Ciegos, primera parte

[17 de julio de 2007, Palermo, 2.30 am]

Me cuesta dormirme, como siempre. Pero algo sí cambió: una vez que me duermo el sueño es profundo, espeso y sensato. Nunca tuve sueños así, con personajes, con argumento, con suspense. Antes mis sueños eran dadá, a lo sumo surrealistas: una puerta se convertía en una persona y esa persona en un miedo o en un sundae de pelos. Ahora no, ahora en mis sueños yo soy yo y juego al ludo con Celeste Carballo. Yo, el del sueño, reviso el correo electrónico cada cinco minutos, preparo té negro con canela y jengibre, acomodo obsesivamente en abanico los almohadones sobre el futón: yo, el del sueño, soy yo, el de la vigilia. O mejor dicho: yo y yo nos parecemos, pero el yo del sueño se desliza por los carriles de un argumento, de un sentido, de una historia que avanza hacia un final con moraleja y continuará, mientras que el yo despierto se sostiene en base a la repetición rítmica de las obligaciones, la síncopa de los ciclos, el débito automático del karma.

Me despierto y recuerdo el sueño completo, sólido, apabullante en su realidad. Lo tengo todo en la garganta. Miro el techo, busco los números rojos del reloj, y no puedo volver al sueño inmediatamente. Tengo el sueño todavía en la boca del estómago, como atragantado de ciruelas, y no puedo volver a la pileta del sueño hasta haber completado la digestión.

Busco el teléfono, disco el número, me meto en la hotline a contar ovejitas. Intento grabar un mensaje de presentación poniendo voz de mujer, pero tengo la garganta seca y me sale un carraspeo travesti. No importa. Entro en el salón de voces online. Lo de siempre: los sonámbulos, los calientes sin preámbulo, los que buscan a Marcela, los presos de Varela, los que buscan calor en el frío, los que te venden el cuento del tío, los porteros, los toreros, los policías, los de gendarmería, el ciego.

¿El ciego?: “Hola, soy Gonzo, tengo 26 años, soy ciego y busco chicas para charlar y ver qué se da”. (more…)

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El pub de la pelea, parte 3

[Tercera y última parte de la historia que empezó acá y siguió acá. Empecé a escribir con la idea de escribir esto en 15 minutos, pero me colgué y son las 4.30am. Los lectores generosos entonces avisarán si hay errores obvios o harán la vista gorda. Ambas cosas se agradecen.]

– Traé servilletas para secarle la sangre y fijate si podemos pegarle la ceja con la gotita – le dice uno de los de seguridad al otro. – Y llamá a la ambulancia que le van a tener que poner de nuevo el hombro.

Me llevan para allá, para allá es el patio, o sea para el sector fumadores. Primera ironía. Me cago de frío: segunda ironía. Me alcanzan un rollo de papel higiénico para que me seque la sangre: tercera ironía. Miro el cielo hacia el que se elevan las señales de humo del humo de los cigarrillos. Leo los puntos y los guiones del mensaje: j-o-d-e-t-e. A partir de ahora j-o-d-e-t-e, vos solo fuiste atrás del conejo blanco fumador, te ligaste la trompada, merecida o no, te caíste por el agujero de Alicia y ahora se borró todo y solamente brilla la sonrisa del gato de Cheshire, que te va a seguir como una estrella fija toda la noche.

Diego me agarra la mano, la pone entre las suyas. Bajo a tierra, a mi pecho y a mi estómago. Tengo la panza cubierta de pétalos de sangre coagulada. Tomo uno entre los dedos, lo levanto hasta mis ojos como para mirarlo al trasluz, brilla tu diamante loco. Es como una escama roja, de plástico, elástica, es la sangre que me chorreó de la sien.

Pienso boludeces: mi cuerpo produce plástico, no solo carne, sangre y huesos, sino también este cotillón. Hay un capítulo de Sex and the City en el que Charlotte tira pétalos de rosa rojos sobre una cama para prepararla para la noche de bodas. Desfloración, supongo, significa. Yo quiero cubrir mi cama de noche de bodas con estos pétalos de sangre que me salieron de la sien. A Oscar Wilde le encantaría, sí, en serio le encantaría. (more…)

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Forevermore

[17 de junio de 2007]

Me da fiaca ir a Merlo y por eso voy poco a visitar a mi familia, apenas una vez por mes, y me toca este domingo.

Domingo: suena el despertador, los mosaicos fríos, los ojos pegados que levanto hacia la flor de la ducha, el electroshock del agua fría, tibia y por fin caliente, los lentes de contacto que no hacen sopapa. El ipod, la mochila, los libros, en el espejo del ascensor no tengo ningún pelo que me salga de la nariz, tampoco cera visible en las orejas, el aire frío del mediodía del domingo, el puesto del flores con olor a sahumerio, el garage con olor a nafta, avenida Santa Fe, la gorda con la bolsa gigante que bloquea toda la vereda.

– Permiso, por favor, permiso, permiso, señora le dije permiso tres veces ahora no se enoje si la empujan. (more…)

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El pub de la pelea, parte 2

[continuación]

Mi puño viaja hacia la cara describiendo un arco, como si tuviera una raqueta en la mano y le pegara a una pelota. No quiero mentir, al único tenis que jugué en mi vida es al tenis de mesa, así que lo mejor es imaginarme con una paletita de ping pong pegando un remate, un remate fuerte. La cara del tipo se sacude bruscamente hacia el costado y cuando vuelve a la posición vertical es otra cara. Diego grita pará pará y se interpone entre el pelado furioso y yo.

Es un lugar común decir todo sucede en un segundo, pero también es cierto. Lo que sucede en un segundo es esto: pongo en movimiento el puño recorriendo un arco hacia la cara, centímetros antes de que ese puño haga impacto en su cara el pelado se da cuenta lo que va a pasar y hace una mueca de sorpresa, la parte interna de mi puño golpea su sien, la cabeza se desplaza hacia un costado, Diego grita pará pará, intenta interponerse y agarrarle los brazos por las muñecas, la cara del tipo vuelve a su posición vertical, el tipo se lanza hacia adelante, yo me miro la mano como si fuera la culpable, vuelvo a mirar al tipo y lo veo abalanzarse como si fuera el primer jabalí de una manada de jabalíes de ojos rojos. El siguiente segundo lo ocupa este pensamiento: este partido de ping pong lo pierdo.

Pause. Congelemos la imagen y retrocedamos a mi infancia y a mi adiestramiento en el templo Shaolín, o mejor, en algún campito de Merlo, después de una tarde entera de tirarle piedras con la hondera a una lata y de descuartizar varios cascarudos. Luis me mira a los ojos y me dice: “Chingolo…” (así me decía Luis desde que se enteró que fui un chingolo en una representación de Sueño de una noche de verano en el Teatro de Merlo. Ahora que lo pienso: estoy casi seguro que no hay chingolos en las obras de Shakespeare, así que esas medibachas amarillas y todas esas plumas de papel crepé se vuelven todavía más innecesarias). Luis me dice: “Chingolo…” – y ahora que lo pienso chingolo es como “mi pequeño saltamontes” – “si te vas a pelear tenés que hacerlo con instinto asesino. Tenés que estar seguro de que la furia no se te va con la primera piña. No podés quedarte a esperar una vez que pegás el primer tortazo. No podés esperar ni pelear limpio, los boludos que pelean limpio terminan desfigurados.” (more…)

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El pub de la pelea, parte 1

[1 de abril de 2007, creo]

No me acuerdo si fuimos al cine, seguramente sí, lo que sí sé que a eso de la una de la mañana decidimos ir a tomar algo. ¿Contramano? No, ahí vamos siempre. ¿Milion? No, los tragos son demasiado caros. Me acordé de Flux, un pub chiquito en un subsuelo en Marcelo T., regenteado por un par de yanquis. No lo conocíamos, así que por qué no. Fuimos y estaba cerrado por vacaciones. Volvimos a Contramano, yo ya estaba cansado de caminar. Había cola. Probemos Angels. También había cola. Acá podría señalar lo raro de todos estos boliches cerrados o llenos. Me acuerdo que nos preguntamos, mientras cruzábamos Córdoba con el hospital de Clínicas a la derecha, por qué habría tanta gente en todos lados. Podría acomodar todo ese azar en una hilera de piezas de dominó que se caen una tras otra o en un videogame donde soy un pacman y el joystick lo tiene el destino o andá a saber quién, pero no creo en el dominó.

Yo, creo, sugerí Glam, y acá voy a pasar a tiempo presente: yo sugiero Glam y ya estamos parados en la entrada, esperando entrar, porque sí, acá también hay cola, pero solamente esperamos 5 minutos. Pregunto el precio de la entrada. Es cara, incluye una consumición. Le pregunto a Diego si igual quiere entrar. Sí, dale, ya estamos acá. Entramos y damos una vuelta por el lugar. Adelante hay una barra junto a la pista, donde casi nadie baila. Más atrás hay otra barra, los baños y un patio donde se puede fumar. Volvemos hacia la pista y pedimos tragos en la barra: yo un daikiri de durazno, Diego un gancia solo. (more…)

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Sensible

[Domingo 22 de abril de 2007, Pizza Nova, Palermo, 3 am]

Mejor dejo la última porción para después. Miro a través de la ventana: 3 de la mañana, en la esquina de Coronel Díaz y Santa Fé un viejo mira hacia arriba, extiende la palma de su mano hacia adelante, empieza a llover. Yo levanto la botella de coca light vacía y se la señalo al mozo, el mozo asiente, el provolone me da mucha sed. Abro el libro, me recuesto contra el respaldo de la silla, cierro el libro, miro otra vez hacia afuera, hacia arriba, las gotas de lluvia parecen chispas anaranjadas contra el neón.

La coca light está bien fría, qué suerte, abro el libro, me recuesto contra el respaldo de la silla: “My name is Karim Amir, and I am an Englishman born and bred, almost”. Alguien golpea con los nudillos el vidrio de la ventana, es una mujer canosa que me señala, sonríe, y hace el gesto de que salga de la pizzería que me quiere decir algo. Cierro el libro, tomo un trago más de coca light, salgo.

– Disculpame, quería preguntarte que estás leyendo, tiene letra muy chiquita…
– Se llama El buda de los suburbios.
– ¿Y de qué se trata?
– De un chico pakistaní en Londres. Bueno, en realidad recién lo empecé a leer.
– ¿Pakistaní en Londres? ¿Hay muchos pakistaníes en Londres?
– Sí, hay bastantes.
– Y los deben tratar muy mal, ¿no?
– Bueno, son una minoría…
– Sí, aparte ellos los invadieron. ¿Pero por qué la letrita tan chiquita?
– Porque es un libro barato, de bolsillo.
– Ah, de esos que no hay que abrirlos muchos porque se despegan, sí. A mí me gusta el cine pakistaní.
– Hm, yo no vi mucho.
– Sí, es un cine que no está lleno de ¡pum! y ¡ratata! como el cine yanqui. Yo soy de la patagonia.
– Ah, mirá vos.
– Sentate, acercate esa silla.
– No, no gracias, el mozo se va a pensar que me fui sin pagar.
– No desprecies así a esta señora canosa que te tiene que decir algo.- Saca un paquete de cigarrillos de la cartera. – ¿Fumás?
– No, gracias.
– No te molesta que fume, ¿no?
– No me molesta, estamos afuera.
– Sentate, ¿querés compartir una cerveza conmigo? (more…)

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