Juguetes

Son las 7 de la tarde y el sol está bajando y la marcha llega a plaza Congreso. Aparecen el olor a chori y con mi amigo recorremos los distintos puestos comparando calidad y precio. Ese está muy crudo. Acá 45, pero es a la pomarola. Allá 35 pero el pan no es de fonda. ¡Choripete, choripete!, nos ofrece uno a voz en cuello y nosotros lo ignoramos vagamente ofendidos. Finalmente nos decidimos por uno a 30 pesitos, que además incluye el detalle de una mesita al costado donde podés agregar mayo, ketchup, piripipí y… lechuga y tomate. Munidos de sendos sánguches fálicos, nos quedamos a la sombra comiendo.

– ¿Está rico chicos? – pregunta una mujer gorda, petisa, en bermudas, en sandalias, toda vestida de negro, con rulos aplastados y una mochila gigante. Una torta certificada IRAM ISO-9000.
– Sí, muy bueno, diet, le pusimos lechuga y tomate – contesto.
– Acá está 30 – dice mi amigo, ahorrativo.
– Sí, y tiene el mejor fernet – dice la torta. Y nos convida de un vaso de plástico grande. Toma mi amigo. Tomo yo. Es cierto, está bueno el fernet.

Yo le ofrezco mi chorizo y ella lo rechaza poniéndose la mano en el pecho, como arrebatada por un vahído.

– Te juro que no podría…
– Pero pará, ¿a vos te gustan las mujeres o los hombres? – le pregunto.

Ella me mira de arriba a abajo para verificar que no está hablando con Hellen Keller.

– No te vendría mal un chorizo – le digo -. Mirá él todos los chorizos que se comió y está así de sexy – le palmeo la panza a mi amiga, que se ríe y se acaricia la panza como si fuera su mascota.

Esperamos unos segundos a que mi amigo deje de acariciarse la panza.

– Herbalife no funcionó – digo yo, encogiendo los hombros, resignado.
– Yo te tengo la solución. Unos quemadores de grasas… excelentes.

La miro, es petisa y retacona, casi cúbica, si esta es la versión post-incendio de grasas. Pero escuchemos sus consejos…

– Lo único es que tenés que hacer ejercicio…
Me amigo responde hundiendo la trompa en su chorizo.
– Olvidate, este gordo ejercicio… Vive a seis cuadras del boliche donde yo laburo y se toma el colectivo…
– Mentira – se defiende el acusado.
– Igual le va bien con la panza, lo hace más sexy, mirale la cara, puro sexo.
– Yo acá tengo una RCP – dice ella, palmeando la mochila gigante.
– ¿RCP?
– Recontra coge pasivas – dice ella.
– ¿La cinturonga? – digo yo, confundido.
– Sí, siempre la llevo conmigo.
– Ah, por eso las tortas siempre andan con mochilas grandes…

Ella se ríe.

– RCP pensé que era una vacuna como la BCG – digo yo.
– Yo pensé que era la resuscitación Resuscitación Cardio…
– Y sí… esta te resuscita – dice ella, palmeando su mochila ahora más enérgicamente, como si fuera su mascota.
– Y sí, hay gente muy momia en la cama últimamente… – se queja mi amigo.
– Para eso tendría que dar pequeños electroshocks, ahí sí sería ideal – agrego yo.

Nos reímos. Después nos quedamos en silencio. Y después nos vamos caminando hacia el escenario, donde empieza a sonar la música, un poco avergonzados. Ponés en una moulinex dos putos y una torta con unos choripanes y algo de fernet, licuás, y te sale un combo patriarcado deluxe: una cinturonga picana.

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