Oda a los créditos de las películas

Tengo, TENGO que quedarme hasta el final de TODOS los créditos cuando miro una película / serie. A niveles ridículos. En el cine la gente se va de a poco, y cuando muestran los créditos de la música ya se fueron todos. Quedo yo y algún perdido. Algunos se quedan en las películas de superhéroes, porque hay una escena adicional después de los créditos, pero en el resto de las películas no. Ahí estoy yo cuando entran a barrer la sala. Y más vale que no corten los créditos y me prendan las luces, soy capaz de ir a reclamar que me devuelvan el precio de la entrada porque no vi la película completa. Tampoco puedo entrar con la película empezada. Vengo otro día.

Incluso en casa, mirando una película o serie, tengo que empezar a verla con el logo de la productora, y verla hasta que se apaga. Y odio a Netflix cuando me manda al capítulo siguiente y todavía no terminó el que estoy mirando. Es más, veo los créditos enteros de la película, y los adicionales de traducción de Netflix, incluyendo a los polacos o turcos que hicieron los subtítulos o las voces.

Tenés los subtítulos que pasan en 15 segundos cuando es una película indie argentina hecha con dos mangos. Y tenés los millones de letras hormiga cuando tenés una superproducción con miles de personas haciendo efectos especiales y todos tienen nombres chinos o indios. Es más, si pasan los títulos muy rápidos, me pongo molesto. Porque me gusta escanear la pantalla y decir guau, mirá, el microfonista se llama Alberto Cortez, como el cantante. Ah, mirá, parece que los del catering son todos familiares, tienen el mismo apellido. O ah, mirá, para los rubros técnicos llamaron a rusos, pero los choferes son todos mexicanos.

Miro también las actrices o actores divos, que en los créditos tienen varios asistentes. Y miro si hay especialistas contratados, onda supervisor de acento, entrenador de gansos, asistente del asistente del asistente de sonido en directo. Los dobles aparecen onda aluvión zoológico, en varias columnas, son como una manda de búfalos. Me los imagino todos musculosos y con caras de enojados.

Cuando aparecen muchos abogados en los créditos, me pongo nervioso. Y pienso qué tenía la película de controvertido que no entendí. Y cómo les podría hacer juicio yo.

A veces aparece un muerto, un epitafio. A la memoria de… X, y la fecha de nacimiento y muerte. Ahí siempre hacés la cuenta y pensás uh, qué joven que era, o ah, no, vivió bastante, seguro que vivió bien. Siempre la fecha de muerte fue cercana al rodaje, y uno se imagina que se murió en el set, y que hubo que suspender la filmación.

Los agradecimientos son casi un tema aparte. Están los parcos, que solo agradecen al municipio o al rey. Otros son familieros y le agradecen a la mamá, a la tía, a todas las mujeres laburantes de la familia que me enseñaron cómo ser la gran mujer que soy. Están los agradecimientos en secciones. El director agradece a… lista de gente. La producción agradece a… lista de otra gente. Están los agradecimientos canje: sillone Mackenzie, Alfajores Jorgelín, Sex Shop Intense. Están los agradecimientos “inspiradores”. Le agradecen a Bob Marley, a Dalí, a Sandro y a James Joyce. Mis preferidos son los que mezclan todo, y no lo separan en secciones. Así van lloviendo en la pantalla y de pronto agradecen a Sugus, a Baudelaire, a la tía Irma.

Las locaciones son un momento difícil. A veces confirmás (ah sí, ese puente que se veía era Londres, ah, sí, eso es Caballito), y a veces te sentís traicionado. Pensaste que era Chicago y resultó ser Lugano.

Son años de leer créditos, pienso en que todo ese tiempo sumado dará, andá a saber, días, semanas, meses. Pero no me arrepiento. Dicen que el secreto de la felicidad es ser agradecido, y los créditos son eso: hacerse cargo de que solo no se puede, y darle espacio y ritmo lento a ese gracias. Y me encanta que lluevan, que avancen lento, un desfile parsimonioso y apenas legible de eso que viste fue gracias a toda esta gente. Si hay muchos créditos, hay mucho mérito, y hay largas listas, muchas gracias, y mucha calma felicidad.

Voy a dar un curso de lectura de créditos. Debería ser una categoría de los Oscars: mejores créditos. No créditos de entrada, diseñados y cool como los de James Bond, sino esos de salida, calladitos pero esenciales. Al final, inevitablmente, se prende la luz, y hay que salir del cine, pero si mirás los créditos te sentís un poco acompañado con toda esa gente.

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