la chiquita nicaragüense vecina poseida por el demonio de Shakira-ojos-así acompañada de su flamante karaoké. Los pisos son de madera y hacen chick-chick cuando uno camina: me siento Astroboy. El departamento tiene mejor acústica que el Colón. Si alguien se rasca la rodilla en el departamento del primer piso yo escucho un tronar seco en el segundo. A veces me parece que una manada de jabalíes enloquecidos derribo la puerta de entrada y se apresta a devorarnos: es el vecino de arriba que apresura su marcha a la cocina. Si abrís la canilla de agua caliente en el baño, de pronto un rugido de hipopótamo en celo invade mi dormitorio. Una puerta (seamos generosos y usemos el término puerta) de madera “corrediza” me separa de la habitación principal. Creo que vengo a ser un ropero espacioso para la habitación vecina. El cable de conexión a internet cuelga del conector de la pared y cruza a la otra habitación impidiendo que la puerta se cierre del todo: escucho respirar a Darren cuando duerme.
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Las puertitas del Señor Mercury

[20 de Octubre de 2002, 10pm, Rutgers, New Jersey]

Me divierte la denuncia que afirma James Dean es un fenómeno fabricado, artificial, inexistente. Los denunciantes afirman que tres películas no son suficientes para juzgar el trabajo de un actor. Quizás tengan razón, pero a quién le importa. Tres películas alcanzan y sobran para dibujar con tinta indeleble un grafismo único, pero eterno. A esos grafismos yo los llamo “puertitas”.

Sostengo, desde la vereda de enfrente, que hay obras maestras completas, hay artistas con un cuerpo de obras avasallante, pero también hay genios que nacieron para crear sólo un fragmento ínfimo pero esencial del universo, una piedrita mágica desprendida de la gran montaña de la belleza. Yo mismo me contentaría, no con la ejecución de un texto perfecto, devastador, sino con el esbozo de una sola frase llena de ruido blanco y ecos pendulares. Nada más.
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Fustazos

[12 de Octubre 2002, 5am, Rutgers, New Jersey]

Recién hoy me crucé nuevamente con Eric, el portoriqueño que vive arriba. Yo perdía el equilibrio mientras intentaba mantener la puerta abierta de la entrada con un pie, empujar las bolsas del supermercado al pasillo con el otro pie y cerrar el paraguas empapado . Eric bajaba las escaleras apresurado para ayudarme con la puerta y me gritó “¡Papááá!” cuando lo tuve al lado.
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Frío frío como agua del río

[10 de Julio de 2002, Merlo, Buenos Aires]

frío frío, como el agua del río
o caliente, como agua de la fuente

– Juan Luis Guerra

Prólogo

Conocí a Adrián en el chat y nuestras afinidades fueron instantáneas: ambos habíamos vivido en San Francisco, ambos teníamos treinta años, juntos nos quejábamos de la vacuidad del levante ciberespacial. Nuestros desacuerdos también parecieron funcionar como puentes: estaba claro que nuestras coreografías sexuales nos impedían la danza conjunta y eso nos permitía entregarnos sin reservas al diálogo cordial. Así quemamos rápidamente las etapas que en un contexto de seducción hubieran consumido días de tires y aflojes: hablamos por teléfono a la media hora, me mandó una foto suya inmediatamente (morenito, peludo, con una zunga mínima en una playa mexicana) y yo le respondí con una videoconferencia con la webcam conectada. El encuentro sí se demoró unos días. Privados de urgencias sexuales – de la gravitación de la atracción carnal – teníamos la libertad de fijar el “real time” en algún punto incierto del futuro.
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Zen en el arte de la cortada de rostro

[28 de Julio de 2001, San Francisco, USA]

Hoy me junté con René, mi amigo chileno. Me invitó a su cumpleaños a celebrarse el 4 de agosto. Tomamos café, me entretuvo con sus historias y luego me paseo como bola sin manija por el Castro buscando “accesorios” para su fiesta de cumpleaños. El evento no es moco de pavo, así que en su ataque hiperkinético es un huracán caribeño: que las banderitas chilenas, argentinas y yanquis para clavar en el melón, que quiero comprar chanchitos de goma para regalarle a la gente como souvenir, que las copas de plástico son una rotería, que no tengo plata para 20 copas de vidrio, que quiero comprar un ángel de mármol sin cabeza para el jardín, que linda esa vasija japonesa, que para qué me preocupo por las copas si igual los platos del Mathew son un espanto, que dónde consigo vino chileno que valga la pena, que la barbacoa la hago yo y luego sirvo vino tinto con duraznos y vino blanco con… ¿con qué? ¡Por Dios, con que sirvo el vino blanco!, que le dije a Mathew que no me haga su torta de piña, que se ofendió, que mejor le compro flores así nos reconciliamos.
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Eric

[5 de Octubre de 2002, Rutgers, New Jersey]

Tardé casi una semana en averiguar su nombre. Antes nos habíamos cruzado decenas de veces en el baño, en las escaleras, en las duchas. Nuestro intercambio de “heys” y su versión extendida “hey, how are you?” (una pregunta que no exige ninguna respuesta) se cumplía siempre frente al espejo del baño: la ceremonia de lavarse las manos luego de mear fue nuestra primera intimidad. Finalmente hace un par de días la sincronización de nuestras meadas fue total. Nuestros chorros se extinguieron simultáneamente, abrimos las canillas al mismo tiempo, nos quedamos rígidos esperando que el otro tironeara de la toalla de papel de la expendedora, nos saludamos torpemente, salimos juntos del baño e iniciamos una conversación básica.
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Carta a la revista “El amante”

[16 de Febrero de 2000, Rutgers, New Jersey, carta publicada en el correo de lectores de la revista “El amante”]

La 1:30 de la mañana. Estoy en mi oficina, aburrido furiosamente. Estoy en New Jersey, hace frío, tomo Coca Diet. A quién le importa.

Me fui de Argentina hace dos años, para estudiar Ciencias de la Computación (ojalá nunca a nadie se le ocurra ponerle “Ciencias cinematográficas” a la carrera de cine). Tengo 29 años. Soy gay. Hombre. Argentino (¡Canejo!). A quién le importa.

Extraño Argentina. Amigos, olor, humedad, televisión, superpancho, contraflor al resto.
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