En la playa (10): Mis mascotas

La gente tiene una relación histérica con la playa y con el concepto mismo de “vacaciones”. Yo entiendo que en la expresión “irse de vacaciones” es instrumental el verbo “irse”. Irse a otro lado, escapar, dejar atrás la repetición y la rutina. Estar en otro lugar para probar ser otro. Experimentar. No hace falta tirarse en paracaídas ni salir a cazar búfalos, pero por lo menos desconectá.
Pero no. El otro día veo unos pibes con un gigantesco parlante en la playa. Raro. Venís a la playa a experimentar acústicamente el ruido de las olas que no escuchás el resto del año y lo tapás con cumbia pedorra. Y ojo: si lo tapás con Berthoven es lo mismo. Bancate el silencio, o el ruido de la gente y de las olas. (more…)

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En la playa (8): la sunga como equilibrio inestable

Tengo que caminar varios kilómetros pero lo logro: en esta playa no hay argentinos. Hay poca gente y son todos brasileros. Hay banderines rojos que indican que el lugar es peligroso, pero igual hay un grupo de adolescentes metidos en el agua, así que me meto. Las olas me empujan hacia el grupito de pibes, nos reúnen como una pandilla de sea-monkeys. Las olas son altas, enojadas, te cachetean, te revuelcan, tienen una fuerza que no anuncian. Me gusta escuchar los gritos de alegría, en portugués. Una hora después, cuando vuelvo, me tengo que tomar el colectivo sí o sí, porque no puedo caminar, porque esas olas me metieron arena entre las bolas, en el culo, y cuando camino me paspo y casi saco chispas. Pero ahora estoy ahí metido con estos pibes, un grupito de 8 que flotan conmigo. (more…)

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En la playa (7): perdido en la traducción

¿A quién se le ocurrió ponernos al lado un país en el que hablan parecido a nosotros? No les entiendo un pomo a los brazucas. Entiendo dos cosas y después vienen tres palabras que me tiran a la zanja porque son parecidas a alguna palabra nuestra pero significan algo distinto. Ficar. Pegar. Embora. No te entiendo. (more…)

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En la playa (6): el Mc Donald’s resbaladizo

Era tarde y todo estaba lleno así que opté por la seguridad del McDonald’s. El menú es el mismo pero hay sutiles y resbaladizas diferencias. Si pedís aderezos te dan ketchup y mostaza pero no mayonesa. Parece que mojar papafritas en mayonesas no se les ocurre. Y si pedís sal te dicen que ya tiene. Sí ya sé, digo, quiero más. Buscan y te dan unos sobrecitos microscópicos que contienen 8 granitos de cloruro de sodio. Y a veces ni tienen. ¿Serán los brazucas esmerados luchadores contra la aniquilación cardiovascular? Yo creo en cambio que comen desabrido y que no les importa. Cuando quieren disfrutar de la vida bailan lambada refregándose contra un cocotero, tocan el berimbau o tienen sexo. De tanto bailar y coger y a lo largo de miles de años el cableado del sistema nervioso fue modificándose y las terminaciones nerviosas que se les agregaron al culo para gobernar tanto bamboleo se restaron de las papilas gustativas. (more…)

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En la playa (5): los muertos vuelven

Caminar por la playa con Felipe, el chihuaha, se hace casi imposible. Todo el mundo le hace fiesta, se frena, lo acaricia, lo quiere agarrar. Qué lindo. Es adulto. Qué edad tiene. Cómo se llama. Más que caminata por la playa, es un tour promocional de Felipe. Y encima Felipe es simpático, social, relajado. Si le acercás la mano, te la chupa. Si se acerca un perro cinco veces más grande que él, en vez de asustarse, precavido, quiere jugar. (more…)

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En la playa (4): shock eléctrico

El sol nos aplasta, nos baila tap en la nuca, así que voy a comprar un suco de abacaxi (jugo de ananá) al puestito de la playa. Es una casilla de techo de lona, con una precaria, precarísima instalación eléctrica. Un cable retorcido que baja no sé de donde, mojado, entre las lonas, del que cuelga una enorme zapatilla y varios triples. De ahí a la heladera, y a las licuadoras. Atienden el puesto madre e hija, ambas brasileras. Me atiende la hija, que va hasta la heladera a buscar un sobrecito de pulpa congelada de abacaxi. Lo mete en el vaso de la licuadora, agrega azúcar, le digo que no, que no tanta, y licúa. Busca un vaso de plástico, y agarra el va–. Pega un respingo y luego se contorsiona apenas, en un gesto break-dance. Putea, supongo. La licuadora le da una patada. (more…)

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En la playa (2): cuestión de tamaño

Estoy sentado en la playa y son las tres de la mañana. Los barquitos flotan en el mar oscuro, hay una especie de niebla oscura, y como siempre, pasan ráfagas sucesivas de olor a porro, a pis y a sal. Porro, pis, sal, porro, pis, sal. Estamos sentados en resposeras, somos tres, un argentino que dice que “para simplificar, digamos que me llamo Germán” y que “para simplificar, digamos que vivo en el culo del mundo” (es tucumano, pero no de San Miguel de Tucumán). Y un brasilerito, flaco, simpático, que dice todo bom cada vez que no entiende, o sea, todo el tiempo. Hay un balde con seis cervezas, que invitó el tucumano. Mis viejos son dos borrachos. Yo ya no tendría que estar acá, explica. Estuve una semana con una pareja amiga, los llevé de vuelta a Tucumán y cuando llegué mis viejos me dijeron “vamos” y los traje acá, manejando, casi sin dormir, ellos vinieron tomando todo el camino, y ahora llegaron y se fueron a dormir. Pero pagan todo ellos. Son borrachos, pero me pagan. (more…)

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