Nada sincronizada

[9 de junio de 2005; Buenos Aires, Palermo: mi temporada deportiva invernal]

Sigo en la nube de pedos, que a esta altura es cumulus nimbus pedus. Ayer vi el partido de Argentina. Veo a los tipos sudados y pegando puntinazos, empujándose, dándose la mano para levantarse luego de una patada en las canillas y me agarra un momento litúrgico, una comunión con cantos gregorianos bajando desde las tribunas. Y ahí vuelvo a creer en la fraternidad de los hombres, en el bálsamo de la transpiracion, en el exorcismo del tacto. Es decir, me caliento, pero no con una calentura eréctil, sino con algo más tibio y que viene de más atrás o de más adentro o de más arriba. Esta liturgia debe venir de que a la mañana cogí con Pablo. Supongo que sino mi visión sería más inguinal, más axilar, más decúbito dorsal. Pablo es un fanático de la limpieza. Antes de coger cambia las sábanas de la cama, pone una toalla encima de la sábana, te provee con 15 o 20 toallitas de papel, te pone unas chancletas al pie de la cama para que al salir de la gran pileta de goma espuma y resortes donde hicimos el nado sincronizado no te ensucies los pies.

Decía que cogimos. ¿Sabés que es lo bueno de los pijones? Mirá, cuando sos gay y pasivo y te cogen, la inserción es la parte más épica: empujar la cabeza de la pija hasta que pase la parte más gruesa es el momento que se cumple contra un cielo escarlata donde giran cuervos en espiral. Para la inserción se necesita el auxilio del talento o la violencia. Si estás muy caliente también es la parte caliente, pero como estoy andropáusico siento la desfloración cada vez que me cogen. En la raya de lo oscuro se comienza a deshojar.

Con Pablo, como con otros pijones, hay solo una inserción por cogida. ¿Por qué? Porque al tenerla tan grande – y este la tiene muy grande – te la mete y el resto de las maniobras se cumplen sin sacarla. Ayer rotamos por 3 posiciones sin necesidad de egreso y reingreso. Una pija normal – y un tipo con menos pericia -, hubiera necesitado 1 inserción y 2 reinserciones. Este no, este te dice “quedate quietito”, y te mueve él. Liberado mi cerebro de la necesidad de ordenar mi motricidad, me dedico a leer a Pablo como un papiro. Yo leo a los tipos en la cama como los biólogos leen las sequoias en el parque nacional. ¿Viste que miran los anillos de la corteza y dicen “500 años”? Bueno, yo a Pablo lo observo cogiendo y digo “312 cogidas”. No son 30, ni 100, ni 148, son muchas más.

Te dice: hacé como si estuvieras dormido, cerrá los ojos y relajate. Quedate así, quietito. Te dice: ahora te giro hacia el costado. Y te hace girar 90 grados. Ahora te quiero mirar a los ojos. Y te hace girar 90 grados. Me hace girar como si mis piernas fueran las agujas de un reloj cucú que el retrasa 15 minutos cada vez. En cada posición se reacomoda y te bombea un rato. Y yo lo miro con cara de no te hagas el pelotudo que me tenés que girar 180 grados más y no me voy a bancar tus dos paradas intermedias. Y Pablo me mira y sonríe. Sonríe porque sabe, instintivamente, que el sexo es un ludomatic, una excusa para abrir la puerta y salir a jugar, un dígalo con mimica. Y se divierte: Es un piñón fijo tirando cambios y cambiando la velocidad y la tracción. Es un pijón fijo.

Luego de coger te alcanza las chancletas y te acompaña al baño. No te deja tocar el jabón, se te pone al costado y te tira él mismo el jabón líquido con una pistolita vaporizadora. El detergente está frio. Aprieta 4 o 5 veces. Supongo que no quiere que toques la pistolita con las manos y la llenes de gérmenes. Te alcanza toallitas. Te pide que las tires al inodoro y rocía el inodoro con lavandina de otra pistolita.

Le toca el turno a él: se pone el frente al espejo y se empieza a lavar la pija. Tarda por lo menos 5 minutos. Se la estira, se la acaricia, se esparce burbujitas por el vello pubico, por el tronco, se la lava, se la enjuaga, la sacude y hace un segundo lavado con nuevas burbujas, caricias y sacudidas.

Más tarde, esa misma noche, cuando lo veo en el chat, me dice: “En media hora viene uno para un masaje.” Yo le digo: “Buenos Aires está tan contracturado”. A la media hora manda otro mensaje: “Me voy a comer algo”. Yo: “Ok”. Media hora más tarde: “Me voy a lavar los dientes y después a dormir”. Yo: “No hace falta que me des el reporte de tus actividades cada media hora”. El: “Juas. No se qué me pasa con vos”. Yo: “Yo sí sé. No te pasa nada.” El: “Mañana te la pongo.” Yo: “Ni en pedo, con lo de hoy me alcanza para una semanita. Andá a dormir”. El: “Te mando un beso en la cola.”

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