Agua sucia

[23 de Noviembre de 2003, Piscataway, NJ]

Es como aterrizar en Marte, abrir tu guía Frommer “Cómo pasarla bomba en Marte con $2 por día”, ajustarte los broches de tu traje espacial, enderezar el casco, abrir la portezuela, pegar el saltito ingrávido y avanzar a tientas entre las rocas rojizas. Así me siento. Desde septiembre he vivido en un estado de embriaguez lunática, ausente sin aviso de mi vida, media falta más y quedo libre.

Mi director de tesis (no sé como se traduce “advisor” y “consejero” me recuerda al viejo de ojos blancos de Kung Fu) me pidió que curse dos materias y ya se sabe, lo que tu advisor sugiere es una orden divina que no podés contradecir sopena de terminar estatua de sal con tu diploma salado en la mano. Entré así en estado REM: 5 horas de sueño diarias, reuniones semanales con el grupo de investigación, el mal humor de mi advisor porque arrancar se arranca despacio y el quiere velocidad.

Hay que leer 10 papers crípticos para cada clase y en un juego de espejos diabólico en la otra clase pasa lo contrario: hay que descifrar la sequedad telegráfica de las transparencias que publica el profesor en su website. Así estoy, pelotita del Arkanoid rebotando entre la verborragia de los papers verseros de Computer Graphics y la brevedad kabalística de las transparencias de Introducción a la Inteligencia Artificial (que pareciera tener mucho de artificial y poco de inteligencia).

Para completarla, mi laburo de encargado de edificio es muy variable: semanas muertas y apacibles seguidas de infinitos mensajes en mi contestador: que la calefacción se trabó y acá estamos al spiedo, que la tarjeta de entrada al edificio se traba y las luces rojas parpadean y la puerta no se abre y me deja afuera y para qué suben el alquiler si no van a mejorar la tecnología, que los bomberos me encajaron una multa por tener una tostadora enchufada en la cocina y con lo que yo pago por semestre tengo derecho a comer tostadas, supongo.

Y las tarjetas de crédito y su acoso inclemente. Mi deuda pasa de estudio de abogado a estudio de abogado. De la variante amistosa ” ¿Cómo le va? Llamo a ver si podemos encontrar una solución a su problema” a la variante 1 2 ultra violenta: “Le conviene pagar, si no paga con dinero va a pagar de alguna otra manera”. Un ping pong de ejemplo:

– Tiene que pagar esta deuda señor.
– No tengo el dinero para pagarla en un pago como usted quiere, haga lo que quiera para averiguar lo que gano y va a ver.
– ¿Pero como llegó a tener esta deuda?
– Digamos que con un poco de optimismo en mi futuro financiero y con los intereses que ustedes inyectaron en mi deuda alcanzó y sobró.
– Pero señor, usted hace rato que no hace los pagos mínimos necesarios, no debería haber dejado que la cosa llegara a esta situación…
– Digamos que yo no fui el único que confió en que mi trabajo se mantendría… ustedes evaluaron que yo tenía la solvencia para darme ese crédito, ¿o no?
– Sí, pero esta deuda… señor, fue un gran error de su parte…
– A ver, aclaremos algo: salvo que usted me provea de la máquina del tiempo, discutir cómo llegué a acumular esta deuda no tiene mucho sentido ahora, así que discutamos cómo pagarla.
– Yo dudo que usted tenga ganas de pagar lo que usted prometió pagar.
– Yo quiero pagar, tengo la voluntad de pagar: lo que sé es que no puedo pagar en un pago y no voy a entrar en un plan de pagos que no estoy seguro de poder mantener. Y lo que no entiendo es cómo este acoso nos va a ayudar a encontrar una solución. Así que dígame, ¿me va a ofrecer algún plan de pago razonable o va a seguir con la persecución psicótica? Si es la segunda opción terminemos la conversación ya mismo y haga lo que crea conveniente.
– Usted tiene esta deuda que usted contrajo con noso-
– CLIC.

4 o 6 horas de sueño. Las pilas inclinadas de libros que se alzan al costado de mi cama, el celular continuamente apagado, el blog cómo cordón umbilical y la escritura como las miguitas que Hansel y Gretel desparraman en el bosque, la esperanza de volver a casa y encontrar todo en su lugar. Algunas canciones, algunos libros, algunos marines masturbándose frente a la camarita en Okinawa o Bagdad: otras miguitas, otros cordones umbilicales, otros cables a tierra.

Quizás lo peor de este estado comatoso no sea su coqueteo con la oscuridad, su aureola opaca, su aroma fétido, sino su continuidad, que es omnipresente, que no lo invité y no se va. Por eso el reflejo es encararlo a los martillazos, con audaces saltos al vacío: comprar estanterías y desmantelar las pilas de libros y acomodarlos en los anaqueles, enfrascarme en idiotas debates cibernéticos por motivos insólitos o lunáticos con gente con la que no debería emperrarme en la esgrima verbal.

La tentación de mandar el blog a la mierda, de mandar el doctorado a la mierda, de volver a Argentina, de hacerme heterosexual. Lo último no lo pensé todavía, pero dado que en los últimos meses no cojo ni tengo ganas, y dado que sé que estoy capacitado para NO hacer ambas cosas con una mujer o con un hombre… ¿por qué no? Y dado que se trata de saltos insólitos, ¿por qué no?

Y la duda que se plantea, la pregunta que uno ve ahora como un nubecita de polvo en el horizonte pero que pronto será una horda de indios enloquecidos que te pasa por encima es: ¿cuánto de todo esto es temporario y cuánto es ya tu piel? ¿Cuánto de todo esto es tatuaje del chicle bazooka y cuánto es cicatriz oscura permanente?
Ahora de pronto se acaba el semestre y pareciera que no tengo que cursar más clases. Chau clases, de una vez por todas, nunca más. 16 clases requeridas y las tengo todas. Y mi advisor está de buen humor. Y la gente deja de llenarme la máquina de mensajes agrios. Y quizás salga de la deuda, de a poco. Y quizás siga siendo homosexual, después de todo. Sólo que alcancé mi número. El mito de que el número de almas es limitado (en esa película con Demi Moore embarazada). O de que todos nacemos con un número de días de vida contados. Y cuando alcanzás ese número, pumba, morís. Como una lamparita que tiene su número de encendidos, ¿viste? Y así también con las cogidas: cogiste 13874 veces, pumba, no cogés más.

Pero ahora hay que subirse al bote y dejar que la lava te empuje desde el oscuro centro de la tierra hasta la boca de un volcán en erupción. Siempre está Verne ahí para acercarte su metáfora más exacta.

No sé cuando sentí el corte final, el adiós a estos dos meses de congelada tristeza. Si fuera religioso lo culparía a dios. Fijate: la marcha del orgullo y las pintadas en la catedral y la tumultosa catarata de pavadas que le siguió y yo pensando que algo tengo que decir. Hablar ahora porque callar para siempre no, no fue nunca mi estilo, ni aún cuando estoy catatónico. En las trastiendas de mi cabeza, en alguna parte sé que tengo que decir algo, pero también que me aburre estar eternamente enojado, que me cansé un poco de escupir verde a lo Linda Blair, que sí, que bronca, que quizás igual diga algo, pero ahora no, después.

Igual por las dudas agarro la Biblia que me regaló mi papá y voy directo al Levítico. Voy a leer la Biblia, me digo, suspendamos Marguerite Duras, Gore Vidal y Cyril Collard y dale con la Biblia, vos podés. Si algunos salmos te seducen, si alguna cartita de Pablo la citan en tantas películas berretas y si algunas escenas de la pasión te conmueven (especialmente cuándo las interpreta Brando en una película de Elia Kazan), ¿por qué no?

Y ese manual lunático que es el Levítico a las 4 AM es como un bálsamo, un aceite de hígado de bacalao que te serrucha el paladar. Y dice algo así: el sexo gay es abominable, las mujeres inmundas, especialmente cuando menstrúan, los hombres inmundos, especialmente si están sucios de semen, coman sólo animales que rumian y tienen pezuñas hendidas, nada de murciélagos, ni erizos, ni cocodrilos. Si te portás mal tenés que traer un becerro, degollarlo, meter las manos en las entrañas: la sangre, el sacrificio. Si la falta es leve le retorcés el pescuezo a un palomino y más sangre y más sacrificio.
Tanto disparate, tanta sangre de tantos palominos. Y al otro día me despierto con ganas de volver a vivir. De recuperar de a poco la rutina diaria terráquea. Comprar yogurts en el supermercado y pan lactal y queso cottage y quizás hasta una docena de huevos (¡qué audacia! comprar huevos es la promesa de cocinarlos en menos de un mes) en vez de pedir delivery todos los días, el gimnasio el mes que viene y se acerca la navidad, volver a mandarle emails a amigos y conocidos. Y dos meses sin ir a New York y respirar su electricidad y ahora sí lo voy a hacer: el miércoles. Y nunca más cursar una materia de mierda, ni tener que dar un examen hijo de puta: oíd el ruido de rotas cadenas.

Y sigo sin resolver dónde quedarme, dónde irme, dónde voy a estar, dónde voy a terminar, dónde voy a empezar.

Ah, y todo lo que escribo se parece. No solo es que la cantidad de metáforas es finita y la cantidad de historias también. Las sensaciones no son tantas y la vida está más cuadriculada de lo que sospecho. También será que hablo de mí y que hablo de lo que me pasa y lo que soy y lo que me pasa es muy poco.

Pero lo que sí siento y que es nuevo es que las nubes están ahora hinchadas de agua sucia. Y va a llover. Y cuando llueva, va a llover de verdad.

Y de una vez por todas.

This Post Has One Comment

  1. CARLOS

    CON TODO EL RESPETO DEL MUNDO EN NOMBRE DE TODAS LAS YECUS Y VICUS… LA VERDAD ME PARECIO DEMACIADO ABURRIDO POR QUE YA SON MAMADAS LA INFORMACION QUE PONEN Y DEBERIAN SUBIR MAS PORNO PARA LOS CALENTURIENTOS POR Q HOY EN DIA TODAS YA TIENEN HIJOS A LOS 6 AÑOS VNKDGNT.

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