Segundo día en La Habana
A la mañana siguiente, cuando me despierto, Ariel no está en la habitación. Me ducho y salgo a la calle. Enseguida me engancha un matrimonio negro que cruza la calle. ¿Para dónde camino para ir hacia La Habana vieja? Caminá con nosotros y te indicamos. Estoy en guardia, seguro que me piden algo. Pero no, van simplemente agarrados de la mano, se ríen porque sí, charlamos. La calle y la gente me resultan extrañas, con una efervescencia casi coreografiada, de musical hollywoodense. La luz del sol brilla en los vellos de mi antebrazo, surgen voces en surround, de todos lados, los autos cincuentosos avanzan lentamente. El matrimonio negro se despide y yo sigo solo y las calles se van ensuciando progresivamente, a medida que salgo de la zona turística. Hay charcos en las veredas, puertas que se abren a fondos oscuros, todo parece descascarado, apuntalado, no a punto de derrumbarse, no.
Se me acerca otro negro. Se presenta como Ángel, insiste en saludarme con un apretón de manos. Lo mismo de siempre. Argentina, Maradona, el Che, amigo. Se nota que Ángel es de los que viven en la calle, porque saluda a 4 de cada 5 personas que se cruza. A una de esas personas que se cruza la hace frenar, le da charla y me presenta. Ella se llama María, es una mujer de piel blanca y pelo bien negra, con un escote firme, pero sin exagerar. Es maestra de escuela, dice Ángel, y sospecho que eso quiere decir “no es puta, es una mujer respetable”. Yo asiento con la cabeza y después me alejo unos pasos, simulando interés turístico en el entorno, y poquísimo interés en el escote. Ángel se despide de María y seguimos caminando. Me pregunta si me gusta María. Es muy linda, digo, ¿es tu novia? No, yo estoy casado. ¿Pero tuviste algo con María? Sí, tuve algo con muchas, chico, acá todos los hombres somos así. Ah, digo. ¿Y a tí te gustan blanquitas, mulatas, cómo? No, yo soy gay, me gustan los hombres, le digo. Ah, con que eres bufarrón, dice. ¿No, bufarrón es el que le gustan las mujeres y cada tanto se coge un tipo, no? Pues claro. Yo no soy bufarrón, sólo me gustan los hombres. ¿Cómo se le dice a eso acá? Completo, dice. ¿Eso es que te la meten o que la metés?, pregunto. Las dos cosas, chico, dice Ángel. Ah no, yo soy pasivo, sólo me la meten. Ángel me pregunta si le estoy haciendo un chiste. Dice que a mí no se me nota. No se me nota, pero es así, le digo, casi como en una afirmación de soberanía. Ah, entonces eres maricón y ya.
Finalmente llegamos a un bar, y Ángel afirma que acá se sirven los mejores mojitos, que nos tomemos uno. Le digo que le regalo uno, pero que yo no quiero tomar. Este es el Floridita, dice Ángel, acá venía Hemingway. Cuba es como la isla de Lost, un plato de spaghettis del espacio-tiempo, no importa dónde estés, siempre hay un Benjamin Linus cubano que te asegura que ahí mismo, a dos cuadras está el Floridita, que sí, que lo sigas, el Santo Grial del Mojito, que ya casi llegamos, que por ahí se aparecen los del Buena Vista, los de la película, ¿conoces?, que ahí venía a escribir Hemingway, el del Viejo y el Mar, la película de Anthony Quinn, envuelto en el aura del humo de su habano, y que si quieres yo te los consigo a buen precio.
Camino toda la tarde por el centro y me meto en el Museo de la Revolución. Pido una guía en el escritorio de información. Llaman a una guía por el intercomunicador. Aquí tienes uno de la tercera edad, dice la mujer riendo. Aparece Sonia, mi guía, y al verme se pone muy contenta. Vamos atravesando las distintas habitaciones. Balazos en las paredes, salones que se alquilan para fiestas, una “galería de los cretinos” cuyo última adición es George Bush. Le pregunto qué fue eso del chiste de la tercera edad. Me cuenta que hace días que tiene un dolor de muelas insoportable y que en los últimos días le toca siempre gente muy mayor, que tarda muchísimo en moverse de habitación en habitación. Por eso me puse contenta cuando te vi a tí, dice.
Vuelvo al hotel y en el parque de la Fraternidad me enganchas dos negras. Cuando les digo que soy argentino me dicen que hay un festival de salsa, que ellas son promotoras, que me pueden dar información. ¿Tienes algo para anotar? Vente por aquí. Antes que me de cuenta me sentaron en el patio de un bar y pidieron 3 mojitos. Por supuesto que voy a pagar yo. Me anotan un par de direcciones, pero es obvio que no son promotoras. Aprovecho para preguntarles algunas cosas. En qué consiste la ración que les da el gobierno a los cubanos. Bajan la voz y empiezan a quejarse. Que el gobierno da muy poco, que yo tengo 3 niños, que yo tengo 2, tú sabes. Sacan fotos de sus billeteras, distribuyen las fotitos sobre la mesa. Digo qué lindos chicos, mentira y me tomo el mojito. Me quieren vender habanos y cuando hablan me tocan el brazo. Odio eso, me pongo molesto, serio. Llamo al mozo para pagar e irme. El mojito es un afano, es obvio que me encajaron el precio especial para el turista boludo. Las dos negras miran telescópicamente lo que tengo en la billetera. Me dan de vuelto un billete de 3 CUC (CUC = peso convertible cubano, equivalente a un dólar, el salario mensual promedio de un cubano es de 25 CUCs). Agarro la mochila y me levanto, pero una de ellas me agarra del brazo para frenarte. Pero ya te vas chico, espera un minutico. Les digo que me metieron de prepo en ese lugar sin avisarme que iba a garpar los mojitos, que no son promotoras, que si no me suelta la mano voy a llamar a la policía. Ay, pero tranquilízate. Le clavo los ojos y le digo: soltame la mano. Pero así de mierda son los argentinos, dice ella soltándome. Mientras salgo del bar escucho los gritos de la otra negra. ¡Déjame el tres, el tres! (se refiere al billete de 3 CUCs). ¡Para la leche de los niños, el tres! Y así, desde ese día y de vez en cuando, en mis pesadillas, aparece una negra gritando: ¡El tres, chico, el tres, para la leche de los niños, el tres!
Camino mirando el piso hasta el hotel, agotado psíquicamente de vadear el pantano pegajoso de gente que te quiere hablar, vender algo, invitarte un mojito. Cuando me dicen hola, no contesto, si insisten me hago el aleman o digo Sorry con una papa en la boca.
Al llegar al Vedado levanto los ojos, y me relajo un poco. Hay policías en todas las esquinas y es obvio que el principal objetivo que tienen es evitar que acosen a los turistas. Y es en ese momento que veo a un mulato enfrente a unos 20 metros: musculoso, con una remera ajustada, con un pantalón de gimnasia. Me mira, lo miro, me mira, lo miro, me mira, lo miro, me mira, bajo la cabeza, paso por al lado, nos cruzamos en direcciones opuestas, lo tengo a mis espaldas, sigo caminando hasta la esquina y antes de cruzar me freno y giro. Me mira, lo miro, me mira, lo miro, me mira, giro de nuevo y cruzo la calle. Camino una cuadra más. Giro y lo veo caminando lentamente detrás mío, a unos 50 metros. Estoy en la esquina del hotel y tengo que decidir si entro al hotel o me freno a charlar. En la esquina hay una pizzería / kiosco, así que me meto ahí a comprar un agua mineral. Cuando salgo el mulato está sentado en la parecita, mirando la calle, de espaldas a mí. Esperando. Por fin alguien que no me acosa, que no se vende, que espera una oferta. Me acerco y le digo Hola. Hola dice y sonríe. Estoy tres escalones más arriba que él y desde acá el pecho musculoso se marca mejor, los ojos oscuros son todavía más oscuros. Me pregunta cuánto hace que estoy en La Habana. Digo: llegué ayer. No me entiende. Le repito. Lo que no entiende es el sonido “ye” de yegué y de ayer. Soy argentino, digo, me llamo Christian. ¿Vos? Bárbaro, dice. No, te pregunté tu nombre. Ese es mi nombre, me llamo Bárbaro.
(continúa)
Hola.
Quería decirte que me encantan tus historias. Cuando te leo, siento como si te conociera desde siempre y hasta se me da por quererte, fijate vos.
Un abrazo.
jaja, es la primera vez que escucho ese nombre… me enganché leyendo…
saludos desde el chiquero
Epa, epa epa. Entramos en zona hot? No nos hagas desear! Saludos Xtian!
Qué guacho, lo cortaste justo cuando mejor se ponía…
Pero no es una crítica, porque es un recurso que utilizás para tenernos prendidos del relato…
No te demores mucho en parte que sigue, por favor!
Saludos
Puf, yo me pondría de un humor terrible con tanta gente pegajosa que te quiere ofrecer algo. Como para no tener pesadillas!
Qué intriga, esperemos que llegue pronto la continuación.
No puedo evitar decirlo: vellos del antebrazo no va con B larga.
es que los vellos de Xtian son muy bellos.
qué Bárbaro! espero el siguiente capítulo.
besos
Gracias Mestruli, ya está corregido. Maruja: ¡ja!
Hola me llamo joaquin y estoy muy interesado en contactarme con otros gays de aca de la argentina o de otro lugar busco desde una noche de sexo hasta una relacion, mi e-mail es joaquinkuzycyn@hotmail.com contactenme, besos y chao
Me encantan tus historias me hacen pasar un grato momento. Espero continues con esta… PD: Sos hermoso
Me has tenido enbobado leyendo tu relato, no he parado hasta que lo he terminado, claro, lo que llevas escrito, espero que pronto continues con el resto.
Muchas gracias por el momento que me has hecho pasar y desde ya te llevo en mi corazon como un amigo mas, sigue siendo la misma persona llena de luz.